Retiro, zona liberada para la venta ambulante
Las veredas están copadas por más de un centenar de puestos en los que se vende desde artículos electrónicos hasta medicamentos, todo de dudosa calidad
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Comida, medicamentos, ropa, electrónica, celulares y un sinfín de productos se consiguen -casi todos de dudoso origen y calidad- en las veredas de la estación Retiro.
Convertidas casi en un paraíso de la venta ambulante, las veredas que van desde la terminal de ómnibus, hasta la esquina de Avenida del Libertador y Ramos Mejía, suelen ser un extraño centro comercial a cielo abierto en el que los comestibles y medicamentos, no mantienen las condiciones de higiene y seguridad. Desde el gobierno de la ciudad afirman que la zona es una de sus principales preocupaciones, pero que al no contar con el apoyo de la Policía Federal, hacer un operativo definitivo es difícil, por el nivel de conflictividad.
Transitar por sus veredas es internarse en un submundo. Puestos de venta de productos variados se fusionan en una mezcla de colores y olores diversos -algunos irrespirables-. Sortearlos es indispensable, así como evitar los charcos de agua y barro y cuidar los bienes personales. En este sentido, la presencia de agentes de Policía Federal y de Gendarmería no logran ahuyentar la sensación de inseguridad que se tiene desde el principio del recorrido.
Sobre las calles rotas, los límites entre el cordón de la vereda y la avenida no están claros. Es porque los puesteros ocupan todo y los clientes se pasean como si estuvieran sobre la peatonal Florida.
En ese trayecto se puede mirar, comprar, probar, tomar un café, almorzar y hasta comprar el asado para el domingo. Además, uno puede conseguir un par de medias en el mismo lugar en donde compra un termo, la ficha para un enchufe o un gato de la suerte.
El que está dispuesto a regatear puede hacer una buena diferencia y llevarse un producto de marca, pero falsificado.
Gastar la suela del calzado no es impedimento para caminar; dieciséis puestos de venta de ojotas-que se consiguen a partir de 15 pesos- pueden suplir el que uno lleva puesto durante el "paseo".
Son catorce, además, los puestos que venden anteojos para sol, que pueden conseguirse desde 25 pesos. Los que imitan a la famosa marca con modelo aviador se consiguen por 50 o 60 pesos. Y si el comprador se los prueba varias veces y muestra dudas, puede regatear y ahorrarse hasta 20 pesos en un par.
"Acá por treinta pesos me llevo lo que en otro lado cuesta mínimo cincuenta", afirmó un joven que acababa de comprar un par de anteojos oscuros.
Los relojes y la ropa son la mercancía que abunda, después de los anteojos. Hay trece puestos destinados a cada uno de esos productos. Una remera puede costar desde 30 pesos y las medias se consiguen a una ganga: tres pares, con la pipa impresa, por 15 pesos. Todo trucho, por supuesto.
Cuando la sed apremia, uno puede acercarse a alguno de los diez puestos que ofrecen jugo de naranja que se exprime a la vista (sin mayor control sanitario). Y si se prefiere una gaseosa, hay seis stands que, además, ofrecen panchos desde 5 pesos, choripán o hamburguesas desde 10.
Otra opción es comprar un sandwich de milanesa a alguna de las dos personas que están a la salida de las estaciones de tren, que los venden a 12 pesos (tres menos que un negocio de microcentro, en donde hay heladera para mantener la mercadería en frío, como corresponde).
Como en cualquier shopping, en este también hay joyas. En doce puestos venden anillos, cadenitas y pulseras de brillante dorado. Son los mismos vendedores que ofrecen también cinturones, estuches para celulares, billeteras, relojes y anteojos. La convivencia de productos diferentes es una de las características de este pintoresco paseo.
Hay además cuatro puestos con yuyos, especias y hasta remedios en unos blisters desteñidos por el sol. Allí no hace falta receta.
También se consiguen celulares a menor precio que en el mercado legal. Un Blackberry 9300, por ejemplo, cuesta 1300 pesos; un Samsung Galaxy 2, 2700 pesos, y el modelo anterior, a 1900 pesos. "Todos vienen liberados, con Wi-Fi, el chip de regalo y tres meses de garantía", aseguró a este medio uno de los vendedores.
Hay también artículos de electrónica de procedencia desconocida como para equipar un hogar.
Al fin del recorrido es imposible saltearse la carnicería y la fiambrería. El kilo de asado puede comprarse por 13 pesos y el de chorizos por 19. Casi al frente, un hombre ofrece lo necesario para la ensalada y el postre. Los tomates cuestan 10 pesos el kilo y las frutillas, 11.
"Yo siempre compro acá, son buenísimos y todo está mucho más barato que en la verdulería de mi cuadra", afirmó un elegante cliente.



