En su segunda temporada, la serie Billions hizo historia al introducir al primer personaje no binario de la televisión. Pero los subtituladores de Netflix Latinoamérica no se dieron por enterados. Continúan nombrando a esta mente brillante en femenino. Como el personaje Taylor Mason y otras personas LGBTQ, Asia Kate Dillon no se identifica como hombre ni como mujer. "Mis pronombres son they, theirs y them", le dice al millonario Bobby Axelrod (Damian Lewis).
Y ahí está el problema: hacer el salto la traducción del inglés —"they", neutral en género y en este caso usado en singular— al castellano sin caer en las denominaciones heteronormativas. Como solución a este problema, las personas de este colectivo minoritario, invisibilizado y llamado el "tercer sexo" reivindican el pronombre neutro "elle" en lugar de "él" o "ella" y la terminación -e.
Más allá del error quizás involuntario de los traductores de la serie, como telón de fondo, está en juego el respeto por la autopercepción de la identidad de los demás, una cuestión que se compone de muchas facetas enlazadas entre sí: genéticas, sociales, culturales, lingüísticas, geográficas, históricas, afectivas. En el combate personal y diario entre nuestra materialidad y la cultura en la que estamos insertos, muchos ya han aprendido que somos más que nuestros genes y que nuestra genitalidad, más que las rígidas casillas en las que nos quieren insertar.
El conocimiento cada vez más profundo de nuestra intimidad biológica en el siglo XXI expande el debate e impulsa a repensarnos una y otra vez como individuos. "¿Qué nos hace humanos?" sigue siendo una pregunta abierta disputada por las ciencias como por la filosofía. A su modo es lo que vienen preguntándose tácitamente microbiólogos y otros científicos en papers y conferencias desde 1972 cuando echó a correr una estimación fascinante: en nuestro cuerpo habría diez veces más bacterias que células humanas.
Con el tiempo este número se desinfló. Pero en 2016, los biólogos Ron Milo y Ron Sender del Instituto Weizmann en Israel realizaron un nuevo censo y volvieron a asestarle un golpe a nuestra identidad: en promedio un humano tiene cerca de 30 billones de células y cerca de 40 billones de bacterias, sin contar virus, hongos y demás organismos que en conjunto forman lo que se conoce como "microbioma".
Considerados los organismos vivos más antiguos de la Tierra, las bacterias en especial están en todas partes. Colonias de Streptococcus mutans, por ejemplo, habitan en nuestros dientes y son el principal culpable de la aparición de las caries. Las bacterias Staphylococcus epidermidis viven en nuestra piel, genitales, ojos. A las Lactobacillus casei se las encuentra en el intestino.
Nunca estamos completamente solos: hay más bacterias en nuestra boca que personas vivas en este momento en la Tierra. Existimos en simbiosis con estos organismos que sorprendentemente "hablan" entre sí, usando un lenguaje químico. A pesar de los germofóbicos y aquellos que apenas notan que están ahí, sin las bacterias no sobreviviríamos un día. "Nos mantienen vivos -asegura la bióloga Bonnie Bassler-. Nos cubren con una armadura invisible que nos protege de las amenazas del medio ambiente".
En cantidad de genes, las bacterias nos sobrepasan mucho más. "En nuestros cuerpos, tenemos de cien a mil veces más genes bacterianos que humanos", recuerda el biólogo Alfonso Soler Bistue. Este científico del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín conoce bien a estos organismos: en su caso, trabaja con la bacteria del cólera o Vibrio cholerae. "Se divide cada 17 minutos, es decir el doble de rápido que la famosa Escherichia coli —dice el investigador del Conicet—. Modificamos su genoma para hacer que su crecimiento sea lo más lento posible".
Además de habitarnos como un hostel, las bacterias nos usan como puentes. En un solo beso de 10 segundos, se transfieren hasta 80 millones de bacterias. Como detallaron investigadores holandeses en la revista Microbiome, aquellas parejas que se besan al menos nueve veces al día terminan con comunidades microbianas similares en la boca.
Es hora así de empezar a vernos y pensarnos ya no como islas o entidades individuales sino más bien como superorganismos humano-microbianos. "Somos una amalgama de partes humanas y microbianas", asegura el biólogo estadounidense Jeffrey Gordon.
Las bacterias hacen que seamos quienes somos. Llegó la hora de hacer nuestro coming out bacterial.