Durante la pandemia, volvió a pintar, y hoy sus obras tienen la aprobación de la crítica y del público… y se venden por miles de dólares
Son diecinueve y están atravesados por movimiento y colores vibrantes. Abstractos, estos lienzos son, hoy, las estrellas indiscutidas de la C. Parker, una galería de arte de la costa este de los Estados Unidos. Atraídas por la curiosidad, cientos de personas peregrinan desde el 12 de octubre de 2023 para conocer “Welcome To My Garden”, la muestra de una pintora cuyo nombre todos conocen: Sharon Stone (65). Si bien es la segunda exposición que la actriz presenta (la primera fue “Shedding”), los críticos de arte la consideran un hito: hablan de su madurez creativa, elogian su talento, su poder de observación y su creatividad. Sharon dibuja y pinta desde chica. En la Universidad Edinboro, Pensilvania, donde estudió, las pinturas fueron su sostén económico. Más adelante, un pasatiempo: cuentan que, en los sets de Bajos instintos, esperaba sus escenas coloreando cuadernos de Andy Warhol. Pero durante la pandemia, la actividad le salvó la vida. “Tengo una discapacidad, y pintar me ha ayudado”, contó ella, quien, en 2001, sufrió una lesión cerebral masiva que le provocó daños físicos.
Luego se sumaron los problemas por la custodia de su hijo Roan, falta de trabajo y una cuenta bancaria en cero. Con un kit que le regaló una amiga, empezó a pintar sin parar, de manera compulsiva. “Llegué a tener tantas obras que vendí los muebles de mi cuarto y los de la habitación de huéspedes para hacer lugar”, reveló. Un día, subió algunas fotos a su cuenta de Instagram y se volvieron virales: empezaron a contactarla para comprárselas. “No tenía intención real [de que fuera un negocio]: quería seguir mi pasión”, reconoció en una entrevista. Y dijo: “No creo ser sólo una actriz, una escritora o una pintora. Soy una artista. Sé que la gente viene a ver mi arte porque yo soy yo. Y si alguien quiere una obra mía porque combina con su sofá, no me siento mal… porque yo me gané ser yo”.
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