Un elemento diagnóstico crucial
Por Jorge E. Novelli Para LA NACION
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En nuestro país el cáncer de mama es la primera causa de muerte por enfermedades malignas en la mujer excepto en dos provincias, Salta y Jujuy, donde el cáncer de cuello uterino ocupa el primer lugar, si bien siempre pensamos que existe un subregistro, dado que no es una enfermedad de denuncia obligatoria.
En su prevención existen tres etapas bien distintas.
La prevención primaria, que es la que trata de evitar el desarrollo del tumor, es lo que denominamos quimioprevención (hay estudios que demuestran que sustancias como el tamoxifeno podrían cumplir esta función); la prevención terciaria, que está dirigida a tratar la enfermedad, es decir, evitar que sea la causa de muerte de las pacientes, y la prevención secundaria, que tiene como objetivo principal el diagnóstico precoz, que afortunadamente en un alto porcentaje de casos lleva a la curación.
En la prevención secundaria es la mamografía la que juega un rol primordial, ya que permite, según imágenes de sospecha, la detección de tumores en estadios iniciales.
El estudio publicado por el Nordic Cochrane Center de Copenhaguen, Dinamarca, el 20 de octubre de 2001, llevó, en mi opinión, a una confusión del público no médico, al extremo de desconfiar de la indicación del estudio radiológico de las mamas.
Debemos dejar sentado como una verdad sin discusión que en pacientes sintomáticas (con nódulos palpables), en pacientes bajo terapia hormonal de reemplazo en el climaterio y en todas las circunstancias en que el especialista en mastología considere oportuna la indicación del estudio es la mamografía el primer elemento de diagnóstico en que debe pensarse.
Erradicar temores
Cuando se trata de pesquisar pacientes asintomáticas, existen parámetros internacionales que avalan su solicitud en mujeres de 40 años o, incluso, de 35 años si existen riesgos, como los antecedentes familiares. Es lo que denominamos mamografía de base. A partir de esa edad, y hasta los 50 años, donde la incidencia del cáncer se eleva notablemente, el control puede realizarse cada uno o dos años, adaptando los intervalos a cada caso.
A partir de los 50 años el control mamográfico debe ser anual, pudiendo espaciarse ya en edades muy avanzadas.
Dos elementos de juicio debemos evaluar entre los muchos que respaldan el uso sistemático de la mamografía.
El primero de ellos es erradicar definitivamente el temor a la "irradiación", ya que en los equipos modernos es prácticamente despreciable la cantidad de "rayos dañinos" que recibe la mama.
El segundo, y creo más importante que el primero, es que gracias a la mamografía los índices de curación del cáncer de mama van francamente en aumento debido al diagnóstico precoz.
Creo sí indispensable puntualizar que el estudio radiológico de las mamas debe ser indicado por quien esté capacitado como para interpretar lo mucho que aporta al diagnóstico y efectuado por radiólogos experimentados, ya que de una buena técnica surgirá una buena imagen, y de una buena imagen, la indicación del tratamiento correcto.



