
Abuso
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“Después te llaman de testigo y te vuelven loco”, “te tienen horas en la comisaría”, “mirá si después toman represalia”, “seguro son problemas de pareja”. Todas las excusas que suelen esgrimirse para no involucrarse, pueden resumirse en un mismo mandato: “no te metas”.
Sin embargo, el lunes último, el accionar decidido de Omar y Natalia, dos panaderos de la zona, fue clave para frenar la violación grupal de la que estaba siendo víctima –a plena luz del día- una joven en Palermo. “Si no hubieran intervenido, andá a saber si hoy no tendríamos una nueva víctima de femicidio”, especula Isabel Yaconis, presidenta de la Asociación Civil Madres del Dolor que, entre otras finalidades, asiste a familiares de víctimas y promueve la defensa de los derechos y la seguridad ciudadana.
Sabe de lo que habla. Hace casi veinte años, el único testigo que vio cuando un hombre intentaba violar a Lucila, su hija, siguió su camino al escuchar: “Negro, no pasa nada… estoy con mi novia”. Volvió a pasar por el lugar minutos más tarde y se encontró con la joven muerta.
“El compromiso tiene que ser total. Hay que pensar que mañana le puede tocar a uno. Yo entiendo que todo el mundo está apurado, que se trabaja mucho, que todos queremos llegar a nuestras casas. Pero involucrarse puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte”, expresa Yaconis, de 71 años, en diálogo con LA NACION, quien aporta algunas pautas para intervenir activamente en caso de ser testigos de alguna situación de violencia.
