Adaptar “Cien años de soledad” es uno de los proyectos audiovisuales más ambiciosos de la historia de Latinoamérica
Las guionistas Natalia Santa y Camila Brugés cuentan cómo fue el proceso de llevar a la pantalla la novela de Gabriel García Márquez. La serie tendrá su estreno mundial el 11 de diciembre
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“Cien años de soledad sería ideal para un serial de cincuenta horas de televisión, pero García Márquez no quiere venderlo’, ha declarado a una revista española el actor Anthony Quinn. Y agregó: ‘Yo le ofrecí un millón de dólares y no quiso, porque García Márquez es comunista, y no quiere que se sepa que ha recibido un millón de dólares. Porque luego vino, después de la cena, y me dijo aparte: ‘¿Cómo se te ocurre ofrecerme ese dinero en público? Otra vez me lo ofreces sin que haya ningún testigo’. Lo único malo que tiene esta declaración, aparte de su infantilismo, es que no es cierta. La realidad, como siempre, es más interesante”, escribió Gabo el 21 de abril de 1982, en una de las tantas columnas que publicó en el diario El País, y a la que tituló: “Una tontería de Anthony Quinn”.
En ese mismo texto, el escritor colombiano narra con su característico humor peripecias vividas con diferentes productores y directores: “mi reticencia de que se haga en cine Cien años de soledad (…), no se funda en la extravagancia de los productores. Se debe a mi deseo de que la comunicación con mis lectores sea directa, mediante las letras que yo escribo para ellos, de modo que ellos se imaginen a los personajes como quieran, y no con la cara prestada de un actor en la pantalla. Anthony Quinn, con todo y su millón de dólares, no será nunca para mí ni para mis lectores el coronel Aureliano Buendía”.
Cuando en 2019 se dio a conocer la noticia de que la gran obra finalmente iba a ser adaptada, los más fieles lectores se sintieron consternados y hubo quienes acusaron –sin ponerse colorados– de traidores a la familia del ganador del Nobel por vender los derechos a Netflix.
“Mi padre, en vida, decía que, si se pudiera filmar Cien años de soledad en muchas horas, en español y en Colombia, quizás lo consideraría. Eso fue lo que nos movió años después a mi madre, a mi hermano Gonzalo y a mí considerar vender los derechos para que se hiciera la adaptación”, sentenció Rodrigo García Barcha –el hijo mayor de Gabriel García Márquez–, las razones por las que la novela publicada en 1967 tendrá finalmente su adaptación y el estreno mundial será el próximo 11 de diciembre en la plataforma audiovisual.
Celebrada como “La gran novela de América”, como la bautizó Tomás Eloy Martínez en la tapa de la revista Primera Plana (publicada el 20 de junio de 1967), Sudamericana -la editorial argentina- presentó Cien años de soledad el 5 de junio de 1967, con la ilustración de Iris Pagano –la del galeón hundido en medio de la selva– en su portada. Los 8 mil ejemplares repartidos en las librerías de Buenos Aires se agotaron en quince días. El resto es historia.
Con más de 50 millones de ejemplares vendidos en el mundo, traducida a más de 40 idiomas, Gabo se convirtió en el autor en lengua castellana más traducido del siglo XXI. Lejos de pecar de ser un título retumbante, la expectativa por el estreno de la serie generó en Japón que la edición de bolsillo de Cien años de soledad se convirtiera en un fenómeno editorial: en ocho semanas se vendieron más de 290.000 ejemplares, casi la misma cantidad de las tres versiones editadas anteriormente, en tapa dura.
El artista Ryuto Miyake, uno de los ilustradores locales más cotizados del momento –autor de campañas publicitarias para Gucci, Bottega Veneta o Apple– realizó una portada con 16 elementos macondianos dibujados en un estilo enciclopédico, entre ellos, un alambique, un telescopio, un gallo de pelea y un racimo de plátanos, además de personajes como el gitano Melquíades y el coronel Aureliano Buendía.
Para contrarrestar los dichos de los más acérrimos detractores, el cineasta Rodrigo García Barcha –también productor de la serie–, recurrió a otras declaraciones de su padre para apoyar la decisión tomada. Entre ellas, la que pronunció Gabo en 1987 en una entrevista con la periodista cubana Lídice Valenzuela (autora de Un paseo con Gabriel García Márquez): “Imagínate lo que es Cien años de soledad reestructurada en una película por muy larga que sea…La veo más como una serie de televisión, en diez años, sin adaptación”.
En 2023, en el marco del 11* Festival Gabo, Rodrigo hizo hincapié en que una de las principales dificultades para adaptar la novela fue siempre el respeto de los cineastas hacia su padre: “Ha habido demasiado respeto al autor y al texto (…) Se necesita menos respeto”.
Para la familia del escritor nacido en Aracataca era muy importante que la adaptación se hiciera en los episodios que fueran necesarios. “En español, filmada en Colombia –destacó Rodrigo García Barcha–, con directores, guionistas, técnicos, productores y, en su mayoría con actores colombianos o latinoamericanos”.
En una charla vía zoom, las guionistas colombianas Natalia Santa y Camila Brugués –que forman parte del equipo de escritura de la serie– aseguran que tras aceptar las condiciones de la familia de Gabo, Netflix puso manos a la obra para desarrollar uno de los proyectos audiovisuales más ambiciosos de la historia de Latinoamérica. Para narrar el recorrido por siete generaciones de los Buendía, la serie contará de 16 episodios, divididos en dos partes, de 8 episodios cada una.
Fue el escritor puertorriqueño, José Rivera (nominado a los premios Oscar por Diarios de motocicleta) el que organizó la novela de manera cronológica para su adaptación visual. “Junto a María Camila Arias (consultora de guiones) y Albatros González desarrollamos la profundidad de la escritura episódica, los arcos y encarar el desafío de adaptar una obra como esta”, describe Brugés, escritora, productora, directora y bailarina.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”, no hay duda de que este es uno de los mejores comienzos que nos regaló la literatura y es el que eligió García Márquez para inmortalizar su novela y con el que también da inicio la producción de Netflix.
Los saltos en el tiempo han hecho de Cien años de soledad una obra de profundo análisis, a partir de la existencia de dos niveles de tiempos: uno mítico y otro histórico que contribuyen a borrar las delimitaciones temporales.
“En el primer encuentro nos la pasamos hablando de física cuántica, de la circularidad del tiempo y sus dimensiones –cuenta Natalia Santa cineasta y guionista, reconocida por su película La defensa del dragón, con la que se convirtió en la primera directora colombiana en competir en el Festival de Cannes–. La decisión de estructurar la serie en orden cronológico fue para facilitar su traducción al formato audiovisual. Es una novela compleja, difícil de seguir, con sus saltos en el tiempo, repeticiones de los nombres, de las circunstancias y muchas veces, hasta contradictoria en sus frases. Es una novela que está llena de esos absolutos tan propios de Gabo, que son tan hermosos, como ‘la mujer más bella del mundo’. Hay mucha libertad en Gabo, cómo desarrolla sus personajes y en ese orden, desordenado, es muy complejo para un trabajo audiovisual”.
Este orden lineal para adaptarla en una estructura de 16 episodios, les permitió poder ver mucho más de cerca a cada personaje y sus circunstancias: “Como cuando armamos el arco del coronel Aureliano Buendía –destaca Natalia– , este niño que después de que su hermano lo abandona, se encierra en el taller a aprender de su padre el arte de la platería y pasa toda su adolescencia encerrado, en ese taller, en total soledad. Y cómo ese niño se transforma luego en el líder de una revolución y luego ese líder de una revolución en su afán enorme de justicia, se transforma en un tirano que ha perdido por completo su objetivo y que ya solo pelea por orgullo. Y luego, como ese gran tirano, se convierte en un viejo solitario que vuelve a encerrarse en ese taller, ¿no?, otra vez con los pescaditos. Un prócer olvidado. No vamos a spoilear –bromea–. Es absolutamente magistral el arco de este personaje. Es tan genial y tan magnífico que tú dices, bueno, ¿cómo hago para que el espectador se enganche y entienda a este personaje de principio a fin?, qué comprenda de dónde viene y entienda su soledad, sus heridas, su incapacidad de amar. ¿Cuáles son los puntos clave?”
“Tenía la misma languidez y la misma mirada clarividente que había de tener años más tarde frente al pelotón de fusilamiento”, describe Gabo a Aureliano Buendía, que en la serie tiene la languidez y la mirada del actor bogotano Claudio Cataño.
Para traducir al lenguaje audiovisual, conservar y potenciar la belleza de las palabras de García Márquez las guionistas trabajaron en forma simultánea con la preproducción. “A diferencia de otras series, de otras producciones en Cien años… trabajamos muy cerca de escritores, directores, productores. En otras ocasiones uno entrega el guion y se va –dice Camila Brugés entre risas cómplices–. Con el equipo buscamos esta comunión”.
El objetivo principal fue el de ser lo más fiel posible al espíritu de la novela. “Además buscamos resaltar la complejidad de Colombia –señala Natalia Santa con la aprobación de su par–, la violencia, la psique familiar, las maldiciones, las historias repetidas”.
Una novela que permite múltiples lecturas: “Gabo es genial en abrir ventanas con una sola frase, y los lectores se quedan con la idea de que detrás de ellas hay una gran historia –reconoce Brugués– pero uno las vuelve a leer y se da cuenta de que es solo una insinuación muy poderosa. Abre portales”.
Cien años de soledad es realismo mágico, de eso no hay duda, una historia repleta de supersticiones y magia. Donde también asoma la dolorosa Guerra de los Mil Días y la masacre de las bananeras de 1928, cuando el Ejército oprimió una huelga contra la United Fruit Company (empresa que inventó las “repúblicas bananeras”) con una brutal matanza de obreros.
“Todos tienen una idea muy subjetiva de qué es ‘el realismo mágico’ –analiza Brugés–. Para la serie armamos una lista con las imágenes icónicas que aparecen en el texto”.
Eventos extraordinarios que al leerlos se asumen de manera ordinaria. “Nadie se sorprende que Remedios, la Bella, ascienda al cielo (`decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella`), que Melquíades no envejezca, que a Mauricio Babilonia le persigan mariposas amarillas –enumera Natalia– y que Macondo se vea inmerso en la peste del insomnio. Son cosas que pasan”.
“Los habitantes de Macondo no consiguieron dormir, sino que estuvieron todo el día soñando despiertos. En ese estado de alucinada lucidez, no sólo veían las imágenes de sus propios sueños, sino que los unos veían las imágenes soñadas por los otros”.
La multiplicidad de tonos de la novela, capaz de alterna crueldad y violencia con humor y melodrama fue otro de los grandes desafíos. “Una de las cosas más difíciles fue traducir al audiovisual esos contrastes, hacer que esos tonos confluyeran de manera orgánica en la estructura –comentó Natalia Santa–. Fue importante para nosotras enfocar el relato desde una yuxtaposición de elementos históricos, terribles y barbáricos junto con otros más folclóricos y tragicómicos. Siento que Gabo estaba intentando yuxtaponer con el realismo mágico, la oscuridad y la luz del ser humano, la barbarie y la poesía. La obra nos está diciendo ‘Somos tan sombríos, tan crueles, tan terribles, cómo somos solidarios y hermosos’”.
Para Brugés en esta multiplicidad de tonos, en el que los hechos históricos se entrelazan con lo mágico y lo folclórico está narrada la idiosincrasia colombiana. “Somos súper folclóricos –asegura–, no nos tomamos nada en serio. Si nos tomáramos las cosas en serio, sería terrible vivir en Colombia”.
Ya lo dijo Rodrigo García Barcha: “En los libros de Gabo hay muy poco diálogo y, cuando lo hay, es muy poético”. La voz de Aureliano Babilonia, la que descifra el diario de Melquiades, la que abre las puertas de Macondo, va donde las imágenes no pueden ir, pero la literatura sí. “A través del narrador conservamos la poesía”, resalta Camila Brugés.
“En esos diálogos, en esa voz estaban todas las pistas que necesitábamos para darle la oralidad que los personajes necesitaban para una mayor interacción –destaca Santa –. Lo que nos permitió también que las mujeres tuvieran mayor protagonismo, como es el caso de Úrsula Iguarán (la mujer que temía parir bebes con cola de cochinitos). No inventamos nada que no estuviera dentro de la novela”.
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