Una reforma respetuosa pero fresca nos lleva en un viaje en el tiempo donde no se perdió nada: todo es encuentro.
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Cuando llegamos a esta casa en Carlos Keen, nos encontramos con una postal de campo bonaerense, de quinta en las afueras. Estaban el desagüe de zinc, las celosías, los postes en los extremos de una pérgola cubierta de parra, la leña hecha de árbol caído, el piso de ladrillo con verdín y musgo.
Una renovación sensible
Algo nos transportó, sin dejarnos parados a ciencia cierta ni en el ayer ni en el hoy. Lo que consiguió esa nueva dimensión fue la claridad aportada por una reforma hecha con gran sensibilidad. No estaba el piso oscuro que anticipábamos. Vimos los ladrillos del techo blanqueados. En la decoración, una paleta de colores acotadísima y alegre. Había aberturas recién estrenadas, pero también muchos elementos fundantes.
¿Qué vino primero? ¿Actualizar o inyectar un poco de estilo campo? Nosotros sabemos la respuesta, pero esa sensación a primera vista solo la logra una mezcla bien pensada. Techo de ladrillones (ahora pintados de blanco) sobre vigas; nuevas aberturas de hierro y vidrio repartido; discretas paredes de cemento alisado; lámparas amuradas o colgantes con pantallitas; el vajillero, ¿antiguo o decapado?; la mesa, de años.
Lo fresco de la restauración le debe mucho a la síntesis. Pisos y paredes claros, gruesas maderas, acentos de metal y verde celadón o ‘acqua’.
Una cocina soñada
En este sector, la ventilación hoy corre más por cuenta del esbelto extractor que de las ventanas. Su centro –literal y emotivo– lo ocupa una curtida mesa de campo.
Otro cambio inteligente: darle total transparencia a la pared lateral de la cocina con un cerramiento de vidrio repartido por hierro pintado de verde.
Cuarto romántico
A las clásicas aberturas con falleba de puño inglés, celosías y el viejo radiador, se le contrapuso total luminosidad, una vez más, pintando los pisos de blanco y agregándole a la cama un baldaquino en madera cruda del que cuelga una cortina de tul, romántica y también útil contra los mosquitos.
Arriba, detalles recién estrenados en un baño con antiguo piso calcáreo: dos flores de ducha protegidas cada una por media mampara e iluminadas por luz rasante, gruesas bachas de apoyo al estilo pileta de lavar sobre una tabla de madera sostenida por una ménsula de hierro fundido.
La lámina de Florencio Molina Campos se llevó a un inusual blanco y negro para hacer juego con los veladores y el cover de Toile de Jouy.
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