Las raíces éticas de la medicina racional
Por Teodoro F. Puga Para LA NACION
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Uno de los deseos más profundos del hombre es conocer el origen de las cosas. En la medicina occidental, el origen de la ética médica está bajo el plátano más antiguo del mundo, en la isla griega de Cos. Pocos son los herederos de aquella medicina racional en estas latitudes que pueden reflexionar bajo sus ramas.
El patrimonio arqueológico de Cos está vinculado con el arte y la ciencia de curar. El Asklepeion, templo de reverencia, salud y arte, data del siglo IV a.C. Las demandas de la cultura occidental sobre integridad, sacrificio y compasión de sus médicos sanadores tienen sus raíces en las tradiciones míticas de la antigua Grecia.
La antorcha de la medicina, desde la antigüedad, ha iluminado las disputas sobre los cuidados de la salud, sus inmutables principios y sus dilemas persistentes. Desde la mitología prehomérica hasta el Corpus Hippocraticum, aprendimos acerca de los métodos de diagnóstico y pronóstico, el mandamiento de aliviar el sufrimiento y preservar la vida; la importancia de la experiencia y la experimentación; los conflictos entre ciencia y prácticas médicas alternativas, y la necesidad de la educación pública y la verdad.
El advenimiento de Hipócrates en el 460 a.C. señala un puente entre la experiencia de lo tradicional, oriental y las tendencias de la medicina racional occidental, y esto revela un mensaje profético para la medicina actual. La medicina helénica basada en la coexistencia de la tradición asclepíada y la hipocrática racional, simboliza la cooperación de estos sistemas, esenciales para sintetizar conceptos que lleven a soluciones a problemas del siglo XXI.
Ha llegado el momento de ponernos frente a un campo de reflexión diferente. Las organizaciones hoy hablan sobre humanismo médico. La ética y la humanización no se improvisan, ni se pregonan, se practican. Son parte de la filosofía práctica, pero se tienen que señalar aquellas situaciones que han desviado a esta medicina racional eminentemente ética y humana de sus objetivos originales.
Lejos de ubicarnos en una posición que no aliente el progreso de la medicina y de la tecnología, es necesario reflexionar sobre motivaciones que han colocado otros intereses por encima del bienestar del hombre.
No todos tienen la posibilidad o la suerte de ir hasta el plátano de Hipócrates, pero es necesario reflexionar seriamente. Nuestros centros de formación deben asumir con responsabilidad la orientación que debe tener la enseñanza de la medicina para los futuros médicos, los contenidos humanísticos, científicos, técnicos, comunicacionales y éticos, y cómo enseñar hoy la medicina que sin lugar a duda sigue siendo ciencia y arte. Es necesario hacer reflexionar a los jóvenes.
Hace unos años durante nuestra visita a la isla de Cos tuvimos la oportunidad de disfrutar dos emotivas ceremonias de teatro griego, representando el juramento hipocrático en las ruinas del Asklepeion y en el plátano donde hace 2500 años enseñaba Hipócrates. Una de las creaciones de la escuela hipocrática fue el juramento.
Aún conservan vigencia el espíritu de sus postulados. Impactados como después de una revelación, por todo lo vivido en la patria de Hipócrates, volvimos a nuestro país y seguimos atrapados por la magia de las raíces éticas de la medicina.



