Salir de la emergencia. "Ahora estamos haciendo asistencialismo puro, dando bolsones de comida"
El Impenetrable Chaqueño y el monte santiagueño comparten la misma geografía: una mancha infinita de arbustos de espinas, árboles y cactus. Allí, viven "Los hijos del Monte", una camada de chicos que pasaban sus días en armonía con la naturaleza y en conflicto con sus derechos.
El aire seco golpea sus caras, el polvo se mete por los todos orificios del cuerpo y raspa en la garganta. El clamor por el agua es constante y dedican un promedio de tres horas para ir a buscarla caminando, en bici o en "zorra" (un carro tirado por un burro) a algún pozo o canal a kilómetros de sus casas.
Para Caren Plencovich, coordinadora general de Haciendo Camino en Monte Quemado, la deuda más urgente es hacia los niños que hoy están sobreviviendo con un solo plato de comida al día. "Ahora estamos haciendo asistencialismo puro, dando bolsones de comida. Lo hacemos para salir de la emergencia pero no alcanza. Hay chicos nuestros que se van a dormir con la panza vacía", resume.
La mayoría de las familias de esta región reciben algún plan o cobran la AUH. Las mujeres son jefas del hogar (las únicas que cuentan con un ingreso fijo) y los hombres hacen changas en el campo con el carbón o la tala de madera. La mayoría de los chicos, colaboran con las tareas del hogar, el cuidado de los animales o el trabajo de sus padres.
Más allá de las mejoras puntuales en estas comunidades gracias a las donaciones realizadas por la audiencia a partir de las notas de Hambre de Futuro, todavía existen muchas materias pendientes: el acceso a servicios tan básicos como la luz y el agua, la posibilidad de contar con señal de celular y Wifi, mejorar el estado de los caminos que por momentos se tornan intransitables y profesionalizar la atención de salud.
"Lo que más hace falta para toda la población es la luz y los caminos, más en el tiempo de lluvia. Más que nada para las urgencias de salud. En la posta sanitaria tenemos una sola enfermera. No hay señal de teléfono, Internet solo en la escuela y lo usan para emergencias. Para mandarse mensajes hay que irse a Boquerón. Desde aquí desde la casa no se puede", reclama Ubaldina Romero, vecina de Piruaj Bajo, mientras amasa unas tapas de empanadas.
El problema del aislamiento afecta en el acceso a todos los servicios como el agua, la luz, la salud y la educación. En Techat, una comunidad Wichi del impenetrable, la principal necesidad es el agua. "Cuando llueve tenemos agua pero cuando no llueve, no. Se la pedimos a la municipalidad de Miraflores pero tardan mucho en traerla", se queja Gervasio Quintana, representante de la comunidad.
La educación secundaria es casi una utopía para los Hijos del Monte. En Piruaj Bajo, los chicos solo pueden asistir a la escuela secundaria hasta segundo año, y después tienen que migrar a San José de Boquerón u a otra localidad. En Techat, directamente no existe el nivel secundario. "Presentamos una nota al Ministerio de Educación para pedir que abran una escuela secundaria en la zona pero todavía no tuvimos respuesta. Yo a veces no tengo plata para pagar el combustible para mandar a mi hijo a la secundaria que queda lejos y no tiene en qué ir. En este momento no está yendo", agrega Quintana.
En relación a los caminos, Plencovich se queja del estado de la ruta nacional 16, que une Monte Quemado con Taco Pozo. "La desidia es enorme. Esta ruta es intransitable. Estamos a cinco horas de la ciudad capital de Santiago del Estero. Como no contamos con rutas que estén en condiciones, cualquier emergencias se agrava porque siempre está el riesgo de que un pozo te pinche un neumático o que se te cruce un animal. Ahora bachearon pero no sirve de nada. Pan para hoy, hambre para mañana", dice con enojo.
Además de la falta de acceso a servicios y derechos básicos, los pueblos originarios que viven en estos montes tienen que enfrentarse a una fuerte discriminación. Sus costumbres no son respetadas, se enfrentan a una brecha cultural difícil de achicar, las fuerzas de seguridad llevan adelante excesos en estas comunidades y el sistema de salud los excluye.
"Si vas a pedir un trabajo en la municipalidad o una ayuda, te piden un montón de papeles o directamente no te aceptan. Después te tratan de vagos, de crotos pero ellos se amontonan en los puestos. No nos aceptan porque supuestamente no hablamos bien el castellano. Pero el problema es que muchos no pudieron terminar la escuela. Si tenemos algún problema de salud vamos al hospital de Miraflores pero a veces no nos atienden bien. No te revisan y te dan pastillas que no sé si sirven para el dolor que tenés", explica Daniel Martínez, un joven del Lote 48, en el Impenetrable.
En relación a la salud, Quintana coincide en que están muy abandonados. Señala que la mayoría de las personas de la comunidad tiene Chagas, enfermedades crónicas y no reciben los tratamientos que necesitan.
La escuela, centro de vida
En estos rincones, la escuela es el principal centro de vida. Allí, además de enseñar, los directivos y maestros son los pulpos que intentan resolver las interminables demandas sociales de las familias. "Somos el pulmón para todo, el centro de interés. No solo solucionás los problemas de la escuela sino también de la comunidad. Si falta el agua, somos nosotros los que nos ocupamos de hacer la nota para reclamar", explica Adriana Craniolini, directora de la Escuela Nro 1.034 Padrinos de Escuelas Rurales, en Miraflores.
Pero además, la escuela es la única que le asegura a los chicos un plato de comida diario. "Acá los chicos desayunan, estudian, tienen amigos, se relacionan, aprenden y almuerzan. Son cuatro horas durante las cuales los chicos están en la institución aprendiendo y no en la calle", agrega Craniolini.
Uno de los mayores desafíos de la zona es generar fuentes genuinas de trabajo para una población acostumbrada a vivir de la caza y de la pesca. "Es fundamental que el jefe de familia pueda ser el jefe de familia que era antes, el que proveía a la familia de lo necesario, del sustento. Ellos tenían todo en el monte y con el avance del desmonte ya no quedan animales, se secan los ríos, no hay más peces y se les da una pensión que no alcanza. Ellos no pueden trabajar de cualquier cosa", dice Craniolini.
Ana Salas, presidente de la Fundación Propuesta Solidaria, visita la zona de Techat hace seis años. En el último año, la única política pública que rescatan es la construcción de dos casitas de material. Ellos, desde la ONG están apostando a las huertas familiares. "Yo creo que algo han mejorado pero no mucho. La principal necesidad que tienen es el agua. Nosotros les llevamos las semillas, y los que están más cerca de una "represa" o reservorio de agua, hacen huertas. Las hacen, las cuidan, hasta han logrado ir al pueblo a vender el perejil", cuenta Salas.
Las principales donaciones que llevan en los dos viajes anuales que hacen a la zona, son ropa de cama, toallas, alimentos, colchones, agua, medicación, atención médica y grandes cantidades de leches especiales para los chiquitos que están con bajo peso.
"Esos chicos no tienen futuro. Son muy pocos los que logran ir a la escuela secundaria. Lamentablemente, no tienen oportunidades más que de hacer alguna changa", concluye Salas.
Niñas madres
En las comunidades aborígenes, el único destino de las mujeres es ser madres, y desde muy temprana edad. En la cultura Wichi, cuando una niña se transforma en mujer y empieza a menstruar, sí o sí tiene que tener un marido y empezar a tener hijos.
"Queremos que las niñas tengan la oportunidad de elegir si quieren ser madres. Yo siempre me pregunto dónde empieza y termina la cultura y en dónde empieza y terminan sus derechos. Porque son criaturas. Yo tengo una chica de 11 años que ya es madre y que el Día de la Madre estaba jugando en el pelotero y a su hijo lo cuidaba la abuela. Yo no creo que una chica de 11 años pueda razonar sobre lo que es ser madre", enfatiza Craniolini.