Adultos mayores: "En Vidalinda estamos contenidos y nuestros hijos se sienten tranquilos"
Berta y Henri Mandelbaum, 81 y 83 años
En Vidalinda, en Belgrano, 72 adultos mayores forman parte de una experiencia innovadora en la Argentina; depende de una mutual y ofrece comedor, actividades diarias, seguridad y atención médica.
El proyecto fue pensado para que personas mayores y autoválidas -al menos, al momento de ingresar- pudieran encontrar allí una alternativa a los geriátricos; es un sitio donde recibir contención, compañía y seguridad, viviendo de forma independiente pero comunitaria, con espacios y servicios comunes.
Berta y Henri Mandelbaum acaban de terminar de tomar el té en el comedor de Vidalinda, y del brazo caminan rumbo al jardín. Hace diez meses que esta pareja, con 61 años de casados, vive en ese edificio.
Aunque conocen Vidalinda desde hace una década, decidieron dejar el departamento que tenían en Teodoro García y 11 de Septiembre cuando los temores e incomodidades comenzaron a acumularse. "Era un hermoso departamento. Pero llegamos a una edad en que nos costaba subir los escalones para entrar al edificio. Además, el ascensor era chiquito, no había grupo electrógeno y estábamos temerosos", cuenta Berta. "No había portero después de las 20 -en realidad, no estaba desde mucho antes, y tampoco los fines de semana-, y los domingos nos sentíamos aislados y solos."
Un country vertical
Con un ademán que busca abarcar todo el verde del lugar, sentado en un banco junto a su esposa, Henri dice: "Lo que tenemos que destacar es que este sitio es único en Buenos Aires. Es lo equivalente a un country, pero en vez de ser horizontal la construcción es vertical. ¡Mirá la arboleda!". Y agrega: "Lamento mucho que no haya más instituciones como ésta, muy necesarias para gente de nuestra edad".
Seguridad y compañía de pares. Ésas son las cosas que el matrimonio más valora de Vidalinda. "Acá nos encontramos con personas de nuestra misma edad y tenemos protección de todo tipo. Cuando llegás te dan un botón de alarma por si te pasa algo, y una tarjeta que se cuelga detrás de la puerta del departamento: si a las 10 no la sacaste, vienen y te preguntan cómo estás", explica Henri. "Uno se siente contenido. Y puede dar y recibir: siempre hay alguna actividad, y además de asistir se puede aportar. Nos sentimos como si hubiéramos vivido acá toda la vida."
A Berta le gusta compartir juegos de mesa y actividades con sus compañeras de edificio. "Los jueves jugamos al scrabble y los sábados, al burako. Los demás días siempre hay algo: música, películas, debates. Yo soy más de salir, él es más casero", cuenta la mujer.
Henri nació en Bélgica y su idioma natal es el francés. Llegó de Bruselas a la Argentina con 17 años y se instaló en el barrio de Once. Al poco tiempo, la conoció a Berta.
Los Mandelbaum aseguran que para sus tres hijos -además, tienen cinco nietos y dos bisnietos-, el que se hayan mudado a Vidalinda es una tranquilidad. En el anterior departamento, Henri tuvo varias caídas, y el temor de una urgencia en medio de la noche terminó por decidirlos a mudarse.
"Dos de nuestros hijos viven fuera del país y nuestra hija, que está acá, no dormía tranquila: tenía un celular con un número diferente para que la llamáramos y lo dejaba prendido al lado de la cama. Para ella y para los varones, nuestro paso fue tan bueno como para nosotros: les dio mucha paz", asegura Berta.
Hace unos días, Henri volvió a caerse de la cama. Inmediatamente, Berta avisó al portero y al encargado de seguridad, que fueron a ayudarlo. "Eso vale oro", resumen.