Más vale tarde que nunca
El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, acaba de declarar sin empachos de ningún tipo que su país no sólo espera independizarse del gas boliviano (en 2008), sino también convertirse en la mayor potencia energética del planeta.
Sonará hiperbólico y grandilocuente, pero lo cierto es que nuestros vecinos pueden ufanarse de haber logrado algunos éxitos notables. Tanto, que hasta en los Estados Unidos se preguntan si no deberían seguir los pasos de Brasil en materia de energías alternativas.
De acuerdo con la última edición del informe Estado del Mundo , que todos los años presenta la Organización Worldwatch, el etanol -un biocombustible que puede producirse a partir de la caña de azúcar, la remolacha, el sorgo y otros vegetales- representaba sólo una pequeña parte del mercado brasileño hasta los años setenta, cuando el gobierno decidió reducir la dependencia del petróleo importado y lo convirtió en una prioridad nacional.
De allí en más, puso en marcha una estrategia que combinó alicientes impositivos, la exigencia de mezclar el etanol con combustibles tradicionales, promoción de la producción y venta de autos a etanol, subsidios para incrementar la producción de caña de azúcar y construcción de destilerías, mientras impulsaba el desarrollo de la infraestructura necesaria para distribuir el biocombustible a través de miles de estaciones de servicio de todo el país.
Como resultado, y tras afrontar épocas de bonanza y depresión, en 2005 los vehículos que combinaban ambos combustibles representaron más de la mitad de todos los autos 0 km vendidos en Brasil. En las últimas tres décadas, este desarrollo energético permitió el ahorro de alrededor de 50.000 millones de dólares en importaciones de petróleo y creó más de un millón de empleos rurales. Y todo esto sin contar con que el etanol es un combustible sustentable y mucho menos dañino para el medio ambiente.
¿Qué pasó mientras tanto en la Argentina?
Alrededor de una década después del comienzo promisorio de la alconafta, especialmente en Tucumán y las provincias del centro y norte del país, los planes de investigación y desarrollo... prácticamente se dejaron de lado.
"Actualmente no se fabrica y tampoco se investiga mucho", explica la doctora Daniela Romano ( grupoer@fi.uba.ar ), profesora de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires e investigadora en energías renovables.
Según Romano, los biocombustibles ofrecen una opción más que interesante para hacer la transición hacia el hidrógeno, entre otras cosas porque son líquidos y sólo requieren una pequeña o ninguna modificación de los motores actuales cuando se usan combinados con los tradicionales hasta en un 25%. Por otro lado, la Argentina es uno de los principales productores mundiales de maíz...
Esperemos que el recientemente aprobado régimen de promoción de biocombustibles, que contempla beneficios fiscales y estipula -pasados tres años de la sanción de la ley- la mezcla obligatoria con gasoil y nafta (al 5%), ayude a recuperar el terreno perdido. Porque... ya se sabe: más vale tarde que nunca.




