El mercado de la nueva movilidad se diversifica cada vez más mientras que Tesla se hunde con su reputación por las posturas públicas de Elon Musk; cuál es el destino de la pionera en electromovilidad
No hace mucho tiempo los vehículos eléctricos de Tesla eran, de lejos, los mejores del mercado de la nueva era de la movilidad. La cosa, sin embargo, cambió bastante en los últimos 24 meses. 2021 y 2022 fueron años de nuevas y diversas llegadas fierreras: modelos baratos, caros, grandes, chicos, extravagantes y aburridos. De todo un poco.
El F-150 Lightning de Ford, la versión eléctrica del vehículo más vendido en Estados Unidos desde hace mucho tiempo, y su Mustang, por ejemplo, llegaron con diseños exteriores e interiores 100% premium, espacios amplios y prestaciones que no tienen nada que envidiarle a los motores convencionales. El Kia EV-6, por otro lado, llegó con un exterior innovador y futurista. Chevrolet, Mercedes-Benz y Rivian, entre otras, tampoco se quedaron atrás con sus repertorios.
Esta nueva competencia no llega de manera aislada, sino que se entiende dentro de un contexto en el que la imagen y semejanza de Elon Musk está en la cuerda floja. Su mandato caótico y polarizador como director ejecutivo de Twitter -durante el cual adoptó abiertamente ideologías de extrema derecha en cuestiones de género, periodismo y salud pública- nutrieron su perfil de magnate capitalista con sed de poder, incidiendo inevitablemente en la percepción social de la marca Tesla.
En este sentido, The Wall Street Journal informó el mes pasado sobre una encuesta realizada por Morning Consult que muestra que las percepciones de Tesla cayeron sostenidamente desde mayo, poco después de que Musk comenzara su oferta por Twitter. Entre octubre y noviembre, el período en que Musk se hizo cargo de Twitter, el sentimiento entre los demócratas hacia Tesla se desplomó, mientras que la preferencia entre los republicanos aumentó ligeramente.
“Musk está disuadiendo a la gente de comprar los autos que quieren comprar”, dijo con ironía Ross Gerber, director ejecutivo de Gerber Kawasaki Wealth and Investment Management, en una entrevista con The New York Times. El directivo cuya firma posee acciones de Twitter y Tesla criticó con vehemencia la política partidista que Musk adoptó en las redes sociales en el último año. Para Gerber, aunque las ventas y ganancias de Tesla siguen siendo sólidas, y el prospecto de la marca podría beneficiarse mucho por la Ley de Reducción de la Inflación firmada por el presidente Biden en agosto -que básicamente establece la entrega de créditos fiscales para vehículos limpios- el éxito de Tesla podría verse relegado por los tuits de su fundador.
“No importa si estás vendiendo pizza, pochoclos o autos, meterse en política con tus clientes nunca es bueno”, aseguró Gerber.
Es difícil estar en desacuerdo. Mientras Tesla toma distancia de su público, otras marcas aprovechan para volver a él. El Bolt EUV de Chevrolet, por ejemplo -un crossover eléctrico achaparrado y primo mayor del Bolt EV, el auto eléctrico básico que General Motors comenzó a vender en 2016- es espacioso y tiene personalidad. Su interior se parece mucho más al de un auto normal que al diseño extramoderno de Tesla. Mientras que en el Tesla casi todo se controla y regula mediante una pantalla táctil central, en el Bolt cosas como el aire acondicionado, la música y otros sistemas se manipulan con botones y perillas, al estilo de la vieja escuela. La grieta más importante viene al final: mientras que el Chevrolet Bolt EUV se consigue por menos de US$38.000 -en una versión muy bien equipada incluyendo el Super Cruise, programa de asistencia al conductor de GM-, el modelo más económico de Tesla, el Model 3, se vende por más de US$45.000.
La pregunta es entonces: si ya existen alternativas varias de autos eléctricos que no llevan consigo el bagaje político que Tesla sí supone, ¿Por qué Musk sigue actuando como si sus clientes no tuvieran otra opción?
La manera de actuar de Musk no se entiende. En el apogeo de Tesla, en septiembre del año pasado, la compañía automotriz alcanzó una valoración bursátil de más de un billón de dólares, mayor que el valor combinado de los cinco fabricantes de automóviles más grandes del mundo. En 2021, mientras que los fabricantes rivales sufrían escasez de suministros y se veían obligados a retrasar sus ventas, Tesla tomaba carrera gracias a haber previamente invertido en su propio software y sus propios componentes, y alcanzaba récords en patentamientos.
Este clímax, sin embargo, fue más lindo de lo que duró. Sin comprenderse bien el porqué, Musk recurrió a sus amenazas, especulaciones y retrocesos con comprar Twitter, y empujó a Tesla por un precipicio. Este año vendió decenas de miles de millones de dólares en acciones de Tesla para poder financiar su acuerdo con Twitter, llevándolas a caer en nada menos que el 60%. Esta cifra es mayor a la de la mayoría de sus rivales automotrices, y mucho más que la del S&P 500, que bajó apenas un 19% en 2022.
Así y todo, no todos los problemas de Tesla son obra de Musk. Al igual que otros fabricantes mundiales, la empresa sufrió retrasos varios en la producción relacionados con la pandemia del Covid-19 en China, que derivaron en el estancamiento del nivel de producción en las nuevas instalaciones de Austin, Texas y Berlín, Alemania. Por otro lado, los aumentos de las tasas de interés de la Reserva Federal y la perspectiva inminente de una recesión también impactaron negativamente en la fortuna de Tesla.
Analistas e inversores que estuvieron en diálogo con The New York Times, sin embargo, se refirieron a estos problemas como secundarios. “Tesla es Musk y Musk es Tesla”, dijo Dan Ives, analista de Wedbush Securities especializado en la marca. A diferencia de casi todos los demás fabricantes de automóviles, Tesla invierte poco y nada en publicidad., ya que tiene su lugar consolidado como evangelista del rubro de vehículos eléctricos. Sí se publicita por Twitter, de manera que “cualquier alteración en su posición cultural afecta también a la posición de la empresa” y, según Ives: “Su tiempo al frente de Twitter fue una destrucción masiva tanto para él, como para la firma”.
Entonces, ¿es este el final de Tesla?
Ives y Gerber coinciden en que si Musk renuncia como director ejecutivo de Twitter con relativa rapidez, como él mismo ya dijo que haría ni bien encuentre un reemplazo, Tesla podría recuperar su antigua gloria. De hecho, la firma todavía disfruta de algunas ventajas por sobre sus rivales, especialmente su red de más de 40.000 cargadores distribuidos en todo el mundo, posicionando a estos vehículos con una ventaja de practicidad frente a otros fabricantes de rodados eléctricos.
Colin Rusch, analista de la firma de inversión Oppenheimer & Co., señaló que Tesla también cuenta con una ventaja importante de varios años en ciertas tecnologías de vehículos eléctricos. Para empezar, lleva invirtiendo varios años en el diseño de sus baterías y procesos de fabricación para mejorar su eficiencia y rendimiento; áreas que sus rivales recién ahora están empezando a explorar. Así y todo, la impronta final no la darán las inversiones, sino la actitud pública de Musk. “Mucha gente piensa en sus autos como una forma de significar un tipo de identidad, y el significado simbólico de Tesla llegó a significar muchas cosas que difieren con las que significaba antes”.
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