Luis Majul: "¿Por qué Cristina Kirchner quiere meter presa a Elisa Carrió?"

Cristina Kirchner está tan apurada y tan desesperada para lograr su impunidad, que no le importa que se le noten tanto sus deseos de venganza. ¿Cómo se explica que su abogada personal, con sueldo en el Senado, Graziana Peñafort, pida una declaración indagatoria para Elisa Carrió, ahora que no tiene los fueros de diputada nacional?
El primer medio que logró semejante primicia fue -cuando no- C5N, el canal de la venganza. Peñafort y Alejandro Rúa, abogado de Amado Boudou, son querellantes en la causa del espionaje ilegal en el penal de Ezeiza. Y acusan a Carrió de haber utilizado las escuchas que sirvieron para revelar el Operativo Puf.

Es decir, el armado de la causa con más pruebas de la Argentina: la de los cuadernos de las coimas y la corrupción. Eduardo Valdéz, Roberto Baratta y Juan Pablo Schiavi, entre otros, querían hacer volar por los aires tanto al fiscal Carlos Stornelli como al juez Claudio Bonadío, con la ayuda del juez federal militante, Alejo Ramos Padilla.Pensaron que haciendo aparecer a Stornelli y a nuestro colega Daniel Santoro como cómplices del estafador y extorsionador Marcelo D' Alessio voltearían la megacausa más importante del país.
Pero las escuchas judiciales prueban, entre otras cosas, que el operador de Alberto Fernández y Cristina, Eduardo Valdés, estaba al tanto de la maniobra antes de que Ramos Padilla iniciara formalmente la causa.
Antes de seguir, es necesario aclarar que el juez que mandó a cablear el penal, pinchar los teléfonos y pedir las escuchas no es otro que Federico Villena.

Vamos de nuevo. Hablamos de Villena, flamante amigo de la vicepresidenta y su abogado, Carlos Beraldi; de Hugo y Pablo Moyano; de su asesor letrado, Daniel Llermanos; y de muchos otros querellantes que ayudaron a armar el expediente que tanto hizo Cristina para inflar y darle bombo.
Es decir, el mismo juez original de la causa del espionaje ilegal que fue apartado el pasado viernes 3 de julio, horas antes de que dejara saber su intención de meterme preso a mí, junto a otras personas. Villena fue desplazado por el prestigioso camarista Roberto Lemos Arias por el temor a la parcialidad que habían planteado las defensas de los exespías imputados. Así neutralizó, en parte, la audaz jugada de Cristina, fogoneada a través de un par de videos que la terminan comprometiendo todavía más con estas maniobras.
Villena fue desplazado. ¿Ahora lo están guardando? ¿Lo estarán protegiendo? Fue tan desprolijo y metió tanto la pata que ya no les sirve más.
¿Pero saben quién era la fiscal cuando Villena mandó a pedir esas escuchas? La misma que instruye ahora la causa, Cecilia Incardona. ¿Tendrá esta fiscal el temple para investigarse a sí misma?
Paula Olivetto, quien el domingo estará en el piso de La Cornisa, escribió en su cuenta de Twitter: "Cristina quiere presa a Elisa Carrió. Es la venganza por denunciar el robo y la impunidad en la Argentina. Lilita está sin fueros preparada para poner el cuerpo otra vez más. Si ese es el precio que tenemos que pagar para que este pueblo despierte, lo hacemos orgullosos".

La diputada nacional Marcela Campagnoli escribió un texto muy picante: "Cristina Fernández quiere presa a Carrió, pero no la va a amedrentar, no se esconderá en sus fueros. Lilita afrontará lo que deba, sin miedos. En su caja fuerte no hay dólares ni euros. Solo aceite de oliva, fideos italianos, rosarios y oraciones".
Si quieren meter presa a Carrió, no les va a ser tan fácil. Cuando lo pretendieron hacer conmigo, el intento generó tanto, pero tanto ruido que los impulsores debieron dar marcha atrás. Fueron los mismos que trataron de hacerme pasar por otro periodista, cuyo apodo era Pirincho, y que otro colega, Camilo Cagnaci, reveló que no era yo.
Pero volvamos al resentimiento y la sed de venganza de Cristina, que ya ha logrado muchas cosas, entre otras:
Instaló la idea de que los detenidos por corrupción son presos políticos.
Su secretario de Derechos Humanos pidió por la prisión domiciliaria de Jaime y de Martín Báez.
Impuso una ley jubilatoria para jueces que impulsó a 60 de ellos a retirarse.
Uno de estos jueces, Daniel Obligado, excarceló a Amado Boudou.
La Oficina Anticorrupción se retiró como querellante de dos causas abiertas que van a juicio oral, Hotesur y los Sauces, y renunció a investigar todas las causas de corrupción.
La mayoría K del Consejo de la Magistratura evitó un juicio político contra Alejo Ramos Padilla y se negó a sancionar a su padre, Juan Ramos Padilla, quien había insultado jueces por Twitter.
Carlos Zannini logró la habilitación para que el extitular de Interpol, Ronald Noble, declare como testigo y no como imputado en la causa por encubrimiento del atentado contra la AMIA.
Oscar Parrilli pidió el juicio político para Stornelli y para Gustavo Kollman, el defensor oficial que asesora a Oscar Centeno, el chofer de los cuadernos de la corrupción.

Y ahora, como si esto fuera poco, Cristina y los chicos grandes de la Cámpora quieren poner a su procurador preferido. El jefe de los fiscales que determine a quien se debe perseguir y a quien proteger. Vos me preguntarás: ¿por qué si Cristina ya logró todo esto sigue tan apurada y desesperada?
Porque todavía no puede detener la prosecución del juicio oral por la obra pública, y no podrá impedir que arranque, en algún momento, el juicio oral y público por Hotesur y Los Sauces, ni la causa de los cuadernos de la corrupción, aunque ahora les apuntan a los testimonios de los arrepentidos.
No los puede detener, y no puede, porque no tiene los elementos mínimos para demostrar su inocencia. Por eso. quiere meternos a todos en la misma bolsa. Por eso, sus abogados quieren meter presa a Carrió.
Pero Carrió no es Cristina. Y nosotros tampoco.

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