Abuso infantil: "Mi primer beso en la boca me lo dio mi abuelo a los 6 años"
Una mujer relata una niñez estremecedora y los efectos que todavía tiene en su vida; por la sensibilidad del tema, prefiere reservar su identidad
Tengo 43 años. Mi primer beso en la boca, ese tan esperado por cualquier adolescente enamorada, me lo dio mi abuelo cuando yo tenía 6. Y me robó casi todo. No sólo el recuerdo de un primer beso. Me robó entera mi autoestima, me robó mi cuerpo, me robó la percepción de mí misma, me robó la confianza en mí y en los demás, me robó casi todas las fiestas y salidas que tiene cualquier adolescente, y durante muchísimos años me robó el poder disfrutar de algo tan lindo y natural como es el sexo.
Los abusos se extendieron a lo largo de los años y eran siempre en su casa, en San Isidro. Palabras como espantoso o siniestro le quedan chicas a algo que excede todo lo que un niño o niña de 6 años puede comprender. Mi abuelo era, para todos los que lo conocían, un señor serio, íntegro y respetable, a nadie se le hubiera ocurrido pensar que era un tipo capaz de abusar de su nieta cuando la dejaban a su cuidado. Estaba mi abuela, claro, pero no se dio cuenta o no quiso ver. Mis papás, tampoco.
Muchas veces los niños y niñas cargan solos con el peso del abuso durante años, sin poder contárselo a nadie porque es extremadamente difícil hablar de estas cosas. Muchas veces incluso la persona a la que por fin se lo cuentan no les cree. El abuso sexual infantil es una vivencia traumática que deja marcas profundas y tarda muchísimo, a veces toda una vida, en sanar. No distingue estratos sociales, credos ni culturas. Pasa en todos lados. Y está en nosotros, los adultos de hoy, estar atentos a las señales de alerta que nos puedan estar dando los chicos, incluso aquellos que no son nuestros pero están cerca. Estas señales son variadas y dependen de múltiples factores, aunque también pueden deberse a otras causas que no son abuso. Es importante en este sentido la consulta con un especialista. Pueden ser lesiones en la zona genital, pesadillas, cambios repentinos de ánimo, comportamiento sexual inapropiado para la edad, reacciones ansioso-depresivas o dificultades para socializar. O simplemente los chicos pueden decir que no quieren ir a dormir a lo del abuelo, el tío, o quien fuere.
No se trata de desconfiar de cada pariente que cuida de nuestros hijos, sino de estar atentos, porque en el 80% de los casos de abuso sexual infantil, el agresor es un familiar. Tenemos que creer en nuestros hijos si nos cuentan lo que les pasa. Siempre. Y en caso de detectar una situación de abuso hay que hacer la denuncia y buscar la ayuda de especialistas y organizaciones que trabajan con esta problemática.
Tenemos que hablar más sobre este tema, en nuestras casas, en los colegios, y enseñarles a nuestros hijos que están en todo su derecho de decir no a un adulto cuando una situación los incomoda. No dejemos que nadie les robe la posibilidad de desarrollarse individual y socialmente en forma plena y feliz.