Trucos para que Windows trabaje para vos (y no al revés)
¿Para qué sirve una computadora? La respuesta es poco conocida y un poco huidiza, pero conocerla te puede da una ventaja competitiva clave en el mundo de hoy. Estos métodos funcionan en Windows 10 y 11
De todas, la lección que más cuesta transmitir en un aula es que las computadoras son como herramientas al revés. En lugar de pensar primero en para qué las vamos a usar, las diseñamos de tal modo que puedan usarse para casi todo. La dificultad para captar esta idea no tiene que ver con la edad, a pesar del prejuicio vigente. Mis alumnos en la facultad, con 22 o 23 años, no logran incorporar con facilidad este rasgo único de la informática. Créanme, no hay nativos digitales ni nada por el estilo. Han batido el parche hasta cansarse con ese cuento, pero el saber que un analgésico te calma el dolor de cabeza no te convierte en médico. Así, el mayor secreto de las computadoras sigue siendo un misterio. Por computadoras me refiero a tu notebook, la tablet, el teléfono y varios electrodomésticos, incluida la caldera.
No hay una conspiración para resguardar este secreto. Y el asunto tampoco es demasiado críptico. Es solo un fenómeno que se repite con cada cambio paradigmático en la civilización. Recuerdo que durante al menos diez después de que las PC de escritorio empezaron a popularizarse, en la década del ‘90 del siglo pasado, muchos gurús, comunicadores y líderes sociales, como no entendían nada de informática, persistieron en la idea de que había que “simplificar la computadora”. Nacieron en aquella época unas set-top boxes que permitían “navegar la web” (qué viejazo) de una forma más sencilla. O sea: había llegado la era de la computación personal, que pondría al mundo patas para arriba, pero seguían viéndola como si fuera un televisor. Esas set-top boxes fracasaron patéticamente.
Los cambios de paradigma son complicados. Me recuerdan siempre al cuadro de Magritte. Ceci n’est pas un pipe. Es decir, la PC tenía pantalla, como la tele, y teclado, como la máquina de escribir. Pero no era ni lo uno ni lo otro. Más aún: no era nada que hubiéramos visto antes en nuestros hogares. Así, cuando en los 2000 el uso de Internet hizo que el empleo de estas nuevas máquinas se catapultara a cifras exorbitantes y, siete años más tarde, cuando empezamos a llevarlas en el bolsillo, después del nacimiento del iPhone, la virtud original de estas nuevas tecnologías quedó sepultada por la cotidianidad. La revolución se volvió tan unánime que su idea fundacional pasó inadvertida.
Decir que una computadora sirve para escribir, mandar mails o WhatsApp, ver películas, conectarse a internet, llevar planillas de cálculo, etcétera, está bien. Sí, sirve para todo eso. Pero es una definición incompleta, porque también sirve para diseñar una casa, editar imágenes o jugar al Tetris. Ahí es donde, por lo general, el interlocutor se cabrea y te dice: “¿Pero qué querés, que te diga todo lo que se puede hacer con una computadora?” Sí, claro. Es exactamente lo que pido, y es posible resumirlo en un concepto sucinto. Podrá parecer un tema enteramente teórico, irrelevante en el día a día. Pero es exactamente al revés. Entender este datito te va a permitir advertir que estás usando mal tus dispositivos. ¿Mal? Sí, y por eso eso vamos a responder primero la dichosa pregunta de para qué sirve una computadora.
Esto es inútil
¿Para qué sirve un martillo? Para martillar. ¿Una bicicleta? Podés usarla para colgar ropa o como un adorno (son hermosas las bicicletas), pero su función es la de llevarte de acá para allá. ¿Y la compu? Ese es el problema. No tiene una función. No es una computadora para escribir (supo haberlas; fracasaron). O para ver series. Es la primera herramienta que no diseñamos orientada a ninguna tarea en particular. Para eso hubo que dar una vuelta de tuerca revolucionaria. Las computadoras en realidad sí tienen una función. Es una sola, y de esas dependen todas las demás. Pero esa función es tan disruptiva que, tres décadas después, hacemos prácticamente todo con computadoras.
¿Para qué sirve una computadora? Para ser programada. Podemos programarlas. Es para lo único que sirven. Al revés de lo que solemos pensar, no sirven para todo. Sirven para tareas que pueden reducirse a valores numéricos o a valores de verdad (verdadero/falso) y pueden plantearse como una serie de pasos discretos y estructurados. Es decir, como algoritmos.
El número de tareas que pueden programarse es tan enorme que estas máquinas no solo parecen servir para todo (no, no sirven para todo), sino que, dependiendo de qué componentes les conectemos podemos emplearlas también para cortar el césped, mantener la temperatura correcta de una cava o controlar la ignición del motor de un automóvil.
Cierto, algunas computadoras solo tienen un propósito. Por ejemplo, no podés instalar WhatsApp en la computadora de vuelo de un Jumbo 747 o en el control remoto del aire acondicionado. Pero la PC es algo llamado computadora de propósito general: podés programarla para que haga cualquier cosa que se te ocurra, siempre y cuando esa tarea se base en algoritmos. Lo mismo pasa con las consolas de videojuegos; básicamente, simplifican y vuelven mas eficiente la ejecución de videogames.
Otoño temprano
Así que todo lo que hace una computadora o un teléfono es ejecutar programas. Desde el momento en que la encendemos hasta que la apagamos, todo lo que hace –lo veamos o no– ha sido programado por alguien. Incluso pueden programarse para que dadas ciertas condiciones se pongan en marcha y hagan su trabajo de forma autónoma, como las aspiradoras robóticas o las calderas. Estas, además, vienen con un panel que permite crear tus propios programas; como los termostatos pueden ser algo maniqueos, en casa tengo tres programas diferentes para la caldera: Otoño temprano, Otoño casi invierno y Hoy realmente hace frío. Ya les contaré, es toda una ciencia.
OK, es cierto, no solemos pensar en nuestros dispositivos como aparatos que ejecutan programas sino como máquinas que hacen cosas. Pero el cambio de época es brutal. Hoy hacemos gran parte de nuestro trabajo con herramientas que, al revés que las que usamos durante los últimos 350.000 años, no tienen una función predefinida. Hasta que llegó la gran disrupción. Así, el mismo dispositivo que usás para hablar por teléfono te sirve para sacar fotos, escanear un QR y pagar una factura, ver el capítulo de una serie, oír a Bach, comprar cinta de embalaje, leer este artículo, y sigue la lista.
Todo lo dicho hasta acá deja una idea de lo más interesante flotando en el aire. Si las computadoras solo ejecutan programas, ¿no habrá un lugarcito para mí? Es decir: ¿no podré automatizar algunas tareas para no tener que hacer lo mismo mil veces a mano? Por supuesto que sí.
Un clásico contemporáneo: el arranque de tu sesión de Windows. Si no sos de dejar la máquina siempre encendida o si estás cambiando de sesión con cierta frecuencia, seguramente estás arrancando una serie de programas cada vez. O al revés. Siempre se dispara un programa que no te sirve, así que lo cerrás. ¿Se repite? ¿Lo hacés a mano? Entonces está mal. Vamos a resolverlo.
Aplicaciones al inicio
Si apretás Mayúsculas+Control+Escape (las tres juntas) se va a abrir el Administrador de tareas. Una de sus pestañas se llama Inicio. Ahí están todos los programas que se arrancan cuando iniciás tu sesión. Con el botón secundario del mouse podés deshabilitar esas que arrancan cada vez y que (cada vez) volvés a cerrar. Skype, por ejemplo. Listo, ya ganamos un montón de tiempo. Pero hay más.
Para agregar un programa para que se inicie automáticamente, hacé lo siguiente:
- Apretá la tecla con el ícono de Windows en combinación con la letra R. O sea, Windows+R
- En el cuadro de diálogo que se abre escribí shell:startup
- Es así, sin espacio entre los dos puntos y startup, todo en minúsculas. Ahora apretá Enter y se va a abrir una carpeta
- Arrastrá allí los accesos directos a los programas que querés que arranquen de forma automática cuando iniciás esa sesión, y listo. Tené cuidado de arrastrar los accesos directos y no los programas ejecutables en sí, porque podrían dejar de funcionar. Para crear un acceso directo de un programa arrastralo y soltalo apretando las teclas Mayúsculas y Control a la vez.
De ahora en más, cuando inicies sesión tus aplicaciones van a arrancar por las suyas, sin que pierdas tiempo ni concentración en eso. Incluso aquellas aplicaciones que no son reiniciables, como las llama Microsoft (más sobre esto enseguida); por ejemplo, tu procesador de textos.
Es solo un atajo
Hay muchas herramientas para automatizar tareas en una computadora. Más abajo mencionaré algunas a las que vale la pena echarle un vistazo, pero hay cosas muy elementales en las que perdemos una enorme cantidad de tiempo. Por ejemplo, en mi escritorio hay un acceso directo a la plantilla que uso para escribir mis notas. Tipografía Times News Roman (los caracteres con serifes son más descansados para leer mucho texto) en cuerpo 14, sin justificación a la derecha, en columnas de 10 centímetros y sangría de medio centímetro en la primera línea de cada párrafo. Sería un delirio modificar todo esto cada vez que voy a escribir un texto; para eso está la plantilla, que por sí ya es una forma de automatizar.
Ahora, ¿cómo abrir esa plantilla? ¿Con el mouse? ¿En serio? Mirá esto: dale un clic con el botón secundario a cualquier acceso directo que tengas en el Escritorio y elegí Propiedades (o seleccioná el acceso directo y apretá Alt+Enter). Vas a ver que en la pestaña Acceso directo (que es la que se abre de forma predeterminada) hay un campo vacío etiquetado Tecla de método abreviado. Nadie se fija en esto porque, con ese nombre, puede servir para cualquier cosa, desde formatear el disco hasta comprar entradas para un teatro en Broadway.
Pero el mundo es de los valientes. Hacé clic en ese campo vacío y apretá una combinación de teclas que te resulte fácil de recordar para iniciar ese programa. En el caso de la plantilla normal para escribir en mi computadora es Control+Alt+W (por write, que para los veteranos tiene todo el sentido). Ahora le das Aceptar y cada vez que aprietes ese atajo vas a iniciar el programa sin perder tiempo con el mouse, que es simpático, pero lentísimo.
Y algo más. Si el atajo no está en el Escritorio, sino en una carpeta en el Escritorio, los atajos funcionan igual. Así que podés tener una cantidad de aplicaciones al toque (literalmente) sin inundar el Escritorio de íconos.
Herramientas profesionales de automatización
Por supuesto, podrías bajarte un lenguaje de programación, aprender a usarlo y escribir tus propias aplicaciones. Es lo bueno de la PC. E incluso del teléfono, aunque ahí ya nos la complicaron un poco más. Se ve que la computadora era mucho para el resto de los mortales. En muchos aspectos los teléfonos representan un retroceso en nuestras libertades y en el empoderamiento de las personas de a pie, pero dejaremos el tema para otra vez. Con todo, también en los teléfonos pueden automatizarse tareas.
- Entre los simples atajos de teclado y programar en Python tenés herramientas como AutoHotKey, que sirve para un montón de cosas que podrían resumirse en la frase “automatizar tareas en tu computadora”. La palabra script es clave para entender este software.
- Las reglas de correo electrónico son de lo mejor que puede pasarte, si el email todavía forma parte de tu trabajo. Acá hay una nota sobre el asunto, y pronto habrá una actualización.
- Otro lugar donde mirar, en Windows, es la herramienta Tareas programadas, que viene con el sistema (o sea, no hay que descargar nada) y resulta increíblemente útil para cumplir con el primer mandamiento de estos tiempos: No harás a mano algo que puede automatizarse.
El truco del estribo
Este te va a encantar. Porque te pasa todo el tiempo. Nos pasa a todos. Cerrás una sesión de Windows con un montón de programas y ventanas abiertos. Y por supuesto te encantaría que todo esté como lo dejaste cuando volvés. Una forma de hacerlo es hibernar la máquina. Pero si cambiás de cuenta de usuario, eso no sirve. Bueno, hay una solución. Para que Windows recuerde las aplicaciones que que dejaste abiertas al cerrar la sesión, seguí estos pasos:
- Abrí la configuración de Windows (Windows +I)
- Andá al apartado Cuentas
- Hacé clic en Opciones de inicio de sesión
- Una vez ahí, bajá hasta encontrar la opción Guardar automáticamente mis aplicaciones reiniciables y reiniciarlas cuando vuelva a iniciar sesión (SIC) y activala, como se ve en la imagen de abajo.
Listo, con eso la mayoría de lo que estabas haciendo (sobre todo los navegadores) van a estar tal como los dejaste. Obviamente, la trampita acá está en qué es eso de las aplicaciones “reiniciables”. Todas las del Microsoft Store, escritas en la Universal Windows Platform, una API relativamente reciente, son reiniciables. Lo mismo los navegadores y los diálogos del sistema nativos de Windows 10 y 11. En cambio, un programa como LibreOffice o las ventanas tradicionales de Windows no son reiniciables. Pero con volver a tener los navegadores como los dejaste de forma automática ya ganaste un montón de tiempo. Que era lo que buscábamos. Después de todo, eso es lo único que resulta imposible recuperar. Y tampoco podés hacer backup. Del tiempo, digo.