En plena cuarentena, el teléfono sonó. Marisa, porteña, 47 años, licenciada en Relaciones Internacionales y consultora independiente, trabajaba en sus dos ambientes. Era un número privado. Atendió. Hacía casi cinco años que se había anotado en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Ruaga) de la ciudad de Buenos Aires. Ese 12 de agosto, la llamaron del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 23, a cargo de la jueza Agustina Díaz Cordero, para “tener una charla”. No le dieron más detalles.
Dos días después, Marisa fue al juzgado. Luego de hablar sobre ella y su proyecto adoptivo, Díaz Cordero y Samanta –la trabajadora social–, le contaron sobre Mateo, un niño que no había cumplido los 2 años. “¿Lo querés pensar?”, le preguntaron. “No tengo nada que pensar”, respondió. Salió con un ramo de flores en la mano y caminó al estacionamiento. No paraba de llorar, la emoción era incontenible. En el auto, llamó a su hermana y fue directo a lo de sus papás. Menos de dos meses después, Mateo –su nombre fue cambiado para preservar su identidad– estaba en su casa. “Entré por esa puerta del juzgado sola y salí con una familia. Mortal”, resume Marisa.
El año pasado, donde por la pandemia todo pareció quedar en suspenso, sobre todo en los primeros meses de aislamiento obligatorio, las familias por adopción se siguieron conformando. Durante 2020, 417 guardas preadoptivas se iniciaron en el país: son la etapa previa a la adopción definitiva y duran un mínimo de seis meses. En 2019, el año con mayor número de guardas desde 2005, fueron 427; en 2018, 312. Las adopciones –cuando las familias ya cuentan con la sentencia firme de una jueza o juez–, sumaron 142 (contra 185 en 2019). Las cifras se desprenden de un informe de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Dnrua). En otras palabras, más de 560 chicas y chicos (una adopción o una guarda puede contemplar a un grupo de hermanos) encontraron una familia.
Pero el camino de las familias por adopción durante un año marcado por el cimbronazo del Covid-19 no fue color de rosas. A los múltiples desafíos que implican de por sí los procesos adoptivos, se sumaron los impuestos por el contexto. Sin embargo, con enorme creatividad y el compromiso de distintos actores, se logró sortear barreras y tejer historias de niñas, niños y adolescentes cuyo derecho fundamental a vivir en familia se hizo efectivo. Para sostener su esperanza durante el aislamiento –y también la de los adultos–, la tecnología jugó un rol clave.
Desde audiencias judiciales por Zoom o vinculaciones por videollamadas, hasta el pedido de que los candidatos a convertirse en madres y padres actuaran en videos que luego se mostraba a las chicas y los chicos; mientras que con los adolescentes se dieron charlas larguísimas a través de las pantallas. Los adultos también recorrieron con las cámaras de sus celulares sus casas para mostrar mascotas, el barrio o incluso los paisajes de sus localidades si se encontraban en jurisdicciones distintas a las de los chicos.
“En un escenario desolador pudimos continuar con estos procesos. Se trabajó mucho, claramente con dificultades y con cosas a mejorar”, reflexiona Fabiana Isa, directora nacional de la Dnrua y quien asumió su cargo en plena pandemia. Recuerda cómo muchas niñas, niños y adolescentes pensaban que durante la cuarentena las búsquedas iban a quedar “congeladas”. “¿Cuánto van a tardar en encontrar la familia?” es una frase que se repitió y que se reitera fuera de este contexto excepcional en el caso de aquellas chicas y chicos a las que más cuesta restituirles ese derecho. Son los que tienen alguna discapacidad o problemática de salud, pero también adolescentes y grupos de hermanos que durante años esperan lo que muchas veces no llega. Y es que el 90% de los postulantes se inscriben para bebés de menos de tres años y sin ninguna problemática de salud. Además, están los tiempos de juzgados y sistemas de protección que, muchas veces y por distintos motivos, están lejos de ajustarse a los de las infancias y adolescencias.
Mostrarles a esas chicas y chicos que las búsquedas no se habían detenido, fue para Isa fundamental. “Los contactos por medio de la tecnología hicieron que tuvieran una esperanza concreta, que conocieran la cara de la familia, sus nombres y un montón de datos importantes. Lo mismo les pasó a los adultos: ya no imaginaban a esos niños o jóvenes, sino que pudieron visualizarlos, identificarlos, aunque los encuentros presenciales se demoraran”, cuenta la titular de la Dnrua.
El camino de Marisa hasta convertirse en mamá de Mateo podría resumirse así: cinco años de tratamientos de fertilización asistida, la decisión de interrumpirlos, de adoptar y de terminar con una pareja que no la compartía, más sesiones de terapia que la ayudaron a entender que su anhelo de ser mamá “no era un capricho, sino un deseo profundo”. Dos años después de pensarlo mucho, se anotó en el Ruaga, empezó con los talleres para postulantes y lo primero que creyó fue que ella, candidata a madre soltera, era “el último orejón del tarro”. Después supo que era un prejuicio, que hay jueces y juezas como Díaz Cordero que hablan de familias en plural, porque entienden que las posibilidades son muchas y que de lo que se trata es de encontrar la mejor familia para ese niño, niña o adolescente.
El día en que conoció a Mateo y él le hizo puchero, no importó, porque Marisa comprendió que ese vínculo iba a ser una construcción. Antes del encuentro, se vio con una remera turquesa, buscando la mejor escenografía en su departamento (un rincón adornado con un cuadro colorido) para captar a través de la pantalla la atención de su bebé: le cantó a cámara la canción de Wincy Araña y le jugó con Simón, un títere que improvisó con una media.
Escenarios diversos
En algunas provincias, por las distancias y otras particularidades, la conformación de las familias fue más difícil. Pero las jurisdicciones consultadas por LA NACIÓN sostienen que, más allá de los obstáculos y reinventándose constantemente, el trabajo fue posible. En CABA, por ejemplo, durante 2020 se iniciaron 187 procesos de construcción vincular (incluyen guardas y adopciones), que involucraron a 259 niñas, niños y adolescentes (en 2019, fueron 200 procesos y 263 las chicas y los chicos). Por otro lado, hubo 181 inscripciones nuevas al registro de postulantes a adoptar, contra 201 en 2019. La participación en los encuentros informativos obligatorios, incluso, tuvo más inscriptos en 2020 (3410) que el año anterior (2837). En ese sentido, la virtualidad jugó un rol clave para facilitar la posibilidad de que más interesados se sumen.
“En marzo del año pasado, hubo un parate generalizado, pero una vez que pasaron unas semanas y todas las instituciones nos dimos cuenta de que esto iba para largo, había que salir a trabajar igual. A los derechos de las chicas y los chicos no los podíamos poner en el freezer”, señala Itatí Canido, directora general de Gestión de Políticas y Programas del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de CABA, del que depende el Ruaga.
Canido destaca las propuestas que fueron surgiendo “de la creatividad e incluso de la desesperación” y que permitieron ir creando “estos primeros pasos en la construcción de un puente donde la presencialidad es esencial”. Porque si bien los contactos virtuales fueron posibles con chicos que tenían cierto manejo de los dispositivos electrónicos, con otros se volvió más arduo. Para hacer efectivas las vinculaciones presenciales, se habilitó una sala del Consejo constantemente higienizada. Cuando la temperatura acompañó, se recurrió a las plazas: esos espacios públicos que cumplieron un rol fundamental para festejar cumpleaños y encuentros de todo tipo, también lo tuvieron en la construcción de nuevas familias.
¿Qué pasó con aquellas vinculaciones donde los postulantes y los niños se encontraban en distintas jurisdicciones? En estos vínculos que surgieron, por ejemplo, de convocatorias públicas, la coordinación entre provincias fue fundamental. Isa subraya que la dificultad no era solo por la distancia geográfica, sino por la realidad de cada localidad, “porque quizás una estaba en una fase y otra, en una diferente”. Varias vinculaciones quedaron truncas, incluso con pasajes en mano. “Se trabajó mucho en tratar de acercar estas distancias, siempre con la ilusión y la esperanza de: ‘Cuando se pueda, nos vamos a encontrar’. En este momento hay muchas vinculaciones que ya están maduras como para producirse el encuentro y estamos trabajando para hacerlo posible”, cuenta la funcionaria.
Los que lidiaron con la ansiedad de la espera durante largos días fueron C. G y V. R, una pareja que hacía 10 años estaba inscripta en el Registro de Adoptantes de Catamarca. Por una convocatoria pública publicada el pasado abril, conocieron la historia de Martina, Federico y Lucero, tres adolescentes de 13, 15 y 17 años, que hacía una década esperaban en un hogar de Misiones que se definiera su situación. Una vez que se declaró su estado de adoptabilidad, comenzaron los encuentros virtuales que se sostuvieron durante meses, a la espera del anhelado abrazo presencial.
Gracias al trabajo articulado entre los registros y Poderes Judiciales de Catamarca y Misiones (además del Tucumán, ya el recorrido incluyó el paso por esa provincia), de la Dnrua y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, finalmente en noviembre pudieron reunirse los cinco en Misiones. Luego de compartir diez días de vinculación en esa provincia, viajaron a Catamarca el 23 de diciembre, para pasar las fiestas en familia. Hoy, C. G y V. R tienen la guarda preadoptiva de los hermanos. “Lo más admirable es cómo esos postulantes comprendieron que el interés superior del niño es el eje de la adopción y dejaron de esperar un bebé. No sintieron que elegían. Se sintieron elegidos”, reflexiona Valeria De La Colina, coordinadora del registro catamarqueño.
La primera vez que C. G y V. R llamaron al registro de Misiones –que contabiliza 61 niños que encontraron una familia en lo que va del año– para consultar por la convocatoria de los hermanos, los atendió Claudia Galeano, su responsable: charlaron 3 horas y 10 minutos. “Se buscó personas que pudieran ahijar a los tres de manera conjunta y consideramos que la familia indicada era esta pareja inscripta hace una década. Parecía que los habían estado esperando”, subraya Galeano.
Esa convocatoria no fue la única que dio frutos. Gracias a una publicada por LA NACION a principios de noviembre, de cuatro hermanitos de Juan José Castelli, Chaco, las niñas –una de ellas, con discapacidad– y los niños ya están conviviendo con una pareja de Buenos Aires. “Intervino la asesora de Resistencia, el registro de Buenos Aires que evaluó a los postulantes y el juez de Castelli que autorizó que pudieran viajar al Chaco. Es mucha la articulación interinstitucional”, cuenta Marta Colussi, secretaria de la Sala Primera del Superior Tribunal de Justicia chaqueño, donde funciona el registro. Por otro lado, se avanzó en la convocatoria de cinco hermanitos también publicada por este medio, para la que actualmente se están evaluando postulantes. Durante el año pasado, en Chaco hubo 19 guardas preadoptivas y ocho adopciones.
Un período de alto riesgo
Lauro Salvador, cofundadora de Ser Familia por Adopción, destaca que cualquier período de vinculación y los primeros tiempos de convivencia siempre son de “alto riesgo”. En el caso de guardas que habían empezado antes de la cuarentena o se concretaron durante la misma, “al aislamiento se le sumó la escolaridad virtual de los chicos, con cambios de escuelas y sin compañeros conocidos, lo que volvió todo más arduo”. Sin embargo, Salvador también sostiene que “la mayor presencia de los adultos en la casa, en muchos casos facilitó la creación y el fortalecimiento de los vínculos, sin que esto no haya significado desafíos de una magnitud impensada”. De hecho, hubo vinculaciones y guardas que, por distintos motivos, fracasaron.
Más allá de los procesos de vinculación que se iniciaron entre las chicas y los chicos y los postulantes, hubo muchos otros adultos que se inscribieron el año pasado por primera vez en los registros para adoptar. Con respecto al funcionamiento de la multiplicidad de actores que intervienen para que una adopción sea posible, Claudia Portillo, directora del registro bonaerense, sostiene: “Un concepto que está en las normas pero que a veces se pierde es el de la corresponsabilidad entre los efectores, la articulación. La flexibilización de las formas y este contacto fluido entre los distintos poderes, creo que es de lo mejor que dejó la pandemia: entender que es posible trabajar juntos”. El año pasado, se contabilizaron en la provincia de Buenos Aires aproximadamente 350 guardas con fines adoptivos y 220 adopciones. Si bien los porcentajes disminuyeron a casi la mitad en comparación con 2019, frente a un panorama extremadamente complejo y sorteando las distancias del vasto territorio bonaerense, se pudo seguir restituyendo el derecho a tener una familia de cientos de niñas y niños.
A la jueza Díaz Cordero en ningún momento se le pasó por la cabeza que los niños bajo su responsabilidad no iban poder seguir adelante con los procesos de adopción. “Al contrario, seguimos adelante con más creatividad, mucha paciencia y los recursos que teníamos. Todos los chicos y chicas que teníamos en adopción encontraron su familia. En ese sentido, estas fiestas fueron maravillosas”, cuenta.
Marisa dice que la vida le cambió “en un 100%”. La demanda de tener un bebé en casa se hizo sentir, sobre todo porque al trabajar de forma independiente no pudo tomarse licencia. “Al principio jugaba más solito, pero ahora está todo el tiempo: ‘Mamá, mamá, mamá’ y pidiendo upa. Está buenísimo, porque fue asumiendo que este es su lugar y yo soy su mamá”, relata Marisa, sin ocultar su felicidad. Y concluye: “La pandemia me dio una noción de lo importante que son los vínculos. Formar una familia era mi sueño”.
Para informarse y buscar asesoramiento
Talleres informativos
· Los registros de postulantes a guardas preadoptivas de las distintas jurisdicciones del país suelen tener talleres informativos para aquellas personas o parejas interesadas en inscribirse. Durante la pandemia, la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Dnrua) realizó 42 charlas y talleres a nivel nacional de las que participaron 2.450 familias. Esta iniciativa llamada “Encontrándonos”, buscar trabajar la espera y postulación para adoptar. En diciembre, se lanzaron además los “Conversatorios de la Dnrua”, espacios abiertos a la comunidad y equipos técnicos sobre temas vinculados a la adopción. Se transmiten en vivo y pueden verse luego en el canal de YouTube del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Más información en la web de la Dnrua y en las redes del Ministerio.
· El Registro Central de Aspirantes a Guarda con Fines de Adopción de la provincia de Buenos Aires también ofrece charlas para postulantes y otras abiertas a la comunidad. En 2020, por primera vez fueron virtuales y por la gran convocatoria durante este año tienen previsto mantener esta modalidad como opción. Más información.
· El Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Ruaga) de la ciudad de Buenos Aires tiene talleres de espera para postulantes y encuentros informativos obligatorios de tres jornadas para quienes deseen inscribirse para adoptar. Más información.
Convocatorias públicas
Cuando los jueces agotan todas las instancias de búsqueda dentro de la red de registros de postulantes a guarda adoptiva, se recurre a las convocatorias públicas, un llamado a toda la comunidad que se propone encontrar una familia para las niñas y niños a los que más cuesta hallarles una. Esas son las convocatorias públicas. En la página de la Dnrua pueden encontrarse convocatorias abiertas para niñas, niños y adolescentes de todo el país que esperan tener una familia.
En la web del Registro Central de Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires también se puede encontrar esa información respecto a las chicas y chicos de esa jurisdicción: www.scba.gov.ar/servicios/adopciones.asp
Sostenerse entre pares
La organización Ser Familia por Adopción tiene como objetivo fortalecer los procesos que restituyen el derecho de niños, niñas y adolescentes a tener su familia definitiva. Ofrecen capacitaciones, charlas y brindan información a quienes piensan en adoptar o están transitando el proceso. Más información.
Familias de acogimiento
Amarlos como si fueran hijos propios, pero sabiendo que es por un período de tiempo determinado. Ése el objetivo de las familias de acogimiento, que reciben a chicas y chicos que están atravesando su primera infancia, cuyos derechos fueron vulnerados y que, por ende, debieron ser separados de sus familias de origen tras determinarse una medida de abrigo. Lo que se busca, es que no tengan que ser institucionalizados mientras se resuelve su situación: es decir, hasta que puedan volver con su familia biológica o sean dados en adopción. Hay distintas organizaciones y programas que reúnen a familias de acogida:
· Familias Abiertas trabaja en la temática desde hace más de 25 años. Más información.
· Programa de Acogimiento Familiar de la Dirección General de Niñez y Adolescencia porteña. Para más información ingresar a la web o escribir a acogimientofamiliar@buenosaires.gob.ar
Créditos
Edición de video: Francisco Ferrari
Infografías: Giselle Ferro