La bailarina y actriz aprendió a manejar a los 18 años y desde entonces los autos fueron parte fundamental de su vida
Energía pura. Así es Laura Fidalgo, la bailarina que desde los tres años y medio empezó a desplegar su arte y a partir de los 15 lo ha llevado a los escenarios del país y el mundo con los más altos estándares y cosechando miles de aplausos. Abocada desde hace un tiempo a la enseñanza en sus estudios de danza de Capital Federal, Bahía Blanca y Corrientes, tiene una relación especial con los autos, y dice que éstos son “su vida”.
“Recuerdo el auto familiar de cuando era chica. Vivíamos en Capital Federal y con mi mamá Susana, mi hermano Leandro y mi papá Teo viajábamos en su Estanciera al Sur donde él trabajaba como radiólogo en YPF de Plaza Huincul, Neuquén. Además, era un gran jugador de básquet, hasta llegó a ser director técnico de varios equipos y un precursor en ese deporte, porque impulsó el básquet femenino y en sillas ruedas en el Sur”.
Laura dice que aprendió a manejar a los 19 años: “Me enseño mi primer novio en una Chevy roja. ¡Aprendí a lo grande! ¡Era enorme! (risas). También me enseñó a andar en moto (tenía una para enduro, verde flúo y blanca re potente); yo la manejaba, pero él me ayudaba a sostenerla cuando tenía que frenar porque la moto era muy alta. También aprendí en su 4x4, fue en Lomas de Zamora por calles tranquilas y en las de Puerto Madero. Para practicar, y como siempre fui muy mandada, usaba el auto de mi hermano, un Zaz Tavria ruso y cuando se iba a trabajar o a la facultad me acompañaba mi mamá. Mis padres siempre me dieron mucho amor, educación, respeto y motivación. Me decían para todo, vos podes, me daban seguridad, ha sido clave en mi vida”.
Y recuerda: “Estaba en el Tavria con mi madre sobre avenida del Trabajo; no encontraba la marcha atrás porque ese auto era muy raro. Justo venía un colectivo que me tocaba bocina. Así qué nos bajamos con mi mamá del auto, paré al conductor le hablé y empujamos el Tavria hasta sacarlo de la calle (risas). De ahí en más, nunca dejé de manejar”.
Su primer auto llegó de manera mágica: “Me lo gané jugando al básquet en 2000, el deporte de mi viejo con quien practiqué en el Club Italiano el día anterior al Campeonato de Aro que hacía Tinelli en su programa. Eran diez famosos y una persona de la tribuna, cada uno tenía un tiro y así sucesivamente. Quedamos cuatro: Tinelli tiró la pelota, tocó el aro y afuera; el Pato Fillol tiró afuera; la chica de la tribuna, que era jugadora de básquet tiró, dio dos vueltas en el aro y afuera. Y yo tiré la pelota, giró en el aro, me ayudó la Virgen de San Nicolás, y ahí… ¡entró! Fue hermoso. Tinelli me preguntó si tenía auto, porque yo ya había trabajado en Europa y acá y no, no tenía, porque siempre prioricé invertir en el espectáculo y en mi progreso profesional. Lo vio toda mi familia y mi papá agarró un martillo y empezó a darle a una columna en el barrio para festejar. Todos me llamaron. Gané un Fiat Uno, pero lo cambié por un Palio azul marino porque puse un poquito de plata. Ese auto lo usé durante cuatro años”.
Mujer práctica, Laura señala que el auto es una “herramienta de trabajo” porque le permite manejarse tranquila para ir a todos los lugares. Añade que si hay que cambiar un neumático, se anima y no se hace problema.
“Luego del Palio tuve un Audi dos puertas, una Chrysler negra, un BMW coupé negro y el último, que lo cambié con ayuda de mi ex novio, fue un Mercedes-Benz plateado, una nave que se estacionaba sola (risas). Recientemente lo vendí debido a la pandemia porque prioricé mi instituto (Estudio de Arte y Danza Laura Fidalgo, en Belgrano, Federico Lacroze 2113), ya que tenía que pagar el alquiler, la luz, el gas, los maestros, la estructura... Soy muy realista, tengo que generar trabajo para sostener todo y veré de tener otro auto más adelante”.
Señala que ha tenido lindos autos y le encantaría tener un Jeep: “De los verdes, porque me siento una gladiadora de la vida. Un auto debe ser de tamaño ágil, no muy grande, fiel, simple, cómodo, que no gaste tanto combustible y que sea nacional, que lo pueda comprar de acá”.
Se define como cuidadosa con sus autos “porque tu vehículo refleja lo que sos; es como cuando bailás, cantás o actúas: si no sos sincero eso se traslada a los demás y no sos creíble. Me considero una muy buena conductora y al viajar escucho a Macy Gray, Bruno Mars, Beyonce y Tracy Chapman, o música country, clásica u ópera cuando estoy muy acelerada o el tránsito está detenido. Acá, muchos no respetan las normas y eso se debe a la falta de educación. Es una pena, porque el país está perdiendo ese pilar”.
Recuerda dos momentos al viajar en auto: “Uno fue cuando regresaba de una obra en Carlos Paz con mi mamá e íbamos escuchando al Doctor Tangalanga y nos moríamos de risa. El otro cuando íbamos a Cinco Saltos, en Río Negro, a la casa de mis tíos y primos. Eran muchas horas y al llegar, gracias a la Estanciera, alcanzábamos directamente la bajada de la casa sobre el lago Pellegrini donde había canoas. ¡Era lo más lindo del mundo!”
Finalmente, Laura dice que está viviendo un momento de crecimiento: “Estoy feliz, porque si bien el auto ha sido una herramienta de trabajo, en esta oportunidad me sirvió para mantener abiertas las escuelas de Belgrano (mailingbelgrano@gmail.com) y de Bahía Blanca (Laura.fidalgobb@outlook.com) e inaugurar una nueva en Corrientes (estudiodedanzas@ucp.edu.ar). En todas se realizan los protocolos sanitarios necesarios. Mi auto me ayudó a lograr eso y a pensar en volver a empezar. Vivo de mi arte, de mi trabajo y vender mi auto lo tomo como un paso para seguir adelante”.
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