El blanqueo ha generado opiniones diversas: algunos están éticamente indignados, otros exaltados porque el Gobierno se acordó del sector. Otros moderados porque creen que hay que esperar cómo se instrumenta. Finalmente están los escépticos que están convencidos de que no va a andar. La lectura hay que hacerla en clave de confianza. Un blanqueo es un instrumento más de financiación del Estado. Con escasa base moral, pero al que, llegado el caso, ningún gobierno del mundo renuncia (Estados Unidos incluido). Su éxito depende de dos requisitos: primero, lograr la confianza del que hasta este momento ocultó sus fondos a los ojos de un Estado que evidentemente no se la ofrecía y por eso tenía puesta la plata en el colchón o fuera del país. Y segundo, no suponerse repetitivo (a menos de cuatro años del último blanqueo, la Presidenta pasa a la historia argentina como el primer gobernante que otorga este perdón en dos oportunidades). En este blanqueo se busca atraer sólo moneda extranjera, lo que resulta extraño en un gobierno que hasta hace un par de semanas defendió una política de ultrapesificación y prohibió operar en otra moneda. El riesgo es crear una presión sobre el dólar paralelo, de parte de los que tienen pesos y los quieren cambiar a dólares para participar del blanqueo. Los instrumentos financieros del blanqueo son dos: el Baade y el Cedin. El Baade tratará de capitalizar a YPF y paliar la crisis energética generada por la falta de inversión. Son bonos que generan un interés del 4% anual, con pagos semestrales. Serán transferibles. Los tendrá que pagar el próximo gobierno ya que vencen en 2016.
El Cedin es para la industria inmobiliaria y trata de revertir el letargo del mercado provocado por la resistencia de los propietarios a aceptar pesos por sus propiedades. En una rara rendición incondicional, el Gobierno le pide ahora a los tenedores de billetes no declarados que los blanqueen depositándolos en un banco, reciban un certificado, compren un inmueble entregando el Cedin al comprador y éste se haga de los dólares presentándose ante el banco. Hicieron un certificado al portador, pues planean crear un mercado secundario que le compita al dólar paralelo. Los dueños de los inmuebles quieren desprenderse de sus propiedades a cambio de dólares, por eso recibirán los Cedin sólo si pueden ir al banco y cambiarlos por dólares billete. Aquí radicará el éxito de la operatoria.
La clave está en que la gente confíe.
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