ANSA/Ucrania: El impulso de Trump, los límites de Putin
Difícil hallar un punto de equilibrio en las negociaciones.
Es innegable que se han dado avances impensables hasta hace apenas unas semanas. Volodimir Zelensky está cediendo de manera inteligente mucho, quizá muchísimo, pero en algunos puntos estratégicos —como el territorial— ya no puede retroceder más.
Donald Trump, por su parte, reequilibró la posición estadounidense tras el muy cuestionado plan inicial de 28 puntos, que adoptaba casi por completo la narrativa rusa, y llegó incluso a aceptar una participación de Estados Unidos en las garantías de seguridad para Kiev.
Europa volvió a entrar en juego, impulsó un diálogo fructífero con Washington y se muestra dispuesta a asumir responsabilidades tanto en el uso de los activos rusos congelados como en una futura fuerza internacional que podría desplegarse cuando se alcance algún tipo de paz.
Sin embargo, la cuadratura del círculo aún está lejos. Rusia dice estar dispuesta a la paz, pero siempre hay un "pero" que frena las negociaciones: Moscú sigue reclamando todo el Donbás, rechaza de plano la presencia de tropas de países de la OTAN en territorio ucraniano y es muy probable que no vea con buenos ojos las garantías de seguridad que están elaborando estadounidenses y europeos.
El empuje de Trump hacia la paz choca con los límites que Rusia continúa imponiendo en el proceso. El presidente estadounidense quiere poner fin al conflicto en plazos breves, pero los tiempos de Moscú son muy distintos.
Vladimir Putin no tiene apuro y la guerra sobre el terreno está girando lenta pero inexorablemente a su favor, a un costo de pérdidas humanas devastadoras en ambos bandos.
Cuando los rusos afirman que no quieren un alto el fuego sino una "paz verdadera", lo que en realidad dicen es que exigen la aceptación plena e inmediata de todas sus condiciones, algo que Zelensky no puede aceptar en su totalidad.
El presidente ucraniano ya renunció al ingreso en la OTAN a cambio de sólidas garantías de seguridad similares al artículo 5 de la Alianza Atlántica; aceptó de hecho que algunos territorios permanezcan bajo control ruso —aunque sin reconocimiento formal— y dio su visto bueno al congelamiento de las actuales líneas del frente.
Pero no puede ceder también la parte del Donbás que sigue en manos ucranianas, como exige Moscú, porque eso equivaldría a una derrota militar, estratégica y política.
Zelensky sabe, además, que no puede rechazar las negociaciones impulsadas por Trump: de hacerlo, rusos y estadounidenses le endosarían la responsabilidad del fracaso.
Por eso intenta constantemente devolver la pelota al campo ruso.
En este contexto, la actitud de Estados Unidos será clave.
Los vaivenes de Trump no han ayudado hasta ahora y su tendencia a aceptar posiciones rusas complicó en más de una ocasión la situación de Ucrania. Zelensky, en lo esencial, ya aceptó las líneas del nuevo plan, y Washington espera ahora una respuesta oficial y detallada de Moscú.
Pero este esquema es muy distinto en muchos aspectos del plan original de 28 puntos, y Rusia ya hizo saber que hay numerosos elementos que no le resultan aceptables.
“Qué hará ahora Trump? ¿Se mantendrá firme y defenderá el nuevo plan surgido de los contactos con ucranianos y europeos, o volverá a retroceder hacia las posiciones rusas, como ya ocurrió varias veces en el pasado?
También conviene recordar que este tipo de negociaciones suele ser particularmente duro y que ninguna de las partes abandona sus posiciones hasta el final, en el intento de obtener la mayor cantidad posible de ventajas hasta el último momento.
Queda la esperanza de que Trump tenga razón cuando dice percibir que todos quieren la paz, aunque vaya en sentido contrario la aclaración del Kremlin de que no hubo ninguna llamada entre Trump y Putin después de la del 16 de octubre pasado.
En este escenario en permanente movimiento, crece el papel de Europa, que tuvo el mérito de ayudar a reequilibrar el borrador del plan de paz. La Unión Europea es cada vez más consciente de que el respaldo a Kiev en los próximos meses recaerá cada vez más sobre sus hombros en términos políticos, económicos y militares.
Por eso deberá buscar compromisos y mediaciones entre las distintas posiciones y sensibilidades de los 27, tanto sobre el uso de los activos rusos como sobre el eventual despliegue de una fuerza de paz en Ucrania.
Como siempre, el tiempo apremia y Europa debe decidir rápido qué camino tomar, cómo recorrerlo y con quién. En este juego de la oca aplicado a la geopolítica, hay que extremar los cuidados para no retroceder y no volver jamás al punto de partida.
(ANSA).



