Tiene 92 años y un departamento en Vidalinda:"Ésta es la época más feliz"
En Belgrano, una alternativa a los geriátricos les permite a las personas mayores vivir cuidados y con seguridad, pero con la independencia de estar en un departamento
En Vidalinda, en Belgrano, 72 adultos mayores forman parte de una experiencia innovadora en la Argentina; depende de una mutual y ofrece comedor, actividades diarias, seguridad y atención médica.
El proyecto fue pensado para que personas mayores y autoválidas -al menos, al momento de ingresar- pudieran encontrar allí una alternativa a los geriátricos; es un sitio donde recibir contención, compañía y seguridad, viviendo de forma independiente pero comunitaria, con espacios y servicios comunes.
Sentada, Gisela "Gisi" Brunnehild se siente de 20. Como en esa foto que se sacó frente al espejo siete décadas atrás y que hoy conserva en su escritorio: una selfie de los años 40 que la muestra con sonrisa enigmática y mirada desafiante.
Cuando se para, con la ayuda de un bastón, sus 92 le pasan factura. Sin embargo, los dolores del cuerpo no le hacen sombra a una vitalidad desbordante. "Los jóvenes tienen que perderle miedo a esta etapa. Esta es la época más feliz de mi vida: sin obligaciones, con tiempo y con amor", afirma Gisi, con marcado acento alemán.
Hace 22 años que vive seis meses al año en Vidalinda. Los otros los pasa en Ginebra (aunque está decidida a instalarse de forma permanente en Belgrano). "Yo suelo estar ocupada con mis libros y la televisión, pero cuando quiero tener compañía voy al jardín o tomo un curso. Acá no hay nada obligatorio", explica. "Es como un club: uno es independiente. Y yo toda mi vida fui libre. Soy soltera, pero no solterona: gran diferencia."
Un aviso en el diario
Gisi nació en Alemania en 1924 y, huyendo del nazismo, llegó a la Argentina -donde ya estaba instalado su único hermano- a los 12 años, junto a su madre. Fue ella quien, 70 años atrás, leyó en el diario alemán Argentinisches Tageblatt un pequeño anuncio, donde aquel grupo originario de inmigrantes judíos convocaba a otros que quisieran sumarse a la aventura de crear lo que hoy es Vidalinda. La mujer se entusiasmó con el proyecto.
"Mi hermano, 13 años mayor que yo, le dijo: «De ninguna manera mi mamá va a ir a un hogar de ancianos». Ella le pidió que al menos escuchara lo que iban a hacer. Y cuando él escuchó, enseguida se declaró dispuesto a poner el dinero", recuerda Gisi. "Así llegó mi mamá acá y fue feliz: quince años vivió en este lugar."
Gisi trabajó durante 30 años en las Naciones Unidas como traductora: habla inglés, francés, español, alemán e italiano -este último, sólo para el "flirt", aclara-, y siempre viajó mucho.
Cada verano, de vacaciones en Buenos Aires, se instalaba en lo de su madre. En 1984, al morir ella, pensó en vender el departamento.
"Pero tengo unos amigos muy racionales que me insistieron con que pensara en el futuro, cuando tuviera más edad. Hoy les agradezco todos los días, porque estoy absolutamente feliz. Conservé este lugar porque quiero terminar mis días acá", confiesa. "Mientras me funcione bien la cabeza, esto me salva de un hogar de ancianos. Hago todo sola."
Gisi nunca cierra con llave la puerta de su casa: "Acá tenemos protección, hay porteros y seguridad. No tengo ningún miedo de que entre alguien. Tengo independencia, protección si necesito y compañía si la quiero", sostiene. Una vez por semana, una señora la ayuda con las tareas domésticas.
Con las últimas luces de la tarde, desde su balcón, en un piso 15 y repleto de plantas, admite que todas las semanas se escribe mails con un amor lejano: "Soy una vieja feliz, no me arrepiento de nada de lo que viví y estoy viviendo".