Un instructor de vuelo de Alaska y un piloto recreativo de Estados Unidos compraron aviones abandonados para darles un nuevo uso en proyectos inmobiliarios propios
Todo vale a la hora de crear un proyecto inmobiliario. Y en ocasiones muchos emprendedores sorprenden con sus ideas, tal es el caso de Jon Kotwicki, un instructor de vuelo de Alaska que se animó a romper con las convenciones y crear hoteles en el interior de tres aviones abandonados; y Joe Axline quien hizo de un avión su casa familiar.
El negocio de Kotwicki parecía estar en franco crecimiento, entonces el instructor -originario de Florida- comenzó a imaginar alternativas que colaboraran con la evolución de su escuela de vuelo. Fue así que ideó el plan de construir cabinas de vuelo para sus estudiantes de aviación. Y fue por más. Así nació el proyecto de adquirir aviones en desuso para construir en ellos alojamientos para sus estudiantes.
El proyecto de Kotwicki -que reside en Alaska hace seis años y que es el dueño de la escuela de vuelo: Fly8Ma- no fue sencillo de llevarlo adelante. Durante medio año movió cielo y tierra de Alaska y de los Estados Unidos tratando de conseguir aviones viejos o abandonados, con los cuales poder llevar adelante su sueño.
Después de muchos traspiés e impedimentos logró adquirir el que sería su primer avión, un Douglas DC-6.
La adquisición no hizo más que reavivar la llama del sueño y el deseo. Y lejos de contentarse con lo conseguido, salió sediento -cual cazador- de una nueva presa. El objetivo había cambiado: ya no se conformaba con un avión ni con dos, quería contar con tres aviones.
Al poco tiempo, Kotwicki se había convertido en el dueño de tres aviones de carga en desuso (un DC-6, Douglas DC-9 y un Boeing 727). Todos ellos tenían destino de alojamiento temporal de sus estudiantes y, por qué no, de turistas.
El presupuesto que Kotwicki destinó a cada avión rondó entre los US$600.000 y US$800.000, de los cuales entre US$100.000 y US$200.000 fueron usados tanto en el proceso de desguace como de traslado de las aeronaves.
En la actualidad, y habiendo sumado planes que lo vincularían con el mundo del turismo, Kotwicki prevé que el destino del último avión de su flota, el Boeing 727, se convierta en un espacio reservado para parejas, que ofrezca entrada privada y un amplio dormitorio. Mientras que una de las alas tomará forma de espacio público reservado para el relax, al cual se puede acceder por medio de una escalera externa. Allí habrá reposeras y jacuzzi.
Por su parte, el DC-6 y el DC-9, aeronaves de menores dimensiones, tienen destino de departamentos privados o de una suerte de cabañas con ruedas y alas. Estas unidades habitacionales contarán con aire acondicionado y calefacción e incluirán cocina, baños, sector de lavado de ropa.
El instructor de vuelo, estima que podría ofrecer en alquiler diario, por medio de la plataforma Airbnb, por valores que oscilarían entre los US$200 y US$700 la noche (el precio del alquiler varía según los servicios de las unidades habitacionales temporales).
El precio donde Kotwicki instaló sus aviones ya contaba con unas cuatro cabañas y prevé en breve poder ofrecer las nuevas locaciones para los viajeros que se encuentren en búsqueda de nuevas aventuras. Por el momento, es el propio instructor junto con otras cinco personas quienes están acondicionado las aeronaves y dándole forma a su más reciente sueño.
La casa propia con alas
Joe Axline desde joven cayó bajo el encanto de los aviones. De niño, en la década del 70, miraba la serie El mago (protagonizada por Bill Bixby, quien volaba en su propio avión, de ciudad en ciudad, resolviendo crímenes) y fantaseaba que de grande él viviría en uno. Ahora, casi medio siglo después, pudo hacer realidad su sueño.
Axline, seducido por las máquinas voladoras, se convirtió de adolescente en piloto recreativo. Más tarde, a los 26 años, logró su calificación de instrumento y obtuvo un certificado de aviación avanzada. Pero las responsabilidades y la vida familiar fueron haciendo a un costado el hobby de volar. “Debí dejar de volar para concentrarme en mi profesión, el matrimonio y la vida familiar”, comentó en más de una entrevista a medios de prensa norteamericanos.
Pero un giro inesperado en su vida lo puso cara a cara con su viejo anhelo. En abril de 2011, Axline y su esposa se divorciaron. Así nació el “Proyecto Libertad”. Axline reunió sus ahorros, unos US$250.000, y pensó en hacer realidad su sueño de chico: vivir en un avión.
Con parte del dinero, compró un terreno en el aeropuerto privado Sport Flyers en Brookshire, Texas. Luego inició las investigaciones para adquirir un viejo avión, con la idea de instalarlo en su parcela y comenzar con la refuncionalización de la máquina.
Junto con la ayuda de Tom Bennington -un contratista especializado en la reforma de aeronaves- encontró una oportunidad en un centro comercial en Florida. Allí había una nave antigua que estaba en desuso. Se trataba del fuselaje (un cuerpo de avión sin alas) de un McDonnell Douglas DC-9 Spirit Airlines. “La cabina estaba completa y en muy buen estado. Contaba con fibra óptica, asientos originales, teléfonos, máscaras de oxígeno y chalecos salvavidas. Era una gran oportunidad. La compra no demoró mucho, pero tardé casi un año en retirarlo del centro comercial. Mientras, salí a la búsqueda de otro avión”, explicó el aventurero.
Al tiempo, había adquirido el fuselaje delantero de un Mc Donnell Douglas MD-80, que se encontraba en Arkansas. Para recibir a los aviones en el terreno debió construir los cimientos.
Con la primera de las dos máquinas ya instalada en su terreno llegó el tiempo de iniciar la reforma y para ello Axline se valió del famoso “hágalo usted mismo”, junto con su hermano -un ingeniero eléctrico- y gracias a la ayuda de videos de Youtube pudo iniciar el trabajo de refuncionalización.
“Quitamos los techos y los compartimentos superiores para que no se restringiera la altura. Agregamos paredes: una entre el dormitorio principal y el baño, y otra entre el primer dormitorio y la sala de estar”, cuenta el soñador. Y agregó: “Debimos instalar sistemas de agua y de alcantarillado, cableado eléctrico, iluminación LED y aislamiento”.
Convertir al avión en vivienda le demandó un largo año de duro trabajo. Durante ese lapso alquiló un departamento cercano. Recién en agosto de 2012 pudo inaugurar su flamante hogar con cocina, baños, sala de estar, escritorio, dos dormitorios y hasta una suerte de terraza para disfrutar de los días de sol. Hoy, ya instalado, se convirtió en su hogar y donde recibe a sus hijos.
“Mis hijos tienen su cuarto con dos camas. Sin dudas, mi casa/avión ofrece las mismas o más comodidades que puede brindar cualquier hogar convencional, con una ventaja: muy bajos costos operativos, tan sólo unos US$200 mensuales (incluyendo impuestos y servicios)”, contó Axline.
El Mc Donnell Douglas MD-80, por el momento, quedó a la espera de ser intervenido. Hoy, es una suerte de baulera, pero la fantasía de Axline es convertirlo en un cine y en un centro de entretenimientos que sean complementarios a su casa.
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