Décadas de ciencia, trabajo y diversión
Hace tres décadas, mientras intentaba encontrar una forma inédita de ubicuidad que me permitiera criar a cuatro hijos pequeños y al mismo tiempo desarrollar alguna actividad remunerada para aportar a la economía familiar, tuve la fortuna -tal vez inmerecida- de encontrar el periodismo de temas científicos.
Hoy puedo asegurar que si este oficio no lo vuelve a uno rico ni famoso... lo divierte a rabiar y llega a convertirse en una adicción. A tal punto apasiona este viaje vertiginoso que permite saltar de la clonación al Big Bang y de las células madre a la génesis de los terremotos, que la insistencia en que "la ciencia no interesa" siempre me provoca algo de incredulidad.
Desde cierto punto de vista, escribir sobre temas científicos no difiere mucho de hacerlo sobre la crisis financiera europea o las fallas de conducta de Strauss-Kahn. Tanto en la ciencia como en la política, el espectáculo o el deporte, hay buenos y malos, héroes y villanos, suspenso y desenlaces inesperados.
Hace muchos años, cuando ingresé en la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires, me intrigaban los autores del boom latinoamericano y las desinencias latinas. Hoy estoy segura de que, aunque parecen diferir, los caminos de la ciencia y la literatura tienen mucho en común. Ambas cuentan historias que iluminan los vericuetos de un mundo desconcertante. Ambas construyen tramas intrincadas por las que transitan personajes sorprendentes. Y en ambas el the end es sólo una puerta a un nuevo argumento, con más preguntas y nuevas respuestas tentativas.
Con reinos subatómicos en los que florecen bestiarios que desafían todas las reglas que rigen en nuestra realidad ordinaria, magmas de los que surge la vastedad del cosmos, organismos capaces de vivir a profundidades inimaginables y mucho más, la ciencia puede superar -o coincidir con- la imaginación del más creativo de los novelistas.
Y si para cumplir con nuestro trabajo nos encomiendan identificar a los científicos argentinos que están investigando los temas más jugosos, los más sorprendentes y prometedores, hacerles todas las preguntas que nos dicta nuestra curiosidad insaciable y contarles esa historia que nos encandila a todos los que quieran conocerla... ¿qué más se puede pedir? Si todo esto, además, es motivo de inesperados reconocimientos... ¿qué más se puede pedir?