Emma Pérez Ferreira, física nuclear: la energía inagotable de la primera presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica
Fue, también, la impulsora de Retina, la internet científica para la red científica nacional
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Dicen quienes la conocieron que, luego de desarrollar su investigación de doctorado, Emma Pérez Ferreira anunció con voz grave y gesto serio que no se casaría ni sería madre. Tanto le gustaba hacer ciencia, y era tan consciente de las limitaciones que sufrían las mujeres para continuar su carrera científica, que eligió no formar una familia para poder seguir investigando.
Cumplió con su palabra: cuando murió a los 80 años, premiada y reconocida por su trayectoria y su desarrollo en el campo de la energía nuclear, no solo había trabajado toda su vida haciendo ciencia en la Argentina y había logrado ser la primera mujer presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA): una de las principales impulsoras del proyecto RETINA, la “internet científica”, que buscaba conectar a los institutos de investigación argentinos con el resto del mundo académico.
Emma Pérez Ferreira es –al menos por el momento– una de las dos únicas mujeres cuyos cuadros adornan el Salón de los Científicos Argentinos del Bicentenario. Entre retratos de varones, su rostro adusto y el de Rebeca Gerchsman parecen susurrar que otra historia es posible: una donde las mujeres que trabajaron en ciencia y tecnología en el país tienen un lugar donde ser admiradas y valoradas.

Claro que el costo de ese reconocimiento resulta mucho más elevado para las mujeres que para sus colegas varones, y esa diferencia es otra forma de la injusticia y la inequidad de género: son muchas las Científicas de Acá que en momentos clave de su vida debieron, y todavía deben, elegir entre priorizar su carrera profesional o su maternidad. Más allá de las decisiones personales, válidas e incuestionables, el sistema científico argentino todavía no parece estar preparado para dar respuesta a las demandas que genera la maternidad, ni para compensar esas desigualdades con políticas públicas.
Formación y desarrollo
Nacida en 1925, Emma Pérez Ferreira obtuvo su licenciatura en Ciencias Físico Matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires en 1952. Ese mismo año consiguió una entrevista con el capitán de fragata Pedro Iraolagoitía, secretario ejecutivo de la Dirección Nacional de Energía Atómica (DNEA), que luego se convertiría en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Gracias a ese contacto, comenzó a trabajar en el organismo que ya no abandonaría durante el resto de su vida y que llegaría a presidir entre 1987 y 1989, durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Durante sus primeros años en la CNEA, se dedicó a estudiar la radiación cósmica y a la investigación básica. Entre 1957 y 1959, viajó para capacitarse en Durham (Inglaterra) y Bolonia (Italia). En 1960, de regreso al país, entregó su tesis de doctorado. Fue entonces cuando, al ver cómo sus compañeras de estudios abandonaban o relegaban su carrera científica frente a las demandas de la maternidad, se prometió dedicar su vida por completo a la ciencia.
A comienzos de la década de 1960 ya era jefa del laboratorio de partículas elementales de la CNEA, y promovió el acuerdo entre la CNEA, el CONICET y la UBA por el que se creó en 1964 el Centro Nacional de Radiación Cósmica (CNRC), uno de los primeros institutos del CONICET, que en 1969 se convertiría en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE). En 1965 fue nombrada jefa del Departamento de Física Nuclear, cargo que ocuparía durante toda una década. Luego sería Directora del Área de Investigación y Desarrollo, Jefa del Proyecto TANDAR y representante de la CNEA ante el Consejo Interministerial de Ciencia y Técnica (CICYT), hasta convertirse en presidenta del organismo.

Investigar entre llamas
La CNEA, como cualquier organismo científico, pero especialmente por su condición estratégica como instituto de investigación en energía nuclear, no se encontraba al margen de los acontecimientos políticos. Siempre había tenido una fuerte presencia de la Marina, pero al mismo tiempo, por su importancia estratégica, había logrado una relativa autonomía e independencia del gobierno, y contaba con fondos propios para financiar las investigaciones. La historia es compleja, y nada es tan sencillo como parece en los relatos. Ni víctima ni victimaria, ni cómplice ni heroína, Emma Pérez Ferreira parece haber jugado un rol delicado en el equilibrio entre la ciencia y la política en nuestro país.
En 1966, luego de luchar por un colega que había sido despedido de la CNEA por su filiación comunista, fue una de las fundadoras y presidenta de la Asociación de Profesionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Actividad Nuclear (APCNEAN). Además de “atender todo lo concerniente a los asuntos laborales y profesionales de los científicos y tecnólogos nucleares”, el objetivo de esta agrupación era apoyar “todas aquellas actividades relacionadas con la energía atómica que se realicen con fines pacíficos, y la de aquellas otras que contribuyan a satisfacer tanto al desarrollo de las áreas científico-técnicas, como a las necesidades básicas de la sociedad”. Desde entonces, esta agrupación gremial fue clave en la lucha por un desarrollo nuclear argentino independiente, pero también en la resistencia organizada frente a los intentos de diferentes gestiones por desmembrar, reducir o privatizar áreas de la CNEA.
Luego de la Noche de los bastones largos, Emma Pérez Ferreira fue una de las impulsoras de la contratación de profesores despedidos, renunciados o cesanteados de la UBA para que pudieran continuar sus investigaciones en la CNEA. También contribuyó a gestionar los recursos necesarios para permitir el retorno de científicos y científicas que habían debido exiliarse en el extranjero durante la dictadura de Onganía.

Tecnología nuclear
En 1970, Emma Pérez Ferreira comenzó a trabajar fuertemente para que Argentina desarrollara una tecnología nuclear independiente. Como reconocimiento, luego de la construcción de la central nuclear de Embalse fue nombrada responsable del Acuerdo de Transferencia de Tecnología con Canadá, que permitió acceder a conocimientos y facilitó la construcción de capacidades locales.
A mediados de esa década, y como resultado de su política de autonomía científica, también formó parte del grupo que consiguió el financiamiento multimillonario necesario para la instalación de un acelerador de iones pesados, el TANDAR, que tenía como objetivo colocar a la Argentina a la vanguardia de la física nuclear experimental a nivel mundial. El proyecto liderado por Pérez Ferreira generó polémica, demandó más de 10 años de trabajo, y costó unos 70 millones de dólares antes de su inauguración en 1986, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, pero ella no dejó de defenderlo en ningún momento. Estaba convencida de su importancia estratégica y de la necesidad de promover la investigación básica en el país.
Participación democrática
Entre 1985 y 1989, Emma Pérez Ferreira formó parte del Consejo para la Consolidación de la Democracia, órgano asesor del primer presidente electo en las urnas después de la dictadura militar. Solo dos mujeres participaban de este grupo de veinte personas provenientes de la política y de la sociedad civil: ella y María Elena Walsh. Allí fue donde Raúl Alfonsín conoció su capacidad de trabajo y su compromiso: es probable que ese contacto haya influido en su decisión de ofrecerle la presidencia de la CNEA en 1987.
Durante su gestión al frente del organismo, Emma Pérez Ferreira apostó a las formas participativas de conducción al convocar a las más de 6000 personas que trabajaban en la CNEA al Congreso de Objetivos y Políticas Institucionales. Su objetivo declarado era dialogar acerca de la situación y las expectativas para elaborar un diagnóstico y propuestas a futuro. La meta final: promover la participación masiva del personal en la planificación estratégica de la institución, impulsando su participación en la toma de decisiones. Mientras los recortes presupuestarios y los problemas financieros amenazaban la continuidad de las investigaciones, Pérez Ferreira convocaba a las personas que trabajaban en la CNEA a discutir el futuro del organismo. Quienes participaron de esos encuentros los recuerdan como una experiencia democrática, fundacional y transversal. No solo se habló de los objetivos, políticas y estructura orgánica de la Institución, sino también de las políticas en materia de investigación, desarrollo, ingeniería, producción, transferencia tecnológica, minería, relación con las empresas, producción y comercialización, recursos humanos, seguridad e higiene y relaciones públicas.
Entre 1987 y 1989, durante su gestión al frente de la CNEA, Emma Pérez Ferreira luchó como pudo contra los desafíos que le impuso la realidad argentina, el desfinanciamiento y la inflación descontrolada. También trabajó para conseguir un acuerdo de paz nuclear para la región: ese esfuerzo dio sus frutos en 1991, cuando Argentina y Brasil firmaron en Guadalajara el acuerdo para el uso pacífico de la energía nuclear y crearon la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares. Pero para entonces la gestión de Emma Pérez Ferreira en la CNEA ya estaba terminada: en julio de 1989, la renuncia anticipada de Alfonsín a la presidencia había impuesto un cambio de roles en casi todos los organismos del Estado.
A partir de 1990, dirigió el proyecto RETINA (Red Teleinformática Académica), también conocida como “internet científica”, que buscaba proveer de conexiones de alta velocidad a docentes e investigadores de instituciones académicas argentinas para proyectos especiales y de experimentación. En 2000, ya con sus últimas fuerzas, trabajó nuevamente para generar una alianza con 18 países de Sudamérica y el Caribe y lograr una interconexión de alta velocidad, denominada Cooperación Latinoamericana de Redes Avanzadas (CLARA); y otra con la red europea mediante el proyecto América Latina Interconectada con Europa (ALICE). En 2003, en una de sus últimas apariciones públicas, recibió la Mención Especial del premio Konex en Ciencia y Tecnología.
Emma Pérez Ferreira, que había decidido dedicarle su vida por completo a la ciencia, murió el 29 de junio de 2005, a sus 80 años.
La historia de Emma Pérez Ferreira forma parte de Científicas de Acá, un proyecto colaborativo que busca visibilizar la historia y el trabajo de las mujeres y personas del colectivo trans, travesti y no binario en la ciencia y la tecnología en la Argentina.