Pasó del esplendor a la tragedia
Dos hermanos italianos explotaban el predio; la muerte de una chica precipitó el cierre
1 minuto de lectura'
El Italpark funcionó durante 30 años en un predio de 40.000 metros cuadrados en Recoleta. La concesión pertenecía a los hermanos Zanón, unos italianos que habían llegado a Buenos Aires en bancarrota y sin trabajo. Atravesó metamorfosis leves pero determinantes durante su existencia hasta coronarse como "el mejor parque de diversiones de Sudamérica", con sus inolvidables juegos: el Torpedo, el Pulpo, el Samba, los autitos chocadores, la montaña rusa Corkscrew.
Fue todo diversión hasta que Roxana Alaimo murió tras una falla en el Matterhorn, en 1990. La Justicia estableció una "condena solidaria" que obligó a las partes involucradas -los Zanón y la municipalidad de Buenos Aires- a cubrir juntos los costos de la indemnización. Como el resto de los juegos, el Matterhorn no contaba con mantenimiento ni controles técnicos desde 1983, según se constató durante el juicio. Hubo testigos que declararon que hasta faltaba personal y un mismo empleado tenía que comandar varios juegos a la vez.
Ya en 1989 el Laberinto del Terror había sido destruido por un incendio: fuego en sus muñecos, en los puentes de soga, en los esqueletos de plástico y la lona de vinilo que cubría la estructura metálica del juego. No hubo muertos ni damnificados porque no estaba habilitado al público.
De la mayoría de los juegos no hay rastros; algunos se encuentran en un parque de diversiones en Luján y, según la Asociación Argentina de Amigos de los Parques de Diversiones, otros están en perfecto estado en un gran centro de atracciones de Brasil, en Santa Catarina.
El Italpark convivió unos años con otro parque de diversiones, Interama, que abrió sus puertas en 1982, en Villa Soldati, en el sur porteño. Un año después, pasó a llamarse Parque de la Ciudad, cuando quedó en manos de la municipalidad. Desde entonces, tuvo varios cierres y reaperturas y permaneció abandonado hasta 2013, cuando el gobierno porteño desmanteló el predio para habilitar las 18 hectáreas con el nombre de Ciudad del Rock, destinado a la organización de recitales. Sólo conserva la Torre Espacial, de 208 metros, su emblema.



