La dueña de esta casa en las inmediaciones de Pilar recreó el espíritu libre de su infancia campestre, salpicada con detalles del Sur.
“A medida que crecés, tus raíces toman mucho más valor”, dice Ali. “Mi familia me inculcó el amor por la tierra. Veraneábamos tres meses en el campo, pero el plan nunca fue sentarnos a tomar el té. Nos despertábamos a las cinco de la mañana para salir a caballo a dividir la hacienda que había que vacunar, por ejemplo. El último día siempre me iba llorando”. Ya de grande, con la familia que formó, los veranos eran en el Sur, a la orilla del lago y pescando con mosca.
“Un ‘no negociable’ desde el vamos fue la galería bien amplia y práctica, para disfrutar de la mañana a la noche”
Soñar con los pies en la tierra
Hace unos años, Ali se decidió a armar la casa que siempre soñó. “Me la jugué de arquitecta, que creo es mi profesión frustrada”, se ríe. Eligió un terreno cerca de Pilar que ya conocía y diseñó, junto con su hijo Matías, un proyecto a su medida: sencillo, canchero y bien gauchito. “Un rancho chic”, como dicen sus amigos. La dirección de obra estuvo a cargo de la arquitecta Rocío López de Leonard.
“El piso es de cemento, como en los ranchos del campo. Es fácil de mantener y casi indestructible. Además, unifica y conecta todos los ambientes, galería incluida”.
Espacios luminosos e integrados
“Trazamos una distribución muy cómoda, con cocina, comedor y living integrados. Para ambientar, usé más que nada muebles heredados, con historia y encanto propios”, comparte la dueña de casa.
“Llené la casa de ventanales, que diseñé con la ayuda de mi herrero. Para mí es fundamental apreciar el verde desde todos lados: incluso a la noche, apago las luces y cocino mirando el jardín iluminado”.
Un fino barral negro que se recorta contra el blanco sostiene tres luces móviles, al estilo de los reflectores de teatro. Tiene el mismo grosor que los barrales de todas las cortinas y las divisiones del vidrio repartido.
Negro sobre verde
“A mis amigos les parecía una locura que me mudara lejos de la ciudad. Pero a mí me hace feliz: me despierto todos los días rodeada del verde que me da vida”.
Zona de descanso
"La cama del cuarto donde recibo a amigas y nietos [un antiguo sillón inglés hoy lleno de almohadones], estaba en un local que tuve. La usaba para exhibir productos, y cada dos por tres me la querían comprar".
“Un amigo arquitecto que trabaja en el Sur me asesoró con el sistema de aislación del techo, así es que la casa es fresquísima en verano y cálida en invierno”.
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