Microbios, los nuevos enemigos galácticos
NUEVA YORK.- Cuando los robots Spirit y Opportunity descendieron hace unos meses sobre el suelo de Marte, llevaban allí la tecnología más sofisticada jamás enviada a ese planeta. Pero también huéspedes ilícitos: microbios.
Y eso es lo que a John Rummel le preocupa. Rummel es el oficial de Protección Planetaria de la NASA, una especie de guardián de las fronteras cósmicas, y su trabajo es conservar a los planetas a salvo de los otros: prevenir que la Tierra sea infectada con patógenos extraterrestres y evitar que los de la Tierra se instalen en las naves espaciales e infecten suelos extraterrestres. "En realidad, la mejor manera de encontrar vida en Marte -dijo- sería traerla desde allí hasta Florida."
En los últimos años su trabajo ha aumentado bastante, en tanto se incrementa la frecuencia con que se realizan viajes a través del sistema solar en búsqueda de vida extraterrestre. La sonda Stardust, de la NASA, recolectó polvo de un cometa y lo traerá de regreso a la Tierra en 2006. Este verano una nave despegará hacia Mercurio, y se han planificado viajes hacia la Europa, la congelada luna de Júpiter, donde potencialmente habría agua bajo la forma líquida, un elemento considerado esencial para la creación de vida.
En diez años Rummel se enfrentará a su más difícil misión: será cuando la NASA envíe una nave que traiga un trozo de suelo marciano a la Tierra, ya que esto implicará un riesgo de contaminación tan significativo que los exobiólogos -que estudian la vida más allá de la atmósfera terrestre- dicen que será necesario al menos una década para que la NASA construya un vehículo hermético lo suficientemente grande como para permitir que la sonda transporte la muestra sin riesgos.
Podría esperarse que la atmósfera bajo cero del espacio sea capaz de matar cualquier forma de vida. Pero los microbios son capaces de existir aun en ambientes muy castigados. En abril de 1967, la NASA alunizó el Surveyor 3. Al menos tres años después descubrieron que habían sobrevivido a la travesía espacial, la falta de oxígeno y el bombardeo de radiaciones.
"Los microbios son más resistentes que la silicona", dijo Rummel. Antes de aprobar que una nave esté en condiciones de despegar, su equipo debe verificar los estándares internacionales por el Comité de Investigaciones Espaciales: no puede haber más de 300.000 esporas sobre la superficie expuesta, una cantidad tan pequeña que cabría en la punta de un alfiler.