Las amigas y coleccionistas que transforman prendas de vestir en obras de arte únicas
La galerista Cecilia Caballero y la artista plástica Isabel Uboldi emplean material textil para crear chales que rinden tributo a grandes referentes de la plástica
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La pasión por el arte fue el punto de partida. Aunque la trama que tejen Cecilia Caballero e Isabel Uboldi tiene muchos hilos en común. Se conocen hace más de 40 años, son coleccionistas y vecinas en un barrio de Pilar. Viajan por el mundo, comparten los mismos gustos culturales y les apasionan los textiles.
Caballero es galerista del espacio que lleva su propio nombre. Isabel es artista plástica. Con fragmentos de géneros, piezas de alta costura y hasta corbatas o piyamas de seda en desuso impulsan obras de arte para usar. El emprendimiento que pone en valor el lujo artesanal se llama Sûr.Chale, un auténtico manifiesto que engloba conceptos de reuso, capacitación a bordadoras y una oportunidad para transformar descartes en piezas únicas, desde el sur de Latinoamérica al mundo.
Con la tela base como un lienzo, el proceso creativo de cada chal comienza con una lluvia de ideas desorganizadas. Capa por capa, prueba y error, las creadoras de la firma buscan inspiración en maestros del arte contemporáneo, quienes rinden homenaje. Detalles que remiten a Guillermo Kuitca, León Ferrari o Kenneth Kemble. Destellos de Takashi Murakami o Rogelio Polesello que conforman collages y apliques con impronta propia.

La galerista y la artista plástica confiesan que se reconocen como acumuladoras seriales de telas. Pero no cualquier tela. Shantun del Sudeste Asiático, kimonos de Nueva York, recortes italianos, joyitas francesas. Con una dinámica nómade establecen talleres de confección en distintas casas y se reparten tijeras y costureros entre Capital y Pilar. La ayuda de manos expertas es clave para las últimas puntadas.
“Convocamos a un grupo de bordadoras, miembros de una agrupación religiosa de Testigos de Jehová. Ese saber ancestral que despliegan es puro adn. Nos enseñan mucho y, a la vez, también aprenden. El intercambio es muy nutritivo y cada vez se suman más integrantes”, destaca Cecilia Caballero.
Para Isabel Uboldi el traslado de sedas, linos, organzas y brocatos en bolsos y valijas ya es parte del cotidiano. “Planchamos, catalogamos por color, ordenamos los retazos en función de la composición que queremos lograr. Nos guiamos por el concepto japonés que promueve el minimalismo frente a la acumulación material, la espacialidad y la imperfección”, señala Uboldi, discípula de Kemble.

Diplomáticas, funcionarias internacionales, empresarias con puestos jerárquicos y personas vinculadas a la vida cultural integran la agenda de clientes que lleva los chales por el mundo. “Nos pidieron del Design Museum de Nueva York 50 unidades, pero es imposible. Nuestra dinámica es la producción de piezas únicas, con identidad propia”, destacan.
La composición que logran va de lo geométrico a lo abstracto, una práctica que las lleva por caminos impensados. “El collage textil no es el resultado del azar, sino de una exploración casi frenética en función de un concepto artístico. La calidad del material no solo se conserva, sino que se potencia a partir del trabajo manual”, plantea Caballero. La resignificación de estos fragmentos reúne en una misma composición distintas historias y ciudades. Las arqueólogas textiles superponen capas de sentido que recomponen entre puntos de costura y bordado. Estos recortes funcionan como dispositivos que activan sensaciones: recuerdos de viajes, detalles de obras de arte que las impactaron, homenajes secretos a distintos artistas.
“Con telas plásticas armamos un chal inspirado en Juanito Laguna, de Antonio Berni. Reutilizamos descartes en función de la temática del artista”, explica Uboldi sobre estos dispositivos textiles que funcionan como segunda piel. “Es arte para usar, es accesible y también asume la función de cuadro”, destacan las creadoras de Sur.Châle, mientras hilan composiciones que dialogan con las vanguardias del siglo XX. “Desarrollamos obras de gran tamaño que colgamos en una casa muy especial. La familia entera estaba muy emocionada con los resultados”, comentan.
Estos mapas donde las distintas telas forman las rutas y caminos implican montajes precisos. Las mesas dispuestas con agujas de todos los tamaños dan cuenta del proceso. Tiempo, dedicación y disposición forman parte de la materia prima a la hora de crear. “Armamos un laboratorio textil en cada casa, donde las bordadoras participan activamente. También recibimos cada tanto a clientas que quieren intervenir su propio chal. Los aportes son bienvenidos”, dispara Uboldi, experta en realización de platos artísticos en cerámica y piezas en cemento.
Para Cecilia Caballero, la confección de chales dispara una reflexión sobre los tiempos actuales. “Cada pieza refleja la fragmentación cotidiana, el desorden que ordenamos en cada composición es una metáfora de la mente del ser humano actual. Estamos a mil, en distintas aplicaciones al mismo tiempo, navegando por plataformas todo el día. El collage implica tomar decisiones, reordenar esos fragmentos. Transformar el caos en arte”.
Si algunos flecos remiten a la obra de Lucio Fontana, otras composiciones reflejan el arte conceptual de Joseph Beuys o Marcel Duchamp. Con el textil como hilo conductor, Uboldi y Caballero destacan la potencia que esta técnica asume en distintas instancias internacionales. “Cada vez más las bienales, ferias internacionales y muestras incluyen piezas textiles. Nos alegra. Está en el aire. Invita a volver a las fuentes, al inicio de este arte que nació con una función básica; la del abrigo y la protección”, explica Caballero.

Colores que se superponen, texturas que asoman en bordes internos, brillos de géneros olvidados en cajones que, a partir de su recuperación, recobran todo su esplendor. Los collages portables recuerdan que el reuso es una gran oportunidad para hilvanar memoria, reutilización y diseño contemporáneo.
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