A FONDO: Cómo la redada policial más letal de Brasil se convirtió en una masacre

Por Manuela Andreoni, Fabio Teixeira y Luciana Magalhaes
RIO DE JANEIRO, 20 dic (Reuters) - Poco después de la medianoche del 28 de octubre, un grupo de policías se vio sorprendido por unos 20 hombres armados en motocicletas que huían de la favela Alemão, uno de los cuarteles generales de las bandas más conocidas de Río de Janeiro.
Se inició un tiroteo. Dos de los hombres fueron alcanzados y cayeron abatidos. Mientras agonizaban por las heridas, dijeron a los agentes que el grupo había "filtrado información" de que la policía estaba cercando el cuartel general de la banda Comando Vermelho, y que buscaban escapar, según un informe de incidentes policiales de ese día visto por Reuters.
Un par de horas después, sonaron fuegos artificiales sobre Alemão y la favela vecina de Penha, una forma habitual de avisar de que la policía se acercaba, según contaron dos residentes a Reuters. La gente empezó a refugiarse donde podía.
"Tu adrenalina está por las nubes", dijo Wazen Ferreira, un periodista local que se escondió en un bar con otros residentes cuando empezaron los fuegos artificiales. "Se te seca la boca y sólo sientes sed".
Alrededor de las 4 de la madrugada, más de una docena de camiones blindados negros y varios coches de policía empezaron a converger en el complejo de favelas llevando a cientos de agentes a las calles poco iluminadas.
Los miembros de la banda prendieron fuego a neumáticos y coches viejos para bloquear las calles más anchas de Penha, cubriendo con humo oscuro el cielo, donde los drones de la policía luchaban por rastrear los movimientos de la banda en un laberinto de callejones y calles de tierra.
Lo que siguió fue un tiroteo de 17 horas que dejó al menos 121 muertos, entre ellos cuatro policías. Un quinto agente murió semanas después a consecuencia de sus heridas.
La operación policial, la más letal de la historia de Brasil, tenía por objeto neutralizar a los líderes locales de la banda Comando Vermelho. Las autoridades han calificado la operación de éxito y han prometido más acciones de este tipo.
Pero una revisión de Reuters de las declaraciones de ocho oficiales de alto rango, entrevistas a testigos, informes policiales y pruebas de video pinta un cuadro diferente: las filtraciones hicieron huir a los sospechosos, la policía cayó en una trampa mortal que obligó a una misión de rescate, y el liderazgo del Comando Vermelho salió ileso.
Dos semanas después de la redada, Reuters tuvo que atravesar barricadas improvisadas y puestos de control de bandas para acceder a la favela.
Una decena de residentes, líderes locales y funcionarios del gobierno dijeron a Reuters que la redada no había hecho nada para romper el control de la banda sobre la comunidad.
"Siguen creyendo en este fallido plan de seguridad pública", dijo Albert Alves, que dirige una organización local sin ánimo de lucro dedicada a la educación, refiriéndose a las autoridades mientras inspeccionaba los agujeros de bala en el espejo de su sala de ballet. "Lleva mucho tiempo sin dar resultados".
ENTRANDO A UNA TRAMPA
Al momento en que la policía entró en las favelas vecinas de Penha y Alemão, el líder de la banda, Edgar Alves de Andrade, conocido como Doca, y sus lugartenientes más cercanos habrían sabido desde hacía días que venían.
Las inclemencias del tiempo, que dificultan la visibilidad de los drones de la policía, habían llevado a las fuerzas de seguridad a reprogramar la redada en repetidas ocasiones, lo que permitió que circularan rumores por Internet, según dijo a los fiscales Andre Luiz de Souza Neves, uno de los directores de policía que planearon la redada.
Aunque los agentes dijeron a los fiscales que no identificaron ninguna filtración de sus planes, algunos afirmaron que la decisión de emplear un número extraordinario de camiones y tropas podría haber alertado a los vigías de las bandas que siguen los movimientos de la policía.
"No llegamos allí con el factor sorpresa", afirmó Fabricio Oliveira Pereira, jefe de la unidad especial de la policía civil, en su declaración.
Aunque la banda sabía que iban a llegar, la policía siguió adelante con su plan de presentar órdenes de registro en la casa de Doca, conocida como la "Guarida del Oso", donde se creía que el Comando Vermelho había escondido armas, drogas y registros contables.
Nunca llegaron allí. Cuando se aproximaban a la dirección antes de las 9 de la mañana, los agentes que lideraban el avance fueron alcanzados por disparos desde la ladera de la colina, según las declaraciones de la policía y los informes de incidentes.
El agente Bernardo Leal Annes Dias, de 45 años, se encontraba en un callejón detrás de la casa de Doca cuando recibió un balazo en la pierna derecha, que posteriormente le fue amputada en el hospital tras ser rescatado en una motocicleta.
A la vuelta de la esquina, el detective Marcus Vinicius Cardoso de Carvalho, de 51 años, murió al recibir un disparo en el pecho.
La policía se dio cuenta de que los hombres habían caído en una trampa.
Los agentes que dirigían la redada decidieron que debían enviar refuerzos para "contener" a los miembros de la banda que disparaban desde la ladera, dijo Moyses Santana Gomes, jefe de la división antidroga, en su declaración.
Pero no todos los policías civiles que enviaron estaban preparados para lo que les esperaba.
En ese equipo se encontraba Rodrigo Velloso Cabral, de 34 años, que se había incorporado al servicio dos meses antes.
Las imágenes de un dron policial mostraban a cinco de sus compañeros caminando hombro con hombro por un camino de tierra que conducía a unas colinas boscosas en las que los mandos habían visto entrar a los miembros de la banda horas antes.
Cuando el grupo fue tiroteado, un agente cayó al suelo agarrándose la pierna. Otro levantó una mano ensangrentada.
Mientras se ponían a cubierto, Cabral, varios metros por detrás de ellos, se retiró con otro compañero hacia un terreno más seguro. Justo después, según los oficiales superiores, murió al recibir un disparo en la cabeza.
Ninguno de los hombres llevaba casco.
EMBOSCADOS DESDE LO ALTO
En Brasil, la policía civil se encarga de investigar los delitos, mientras que la policía militar es responsable de prevenirlos.
Ambas fuerzas cuentan con unidades tácticas, incluida la división BOPE de la policía militar, que ha participado en algunas de las redadas más mortíferas de Brasil y cuyo emblema -una calavera atravesada por un puñal- es conocido en todo el país como símbolo de la letalidad policial.
En la redada contra el Comando Vermelho, la policía civil se desplegó en la favela para buscar sospechosos y confiscar pruebas, mientras que la división del BOPE, más militarizada, tomó posiciones en las colinas circundantes, por encima de los complejos de favelas de Penha y Alemão, en el norte de Río, donde viven unas 280.000 personas.
Las dos favelas están separadas por más de un kilómetro de colinas conocidas como Serra da Misericordia, esculpidas por canteras de roca y cubiertas de espesos bosques tropicales.
En anteriores incursiones en las favelas, los miembros de las bandas habían escapado y recibido refuerzos a través de las colinas. Para evitarlo, una unidad del BOPE subió desde Alemão hasta la cima de Serra da Misericordia poco después de las 5 de la mañana para detener a los sospechosos y vigilar a la policía civil que cumplía órdenes de arresto más abajo.
"Más importante que la guerra es quién está a nuestro lado en las trincheras", dijo el comandante del BOPE, Marcelo Corbage, a sus agentes antes de la incursión, en un video compartido posteriormente en Internet. "¡Luchemos por nuestros hermanos!".
Alrededor de las 10 de la mañana, cuando las noticias de las primeras bajas policiales llegaron a la unidad del BOPE en Serra da Misericordia, algunos abandonaron sus posiciones para lo que Corbage llamó más tarde una "misión de rescate", mientras que un segundo grupo se quedó atrás para mantener su posición estratégica en la colina.
Sólo su unidad contaba con paramédicos, según dijo a los fiscales en una declaración.
La policía calcula que había unos 500 miembros de bandas armadas en Penha, y cientos más en Alemão.
Victor dos Santos, secretario de Seguridad Pública de Río, dijo a Reuters que el plan consistía en enviar un total de 2.500 agentes a la zona porque querían una ventaja numérica de cinco a uno.
Santos dijo que esa proporción significaba que "en teoría, el delincuente se sentiría intimidado por esta fuerza policial y se rendiría".
Pero en los informes presentados a la fiscalía, la policía sólo dijo que había enviado 1.100 hombres al complejo de Penha esa mañana, es decir, aproximadamente una proporción de dos a uno.
Marcelo de Menezes, jefe de la Policía Militar de Río, declinó confirmar ese número, pero dijo a Reuters en una entrevista que los 2.500 agentes citados por el Gobierno incluían un contingente que apoyaba la redada a distancia, incluidas patrullas en los barrios circundantes.
Cuando el BOPE salió de las colinas, se encontró a sus colegas bajo fuego. Las imágenes de un dron policial mostraban a decenas de presuntos miembros de bandas, muchos de ellos armados con fusiles y vestidos con trajes de combate de camuflaje, que se habían adentrado en la parte baja de las colinas boscosas.
Un dron de la policía mostró a dos agentes del BOPE arrastrando el cuerpo de Cabral por un sendero de tierra, mientras los miembros de la banda se escondían detrás de los árboles cercanos.
Con dos policías ya muertos y cinco heridos, el capitán del BOPE Jansen Ferret declaró a los fiscales que los agentes tenían que impedir que la banda "diezmara" a más de sus colegas.
En ese momento, dijo, su misión "se convirtió en una lucha por su vida".
Reuters no pudo determinar cómo un grupo de agentes del BOPE se enfrentó a la banda para rescatar al resto de sus compañeros heridos.
Alrededor de la una de la tarde, el equipo de rescate del BOPE había perdido a uno de sus propios agentes con un disparo en la cabeza; otro fue trasladado de urgencia al hospital con un disparo en el pecho y murió después de que los médicos intentaran reanimarle durante 40 minutos. Otros siete miembros del equipo resultaron heridos.
Entre los miembros de la banda que se escondieron en el bosque estaba Wellington Brito, de 20 años, cuya madre, Taua, dijo a Reuters que se había dado cuenta de que traía más dinero a casa desde que empezó a relacionarse con miembros de la banda. Reuters no pudo verificar si iba armado.
Mientras los disparos resonaban en la favela, Taua envió un mensaje de texto a su hijo y se enteró de que estaba huyendo.
"Te dije que te quedaras en casa", escribió a las 7:12 a.m. en textos vistos por Reuters. "No tienes por qué pasar por esto".
Quince minutos después, él respondió que su esperanza era "limpiar mi nombre", y añadió: "Sólo quiero que todo esto termine".
NO SALDREMOS VIVOS DE AQUÍ
Ninguna de las imágenes editadas que la policía entregó a la prensa mostraba con detalle lo que ocurrió aquella tarde, aunque las organizaciones de derechos civiles y los defensores públicos han presionado a los fiscales y al Supremo Tribunal Federal para que hagan públicas las imágenes de los drones y de las cámaras corporales que llevaban los agentes de policía.
Lo que es seguro es que poco de ello estaba planeado. La policía civil presentó documentos legales esa misma mañana para una operación que concluiría a mediodía. La policía militar dijo a los fiscales que supervisaban la actividad policial que esperaban haber terminado a las 5 de la tarde.
Corbage, del BOPE, dijo a los fiscales que su unidad no pensó en llevar baterías de repuesto para las 77 cámaras corporales que trajeron para los 215 agentes desplegados, porque no esperaban que la operación durara más de seis horas.
El Supremo Tribunal Federal de Brasil dictaminó en 2022 que todos los agentes de policía desplegados en las favelas de Río deben ir equipados con una cámara corporal que funcione.
Esa decisión formaba parte de la respuesta de Brasil a su condena ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por los homicidios cometidos por la policía de Río en 1994 y 1995. Desde entonces, el número récord de víctimas mortales no ha hecho más que aumentar.
A medida que la matanza se prolongaba aquella tarde, el miedo se apoderaba de los agentes, según dijo Neves, uno de los directores de la policía.
"No saldremos vivos de aquí", recuerda que le dijo un compañero después de la redada.
Neves explicó que, con el paso de las horas, la policía se fue enterando de quiénes de sus compañeros habían sido abatidos, lo que creó "una enorme sensación de angustia" entre los agentes que seguían en la línea de fuego.
En algunas de las operaciones policiales más letales de Río de Janeiro, el número de muertos se ha disparado tras las primeras bajas policiales, incluida una redada que dejó 28 muertos en la cercana favela de Jacarezinho en 2021, hasta entonces la más mortífera de Brasil.
"Hay un patrón recurrente de venganza, en el que los agentes imponen su propio sentido de la justicia", dijo Adilson Paes de Souza, un exoficial de la policía militar en el estado de Sao Paulo, que investiga la letalidad policial.
Santos, secretario de Seguridad Pública de Río, dijo a Reuters que "no hubo masacre" y que las personas murieron porque decidieron enfrentarse a la policía.
"Obviamente, no es razonable esperar que un agente no intente salvar su propia vida o la de un compañero", añadió.
CUERPOS AMONTONADOS
Mientras los disparos se sucedían por la tarde, las escuelas cerraron, las líneas de autobús dejaron de circular y las principales calles de Río quedaron bloqueadas con autobuses quemados en represalia por los delincuentes, según la policía.
Las víctimas, la mayoría ya muertas, empezaron a llegar a un hospital cercano. Las familias de los desaparecidos se reunieron en la sede de la policía para recibir noticias.
El tiroteo disminuyó tras la puesta de sol, cuando los brasileños se enteraron por las noticias nocturnas de que el número de muertos había aumentado a 64, lo que ya era suficiente para convertirlo en el asalto más mortífero de la historia de Río.
Pero muchos residentes de Penha seguían teniendo amigos y familiares desaparecidos. Erivelton Vidal, un líder de la comunidad, estaba con varias familias que partieron de su asociación de vecinos bajo la colina de Penha para ir a buscar en Serra da Misericordia.
Cuando llegaron, todavía podían ver un camión blindado, dijo.
La unidad de élite de la policía había recogido decenas de cadáveres, dijo su comandante Corbage en su declaración, citando las instrucciones de un oficial superior que supervisaba la policía forense.
Los videos de los testigos muestran que una caravana de cinco furgonetas mortuorias llegó al depósito de cadáveres de la policía de Río después de las 22:30 horas de esa noche.
El transporte de cadáveres antes del análisis forense crea serios problemas para una investigación independiente de las decenas de muertes ocurridas ese día.
"El traslado de los cuerpos ya sin vida constituye una violación de la legislación vigente", afirmó Cassio Thyone, experto forense del Foro Brasileño de Seguridad Pública.
Alrededor de las 21:00 horas de la noche de la redada, Vidal dijo que los residentes se encontraron con varios cadáveres en la zona.
Un grupo encontró una cabeza cortada atascada entre las ramas de un árbol, registrada en un video que fue verificado por familiares y un informe del Congreso.
Taua Brito, la madre de Wellington, estaba entre ellos. A la luz de su teléfono móvil, siguió un camino en el bosque entre decenas de cadáveres sin encontrar a su hijo.
Vidal dijo que el grupo de búsqueda ciudadana decidió bajar los cuerpos a una calle principal de la comunidad para que los residentes pudieran identificar a sus seres queridos.
"Les pedí que no lo hicieran, porque allí hay una guardería", dijo. Pero, añadió, "se impuso la mayoría".
Durante toda la noche, los residentes contaron a Reuters que subieron decenas de cadáveres a camionetas y los llevaron hasta la plaza principal de Penha, retirando las ropas manchadas de sangre de muchos de los cadáveres.
Madres e hijos veían crecer la fila de hombres desnudos, algunos con los órganos desparramados, otros con los rostros destrozados hasta quedar irreconocibles, apuñalados, sin cabeza o sin extremidades.
Brito encontró el cuerpo de su hijo Wellington bajo una sábana manchada de sangre, alineado con docenas de cadáveres en medio de la calle. Se arrodilló junto a él y lloró, acariciándole la cara.
(Reporte de Manuela Andreoni, Fabio Teixiera y Luciana Magalhaes en Rio de Janeiro. Reporte adicional de Janaina Quinet en Rio de Janeiro. Editado en Español por Ricardo Figueroa)



