Los jardines botánicos no son solo paseos entre naturaleza, sino un reservorio de especies para conocer y cuidar.
El Jardín Botánico Carlos Thays alberga especies vegetales que se creían perdidas, otras que se encuentran en peligro en su hábitat original. Con floraciones o cortezas extraordinarias, siete tesoros que sorprenden en este refugio botánico de la ciudad.
1. Chrysophyllum imperiale
Pertenece a la familia de las Sapotaceae. Es un árbol de gran porte, con hojas simples, oblongas, grandes, coriáceas, con las nervaduras marcadas. Tiene flores pequeñas, sésiles, sobre las ramitas, y dan lugar a frutos amarillos, ovalados, muy sabrosos, con semillas de color castaño brillante, achatadas.
Originario de la mata atlántica, desde la costa de Río de Janeiro hasta Minas Gerais, era abundante su presencia en la época del Brasil colonial. Hoy se lo considera en peligro de extinción en su hábitat natural. Múltiples factores colaboraron para ello: su madera fue usada intensamente para construir barcos durante el siglo XIX; la zona de dispersión natural sufrió una profunda urbanización durante el siglo XX, pero además los republicanos de la Revolución Pernambucana de 1817 cortaron todos los ejemplares, incluso los que crecían en los jardines brasileños, por el hecho de que su nombre se asociaba con el Emperador Pedro I, ya que era uno de sus árboles favoritos.
Interesado por los temas botánicos, su hijo Pedro II (quien fuera mecenas del botánico Carl von Martius), envió a fines del siglo XIX ejemplares jóvenes a varios Jardines Botánicos del mundo, entre ellos al de Lisboa (Portugal), al de Sídney (Australia) y al Jardín Botánico de Buenos Aires para su preservación.
En el Jardín Botánico de Buenos Aires se conservan dos ejemplares adultos, uno de ellos de gran porte ubicado detrás de la casona principal. Florece y fructifica cada año, gracias a lo cual se han podido criar algunas progenies. Esto es de gran interés para su conservación ex situ, ya que las semillas del género Chrysophyllum son recalcitrantes: no pueden almacenarse por mucho tiempo con baja humedad, porque son altamente sensibles a la deshidratación, tanto durante el desarrollo sobre la planta como tras su desprendimiento. En el Jardín Botánico la producción de frutos de los ejemplares citados es esporádica y escasa, aunque ha permitido lograr algunos descendientes que se han intercambiado con otros jardines botánicos.
La IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) lo incluye en su lista roja, en la categoría de “en peligro”, pues enfrenta un alto riesgo de extinción en estado silvestre.
2. Syzygium jambos
Pertenece a la familia de las Myrtaceae, aquella que contiene también al eucaliptus, el mirto, el arrayán, la guayaba. Anteriormente nombrada como Eugenia jambos, es nativa del sudeste asiático (China, Malasia, Nepal, Tailandia, Vietnam) y toma numerosos nombres vulgares según la región: pomme- rose (en Francia); rose apple en inglés; yambo en español, etc.
Es un árbol de porte mediano, de corteza castaño claro y copa amplia. El follaje es persistente, con hojas opuestas, lanceoladas, coriáceas, verdes brillantes, excepto las jóvenes que al brotar son de color rosado fuerte, casi rojo. Tiene una floración impactante, cual pompones enormes; cada flor destaca con sus múltiples estambres largos, color blanco cremoso, agrupadas en racimos terminales. Son fuente de néctar para abejas. Los frutos son bayas globosas, color blanco rosado a la madurez, con pulpa amarillenta, dulce, con un ligero perfume a rosa. Con ellos se fabrican dulces, jugos y mermeladas. Las semillas son poliembriónicas, es decir, de cada una crecen 2 o 3 plántulas. Si bien no tiene fácil dispersión, es de muy rápida germinación bajo su copa, sobre todo en regiones de clima templado cálido.
Es una especie de clima tropical y subtropical húmedo, puede resistir heladas esporádicas, pero si la temperatura desciende frecuentemente debajo de 0ºC no fructifica. En etapa adulta resiste breves períodos de sequía. Requiere pleno sol, excepto en la fase juvenil, cuando es preferible una ligera sombra. No es particularmente exigente con respecto al suelo, siempre que sea bien drenado.
En su área natural, corteza, frutos y hojas tienen usos medicinales. Las semillas pueden ser venenosas, por el contenido de ácido cianhídrico. Un alcaloide, la jambosina, se ha encontrado en la corteza del árbol y de las raíces.
Puede usarse como árbol de reparo, gracias a su follaje, o como punto focal en jardines por la espectacular floración, sumado a sus frutos comestibles.
3. Rhoicissus tomentosa
Esta trepadora leñosa, cercana al conocido Cissus, es originaria del sur de África. De la familia Vitaceae, posee tallos en forma de cuerda que pueden alcanzar las copas de árboles de 20 m de altura y se enrollan de uno a otro, formando ocasionalmente un árbol pequeño de 3 a 7 m de alto. Las hojas son persistentes, simples y grandes, casi circulares o más anchas que largas, el haz es verde intenso y sin pelos, el envés está cubierta de pelos suaves, densos y de color castaño. El crecimiento joven y las hojas nuevas están visiblemente cubiertos de pelos aterciopelados (por eso el epíteto tomentosa) y están coloreados en tonos cobrizos y morados. Las hojas viejas se vuelven carmesí antes de caer. Las flores son pequeñas, de color verde crema y aparecen en verano. Los frutos parecen uvas y crecen en racimos sueltos; cada una es una baya carnosa, casi esférica, de hasta 20 mm de diámetro. Comienzan de color verde pero se vuelven rojos y luego de color negro violáceo intenso cuando están completamente maduros a principios del invierno.
Es de fácil cultivo y llamativo por su follaje ornamental, tanto en forma como en color, dando interés durante todo el año. Debe ubicarse a media sombra, en climas templados; admite su cultivo en zonas costeras. Puede servir de reemplazo de la hiedra (Hedera helix) o la parra virgen (Parthenocissus quinquefolia o tricuspidata) para cubrir una pared, pero al ser una trepadora de zarcillos necesita un soporte de ayuda para sostenerse. Puede cultivarse sobre alambrados para formar una pantalla, sobre una pérgola o un enrejado o se le puede permitir que forme un gran montículo de arbustos al aire libre. También puede usarse en cestas colgantes.
4. Brugmansia x candida
Es un híbrido producto de la cruza artificial de las especies B. aurea x B. versicolor. En este caso, se trata del cultivar Brugmansia x candida ‘Double White’. Cercana al conocido floripondio, pertenece a la familia Solanaceae.
Es un arbusto o pequeño árbol que puede alcanzar entre 3 y 5 m de altura, con los tallos jóvenes, hojas y cálices rugosos. Tiene hojas grandes, ovales, con borde entero y suaves pelos grises. Sus flores colgantes, blancas y perfumadas durante el atardecer, de casi 25 cm de largo, presentan un cáliz de casi la mitad de la longitud de la corola.
En sitios cálidos y libres de heladas, florecerá casi todo el año. Requiere sol o media sombra, suelos bien drenados y riego suplementario en tiempos cálidos y secos.
Las plantas del género Brugmansia contienen sustancias de naturaleza alcaloide, hiosciamina y escopolamina, que son altamente tóxicas y pueden provocar alucinaciones, la depresión del sistema nervioso central, parálisis y la muerte.
5. Alsophila australis
Del grupo de los llamados “helechos arborescentes”, pertenece a la familia Cyatheaceae. Nativo de Queensland, Nueva Gales del Sur y el sur de Victoria en Australia, así también como Tasmania y la isla Norfolk, es conocido también como Cyathea australis.
Posee un porte muy robusto, pues forma un tronco grueso de color negruzco que puede superar los 30 cm de diámetro, mayor todavía en su base, donde desarrolla una gran cantidad de raíces adventicias. Puede crecer hasta más de 12 metros de altura. En realidad, el tronco botánicamente no lo es tal, sino que es producto de la presencia de raíces adventicias, tubérculos (partes nudosas) y masas de escamas parecidas a pelos: el “tronco” de un helecho arborescente es en realidad un rizoma muy agrandado. Otra característica distintiva es que los peciolos de esta especie poseen espinas cónicas, densamente distribuidas. Las hojas o frondes pueden alcanzar hasta 4 metros de longitud y forman una corona muy espesa, y emergen de manera abundante. Son verde oscuro en el haz y pálido en el envés, bipinnadas o tripinnadas, de peciolo estrecho, cuyas bases habitualmente quedan presentes en el tronco tras su decrepitud.
Resiste especialmente condiciones desfavorables, como el frío o el sol directo, pero siempre será ideal mantenerlo en una ubicación protegida del sol en las horas más cálidas del día o en climas no favorables. Tolera heladas cortas. Requiere suelos húmedos pero encharcados; puede cultivarse en contenedor de joven.
6. Eucalyptus deglupta
Comúnmente llamado eucalipto arco iris, es nativo de áreas boscosas tropicales húmedas con altas precipitaciones en Nueva Guinea, Indonesia y las Islas Filipinas (isla de Mindanao). Es el único eucalipto nativo del hemisferio norte.
Es un árbol de hojas persistentes, brillantes, acuminadas y en forma de lanza, aromáticas cuando se estrujan. Presenta pequeñas flores blancas en inflorescencias compuestas, axilares o terminales, en varias épocas del año dependiendo de la ubicación. Su mayor atractivo es la corteza del tronco teñida de naranja que se pela en verano para revelar una corteza multicolor inigualable, que consiste en vetas de color verde pálido, rojo, naranja, gris y marrón púrpura. Fuera de los entornos tropicales, la corteza suele ser mucho menos colorida.
Es resistente a altas temperaturas (por encima de 30ºC) pero no a la sequía prolongada. Crece en suelos ricos, bien drenados pero que mantengan algo la humedad. Es un árbol ideal para grandes áreas abiertas como parques o jardines, donde puede proporcionar sombra ligera y es muy llamativo gracias a su corteza y flores.
7. Metasequoia glyptostroboides
De la familia Cupressaceae, es un árbol considerado un fósil viviente. En 1943 fue descubierto un representante vivo de este género en la provincia Hubei, China. Hasta ese momento se sabía de este género solo por hallazgos fósiles, ya que se lo creía extinto desde hacía millones de años. Este evento fue considerado como uno de los hechos botánicos más importantes del siglo XX. Tras su identificación se enviaron semillas del ejemplar a Europa y EE.UU., y, a partir de allí, a varios jardines botánicos y arboretos del mundo, dando lugar a las progenies existentes ex situ en la actualidad.
Puede alcanzar de 30 a 40 metros de altura, con copa cónica y estrecha; con la edad, el árbol ensancha su base. Tiene corteza gris oscuro que se desprende en tiras. Su ramificación es opuesta (a diferencia de la de la Sequoia sempervirens, especie de apariencia similar, pero con ramificación alterna); las ramitas jóvenes están ligeramente inclinadas hacia arriba, las ramas más antiguas son prácticamente horizontales. Tiene follaje lineal, plumoso, similar a un helecho, que es suave al tacto; emerge de color verde claro en primavera, madura a un color verde intenso en verano y se vuelve rojo bronce en otoño. Es una especie monoica: las flores masculinas se agrupan en largas inflorescencias rojizas, que pueden medir 30 cm, y las flores femeninas son conos con largos pedúnculos. Es de rápido crecimiento, prefiere suelos húmedos y sueltos, y se desarrolla mejor cerca de los cursos de agua. Es bastante resistente al frío e incluso a las heladas, soportando temperaturas de hasta -18ºC.
Es una especie en peligro crítico de extinción (UICN), por la importante fragmentación de la población existente y la progresiva reducción del número de individuos originales, pero que se reproduce fácilmente a partir de semillas o estacas. Destinada a grandes parques, donde luzca su silueta y su follaje otoñal de manera única, que permita sentir que conservamos un fósil en el jardín.