
Bullying
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“Ni siquiera lo toqué”, “estábamos jugando” o “era un chiste”, son las principales excusas que usan los niños, niñas y adolescentes a la hora de ser descubiertos haciendo bullying. “Cuando explican la situación a través de diminutivos, están queriendo aliviar el hecho, porque dimensionaron que lo que están haciendo no corresponde”, describe María Zysman, directora de Libres de Bullying. E invita, en el Día Internacional de Lucha contra el Bullying, a que los adultos aprendamos a abordar el tema para charlarlo apropiadamente con los chicos cuando agreden a sus pares.
El acoso escolar es una de las formas en que se manifiesta la violencia en las instituciones educativas. Pero para que una situación pueda ser considerada como bullying, deben darse cuatro elementos:
1. La agresión intencional de uno o varios estudiantes hacia un compañero o compañera.
2. El desequilibrio de poder entre los agresores y la víctima.
3. Que las agresiones no se den de forma aislada, sino que sean reiteradas.
4. Que ocurran en el contexto de un grupo. Además de la víctima y el agresor, están presentes los compañeros que colaboran en sostener la dinámica y aquellos que son testigos, ya sea con risas o indiferencia ante lo que está pasando.
¿Cómo abordar esta problemática con los chicos o las chicas que están agrediendo a otros? Según Zysman, un buen ejercicio es decirles “contame lo que me estás contando, pero sin los diminutivos y escuchate”. La especialista señala que, en ese momento, se darán cuenta de que “le di un golpecito” no tiene la misma gravedad que “le di un golpe”.
¿Cómo se puede diferenciar un verdadero “estábamos jugando” de un acto de bullying tapado por esa excusa?
Observar. Prestar atención a la frecuencia de la situación y estar atentos a que roten los roles dentro del juego: “Ver si siempre es el mismo el que está atado en el árbol ya no es un juego”, ejemplifica la especialista. Ese chico o chica víctima de violencia, además, cree muchas veces que es parte del juego y que está siendo incluido y no percibe la mala intencionalidad de parte de quien lo hostiga. “Si no es divertido para todos, deja de ser un juego”, advierte Zysman.
Charlar con el niño que sufre. Si observamos que reiteradas veces no cambian los roles en el juego y alguien no la está pasando bien, se debe abordar el tema con esa persona que está sufriendo bullying. Hay que generar confianza para permitir una charla al respecto.
Suspender juegos que inciten a la violencia. Si vemos que un juego genera vía libre para agredir u hostigar, se debe reemplazar por otro que favorezca valores positivos.
Reflexionar sobre las excusas. Es necesario desarmar los planteos que buscan minimizar el bullying. Hay algunas preguntas que sirven para hacer reflexionar a los chicos. Si la excusa es “es un chiste”, se les puede preguntar: “Entonces, ¿por qué el otro no se está riendo?”. Frente a un “a mí no me molestaría que me lo hagan” o “a mí no me molesta que me pongan un apodo”, hay que explicar que a otros sí les puede molestar.
Algunas recomendaciones para ayudar a los niños a empatizar con el dolor del otro:
