"Un aviso de la línea 144 me hizo animarme a pedir ayuda"
Fue el 8 de agosto de 2017. Luna se acuerda que era martes. Sacó fuerzas de no sabe dónde y le contó a la pediatra de su hijo, que todavía era un bebé, el calvario que estaba viviendo. Ahí, en ese consultorio de la Maternidad Sardá, encontró un espacio seguro para hablar y no se calló nada: dijo que hacía años que sobrevivía a los golpes de su pareja, que tenía miedo, que sus días estaban contados. "No aguantaba más. Mi ex me puso un cuchillo en el cuello y me dijo: ‘Sino te mato hoy, va a ser mañana’", recuerda Luna.
La trabajadora social y la psicóloga de la maternidad la orientaron sobre cómo hacer la denuncia y a dónde ir. Se tomó un colectivo, se bajó en la calle Lavalle y fue hasta la Oficina de Violencia Doméstica (OVD). "En la tele, había visto las publicidades de la línea 144. Viendo eso decidí salir del círculo de violencia", cuenta la joven, que hoy tiene 22 años.
"Salir del círculo de la violencia". Luna repite la frase como un mantra. Para ella, que había mamado violencia desde que era una beba, entender que había una salida no fue fácil. Lo escuchó por primera vez de boca de una de las psicólogas que la recibieron en el refugio a donde llegan, como ella, mujeres que dejan sus casas escapando de los golpes y abusos de sus agresores, que en la inmensa mayoría de los casos son parejas o ex.
Luna arma el rompecabezas de su historia, cruzada por vulneraciones de todo tipo, en la Casa Margarita Barrientos, en Los Piletones, donde por primera vez se siente segura: "Me imaginaba una vida distinta, pero no tenía contención ni apoyo. Acá lo estoy teniendo. Nunca me había encontrado a gente como la que hay en este lugar: que te pregunta cómo estás, que te contiene, que siempre está".
La Casa Margarita Barrientos nació hace tres años y es una de las dos de medio camino que hay en la ciudad de Buenos Aires. Tiene 25 plazas, cinco habitaciones que comparten las mujeres con sus hijos e hijas y es de gestión asociada entre la Fundación Margarita Barrientos y el gobierno porteño. A diferencia de los refugios –que ofrecen resguardo a quienes están atravesando una situación de alto riesgo: tienen estrictas normas de seguridad, domicilio reservado y son de puertas cerradas–, las casas de medio camino son más permeables. Las mujeres puedan entrar y salir, llevar a sus hijos e hijas a la escuela, ir a estudiar o trabajar.
Agustina Señorans, subsecretaria de Promoción Social del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño, explica: "Las mujeres que llegan a este tipo de dispositivos son las que no tienen ningún tipo de red de contención, recursos internos ni económicos. Están muy solas. El proceso va desde que se reconozcan como víctimas y digan ‘yo quiero otra cosa’, hasta que se fortalezcan y puedan conseguir un trabajo. El valor que tienen estos espacios está en lo artesanal en términos de poder entender las necesidades de cada una".
Desperadas. Asustadas. Golpeadas y abusadas. Con sus hijos e hijas en brazos y solo con lo puesto. Así llegan las mujeres a los refugios, hogares y casas de medio camino. La mayoría, llevan de soportar años de maltratos, como Luna, que también había crecido en una ámbito familiar marcado por la violencia. En el apuro de dejar sus casas, muchas ni siquiera tienen sus DNI. "El primer trabajo que se hace con la mujer es el fortalecimiento interno: el cuidado de una y de los hijos. Que volver a lo del violento no sea una opción", subraya Señorans.
La Casa Margarita Barrientos cuenta con un equipo interdisciplinario conformado por abogados, psicólogas, trabajadoras sociales y operadoras, que acompañan la vida cotidiana de las mujeres. Durante su estadía, se busca fortalecerlas para que puedan iniciar una vida libre de violencia. La capacitación e inserción laboral para lograr la independencia económica que les permita un egreso autónomo, es uno de los ejes centrales. No es un camino fácil.
"Desde los espacios terapéuticos buscamos que ellas puedan construir una historia diferente a la que traen y eso es muy complicado, porque la violencia está muy enraizada en ellas, viene incluso de generaciones y requiere de un trabajo muy arduo por parte de la mujer", describe Eliana Bosoer, la psicóloga del espacio.
Un proyecto comunitario
"El proyecto de la casa lo plantea Margarita porque había muchas situaciones de violencia que las mujeres iban a contarle a su fundación. Ella había refugiado a varias en su propia casa", cuenta Silvia Herrera, coordinadora del lugar. "Si bien nació como un espacio pensado para dar respuesta a las mujeres del barrio, se transformó en otra cosa. Hoy alberga a las que llegan de toda la Ciudad. En Los Piletones aquellas que tuvieron que dejar sus hogares encontraron una red comunitaria muy fortalecida y muchas después eligieron quedarse", agrega.
Herrera cuenta que el equipo acompaña a las mujeres para que puedan desde tener una vacante en las escuelas y centros de primera infancia, hasta asistir a talleres de capacitación laboral: todo dentro del mismo barrio y a pocas cuadras. Además, un abogado las asesora en lo legal, se les gestiona subsidios económicos que sean un apoyo y, en muchos casos, se las acompaña a que puedan sacar sus documentos o los de sus hijos e hijas.
Actualmente, en la casa viven siete mujeres que llegan derivadas del refugio Mariquita Sánchez. "No hay un tiempo estipulado de permanencia. Hay una mujer que está hace dos años, otras estuvieron meses. La idea es que puedan trabajar sus historias y todo lo que pasaron por ser víctimas de violencia en los espacios terapéuticos, para poder llegar a un egreso autónomo para ellas y sus hijos", sostiene Herrera.
Cuando Luna llegó a la casa tenía una depresión que no la dejaba salir de la cama. "Solamente dormía y me quedaba en el cuarto de la angustia que tenía: me levantaba a las 12 del mediodía", recuerda. De a poco, gracias a esas personas que le tocaban la puerta para preguntarle cómo estaba, si quería comer, hablar, o estar con alguien, que con respeto por sus tiempos pero con insistencia le hacían saber que ya no estaba sola, empezó a salir del pozo.
Cuando le preguntaron si estaba dispuesta a dar una entrevista, Luna dijo que se iba a arreglar. Apareció con su largo pelo recogido en un rodete enorme, calzas y un buzo con cierre. Accedió a sacarse fotos, pero de espaldas. Además, pidió que le pusieran otro nombre. De su infancia, cuenta que nació en Santa Ana, Misiones, y aprieta en una frase, tan corta como demoledora, años de abuso y violencia: "Mi mamá me empezó a prostituir a los 5 y así estuve hasta los 8. Mi abuela le contó a mi papá, que vivía acá, en Buenos Aires, y me trajo con él al Bajo Flores".
Desde los 9 hasta los 18 vivió entre un hogar para chicos y chicas privados de cuidado parentales y una familia de acogida: "Estando con esa familia fui abusada. Le conté a una compañera de mi curso y entonces la escuela se metió para que me sacaran de ahí".
Volvió a vivir con su papá y su mujer hasta que, en 2016, se puso de novia. Lo conoció en un taller de costura. "Él maneaba la máquina y yo era ayudante. A los cuatro meses quedé embarazada y a los tres de embarazo, empezaron los maltratos", dice. Primero, eran psicológicos. Al poco tiempo, vinieron los golpes.
Desde que está en la casa, Luna volvió a la escuela. Está en primer año del secundario. Va caminando, tres veces por semana. Dice que quiere hacer realidad su sueño: "Ser actriz y cantante. Pero no para ser millonaria: quiero ayudar a la gente necesitada". Le gusta tomar mate y hablar con el equipo técnico. "Es una participante activa de todos los espacios terapéuticos y actividades que hay", cuenta Eliana, su psicóloga.
Luna llegó a la casa el 22 de enero de 2019 y la fecha de su egreso aún es incierta. Lo que sí sabe es que se quiere quedar en el barrio. En ese sentido, Señorans, asegura: "Todas las mujeres que egresan sostienen este espacio como referencia: siempre vuelven, desde a festejar los cumpleaños hasta compartir una noticia o consultar a la psicóloga o el abogado".
"En este lugar cambié. Me siento contenida, alentada a seguir mis estudios. Me encariñe con la gente, acá me siento contenida, no me había pasado en otro lugar", concluye Luna sosteniendo la mirada y, por primera vez en la entrevista, sonríe.
Cómo colaborar
Facebook: Fundación Margarita Barrientos
Dónde pedir ayuda
- Línea 144 : Es la línea gratuita de atención para mujeres en situación de violencia. Atiende las 24 horas, de manera gratuita y en todo el país
- Oficina de Violencia Doméstica: Atiende todos los días, las 24 horas. Queda en Lavalle 1250 PB, CABA. Se puede llamar al (011) 4123- 4510 (al 4514)
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