Encontraron en la Antártida un "bebe" de plesiosaurio
Está notablemente bien conservado
1 minuto de lectura'
En medio de vientos huracanados y temperaturas extremas, un grupo de investigadores argentinos y norteamericanos descubrió el esqueleto fósil de un plesiosaurio (reptil marino) juvenil notablemente bien preservado que habitó en aguas del Océano Antártico hace unos 70 millones de años.
Los restos fósiles representan uno de los esqueletos de plesiosaurio más completos jamás hallados. Fueron descubiertos por un equipo conjunto de investigadores argentinos y norteamericanos en el cabo Lamb, al sudoeste de la isla Vega, cerca del extremo norte de la Península Antártica.
"El espécimen estaba en la cima de un monte que se llama Sandwich Bluff y con el suelo totalmente congelado -explicó el doctor Marcelo Reguero-; sin embargo, en aquella época, el clima era bastante cálido y la temperatura de las aguas, de entre diez y quince grados."
Según el investigador, aunque ya se conocían esqueletos parciales de esta especie, la importancia de este hallazgo radica en que permitió reconstruir todo el ejemplar en la misma posición en que murió.
Aunque a estos plesiosaurios se los vincula con los legendarios habitantes del lago Ness en Escocia, la evidencia científica muestra que se extinguieron hace más de 65 millones de años, junto con los dinosaurios. Se piensa que, cuando estaban vivos, sus aletas como remos les permitían "volar" en el agua, con un movimiento parecido al de los pingüinos actuales.
El esqueleto corresponde a un plesiosaurio de cuello largo de 1,5 metros (un adulto podía medir hasta 10 metros). Los científicos sugieren que una erupción similar a la del monte Santa Helena en 1980 podría haber causado su muerte. Las condiciones climáticas extremas en la Antártida hicieron que los trabajos de recuperación de este fósil fueran extremadamente difíciles. Semanas de fuertes vientos impidieron la excavación y hacia los últimos días de la expedición las bajísimas temperaturas congelaban el agua antes de poder mezclarla con el yeso para hacer un sarcófago (conocido por los paleontólogos como "toco") para transportar al ejemplar sin dañarlo. El suelo estaba tan congelado, que varias herramientas se rompieron y finalmente hubo que recurrir a un martillo neumático. "El trabajo fue muy arduo, muy complicado", dijo el doctor Mariano Memolli, director nacional del Antártico.
La envoltura protectora del esqueleto resultó tan pesada y grande, que fueron necesarias cinco personas para levantar el ejemplar.
Los investigadores creen que la zona donde fue encontrado puede haber sido una región de aguas protegidas donde estos reptiles marinos tenían a sus crías y donde éstas permanecían hasta alcanzar suficiente tamaño y destreza como para aventurarse y sobrevivir en aguas abiertas.



