Leonora Carrington, cocinera y surrealista
Una investigadora mexicana recuperó el recetario de una artista que concebía la mesa familiar como lugar de amor, sabor y alquimia
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Lechón relleno de ruiseñores, tarta de anémonas y sopa de cuervos son algunas de las recetas surrealistas que Leonora Carrington inventó para incluir en sus cuentos, pinturas y esculturas. Fascinada con la alquimia que se produce al cocinar los alimentos, la artista también dedicó horas de su vida a preparar deliciosos platillos que sorprendieran no solo a su familia sino también a sus amigos, entre los que se encontraban los artistas André Breton y Remedios Varo.
Inglesa de nacimiento y mexicana por adopción, Carrington fue una de las tantas artistas europeas que emigró a América tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Años antes del viaje, estuvo en pareja con Max Ernst, uno de los pioneros del Surrealismo, quien la vinculó también con otros artistas de esta corriente, como Salvador Dalí, Joan Miró, Man Ray y el cineasta Luis Buñuel.
La artista encontró en México el terreno fértil para darle rienda suelta a su arte surrealista. Sus influencias no solo están dadas por su amistad con Breton, padre del Surrealismo, y por su pasada relación con Ernst, sino que se originaron durante su infancia en Inglaterra, cuando su madre y su abuela irlandesas le contaban historias mitológicas celtas
Tras una breve convivencia con Ernst en Saint-Martin-d’Ardèche (Francia), él fue detenido y llevado a un campo de concentración en 1939, mientras que ella logró huir a España. Al verla en shock por lo que había sucedido, su familia decidió internarla contra su voluntad en un hospital psiquiátrico de la ciudad de Santander. Tiempo después, luego de que Leonora sufriera un abuso sexual, sus padres quisieron trasladarla a otra clínica en Sudáfrica pero, cuando llegó a Lisboa, ella escapó y acudió a la embajada de México para pedir asilo.
Carrington se encontró allí con el poeta y diplomático Renato Leduc, con quien se casó para obtener el pasaporte mexicano. La pareja convivió durante un año en Nueva York y en 1941 se instalaron en México, país que tuvo una amplia política de puertas abiertas durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.

Si bien hubo cariño y se convirtieron en grandes amigos, el matrimonio de Carrington y Leduc fue breve y terminó poco después de llegar a México. A partir de allí, la artista comenzó a tejer redes con otros exiliados y, poco después, conoció a Emerico “Chiki” Weisz, un talentoso fotógrafo húngaro que se transformó en su compañero de vida y padre de sus hijos Gabriel y Pablo.
Multifacética, Carrington es considerada una de las artistas más relevantes de la escena latinoamericana del siglo XX. A lo largo de los años, exploró distintas disciplinas que fueron desde la pintura, la escultura y el grabado hasta la literatura y la dramaturgia.
La artista encontró en México el terreno fértil para darle rienda suelta a su arte surrealista. Sus influencias no solo están dadas por su amistad con Breton, padre del Surrealismo, y por su pasada relación con Ernst, sino que se originaron durante su infancia en Inglaterra, cuando su madre y su abuela irlandesas le contaban historias mitológicas celtas. Además, al pisar tierra latinoamericana, ella se topó con el arte precolombino, en el que encontró todo tipo de simbolismos.
Fue una feminista antes de los feminismos pero, a su vez, le encantaba cocinar porque consideraba que era un acto alquímico. Era una actividad que le permitía, justamente, encontrar una liberación
Fusión entre dos mundos
“La dimensión mítica, que juega un rol tan importante en la constitución de la teoría del surrealismo, (…) encuentra en México y en su cultura ancestral una fuente inagotable de exploración y de interpretación. En este sentido, es de interés la consideración que hace Breton sobre la figura de la diosa azteca Coatlicue ya que, en su monstruosa belleza, es posible encontrar algunos de los conceptos desarrollados por el surrealismo. La esencia dual de Coatlicue tiene elementos interesantes (…). Está construida a la manera de un collage. Hay una conjunción de elementos animales –de jaguar, de águila, de serpiente– que simbolizan a los dioses, pero también de elementos humanos. Todo esto da lugar a una fusión de lo natural (la realidad) y lo sobrenatural que entronca a la perfección con el pensamiento de Breton”, explica Lourdes Andrade en el libro Surrealismo, entre el viejo y el nuevo mundo.

Si bien Carrington se dedicó de lleno a su carrera como artista, también fue una mujer presente en su hogar y que disfrutó de pasar tiempo con su familia. Lejos de verla como una obligación, la artista encontró en la cocina un espacio donde jugar, explorar y combinar ingredientes para obtener un nuevo producto.
En el libro editado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de México, La cocina alquímica (o cómo salvarse de la hostilidad del conformismo): recetario de Leonora Carrington, Alejandra Osorio Olave, autora de la publicación y docente de la carrera de Comunicación de la UAM, recuerda una particular anécdota entre la artista y Breton.
“El título del recetario incluye la frase ‘cómo salvarse de la hostilidad del conformismo’, que surge de una carta que escribe André Breton en la que cuenta que fue a visitar a Leonora a su casa y la encontró en la cocina preparando frenéticamente algunos platillos. Eran recetas de cocina de un libro inglés muy antiguo que ella solía recrear. Sabemos que la comida inglesa no es necesariamente la más sabrosa y, en este caso, se trataba de un recetario medieval que incluía bocadillos rellenos que no sé si serían del todo apetitosos”, cuenta con humor Osorio Olave. Tras verla tan concentrada en el paso a paso de las recetas, Breton planteó “que Leonora buscaba liberarse de la ‘hostilidad del conformismo’”. “A mí me encantó esa imagen porque te hace pensar en alguien que, afanosamente, trataba de encontrar lo extraordinario en lo ordinario”, señala la autora.
“Una liberación”
En este sentido, Osorio Olave explica que Carrington “defendió mucho su rol de madre y esposa”. “Ella hacía todo lo que hacían las mujeres de su época. Esto es algo interesante de pensar porque Leonora se liberó de muchos mandatos, fue una feminista antes de los feminismos pero, a su vez, le encantaba cocinar porque consideraba que era un acto alquímico. Era una actividad que le permitía, justamente, encontrar una liberación”.

El libro no solo incluye algunos de los platos “surrealistas” que Carrington ideó para cuentos como “Monsieur Cyril de Guindre” o “Las hermanas”, sino que también cuenta con otras dos secciones: las recetas inglesas de su familia de origen y aquellos platos locales que aprendió a preparar tras radicarse en México.
“Podríamos decir que el libro está dividido en tres partes. La primera se llama ‘Amar y devorar’ y surge de pasajes tanto de su pintura como de algunos de sus cuentos. Son recetas muy imposibles, como lechón relleno de ruiseñores o tarta de anémonas. Trabajamos con profesionales de la cocina que nos ayudaron a recrearlas (con ingredientes reales)”, detalla Osorio Olave.
Al continuar leyendo, se llega al capítulo ‘Compartir y crear’, que está centrado en la vida familiar de Carrington junto a su marido y sus dos hijos. “Estas recetas nos las contó Pablo y otras las obtuvimos de la biografía que escribió Gabriel sobre Leonora. En este texto, él también hablaba de cómo era el momento en que se sentaban a la mesa y qué le gustaba cocinar a su madre, entre otros detalles interesantes. Gracias a este contacto con los hijos, pudimos extraer ideas de cuáles eran los platillos que se comían con mayor frecuencia en la casa”.
La mayoría de las preparaciones que aparecen en este capítulo son de origen inglés, aunque también se incluyeron algunos platos húngaros debido a la nacionalidad de Weisz. En estas páginas, está listado el paso a paso para cocinar, entre otras recetas, galletas de jengibre, chicken paprikash y bubble and squeck, plato tradicional inglés elaborado con “sobras” de verduras. Durante este período, la artista también comenzó a descubrir las comidas mexicanas tradicionales, como el mole y el atole.
“Leonora aprendió a preparar el mole de grande, cosa que es complicada cuando no sos mexicano. Era algo que realmente le gustaba cocinar. Además, las referencias que hizo a este platillo son muchísimas. Diría que es la receta a la que más alude en su literatura y en sus pinturas”. Tal es así que escribió un cuento especialmente dedicado a este platillo llamado “La invención del mole”.
“Creo que el mole es una receta surrealista por excelencia porque, para empezar, es una comida de color negro. Puede que, a primera vista, pienses que no es apetitosa pero, al probarla, su combinación de sabores, la mezcla de ingredientes y su preparación (que incluye distintas técnicas, como tostar, hervir y cocer los alimentos) la vuelven deliciosa y hacen que calce perfectamente con la personalidad de Leonora. Sumado a que lleva chocolate y eso, para mí, la hace una receta surrealista en sí misma”, detalla la autora.
Trabajo de hormiga
En tercer lugar, el libro incluye las recetas que marcaron a Carrington durante su madurez y que fueron rescatadas de los recuerdos de Yolanda, la persona que cuidó a la artista y a su marido durante los últimos años de su vida. “Esas recetas provienen de un relato oral, no estaban escritas. Yolanda nos decía en qué consistían los platos y nosotros los recreamos. Por ejemplo, nos contaba que a Leonora le gustaba que ella le preparara sopa de pollo con peras”. Este capítulo lleva el nombre de ‘Envejecer y reconocer’ e incluye platos como lentejas a la mexicana, sopa de frijol con vino y huevos a la mexicana. Osorio Olave cuenta que la recopilación de las recetas no fue sencilla debido a que Carrington no apuntaba los ingredientes, condimentos y cantidades en un cuaderno, sino que cocinaba a ojo. “Su casa estaba llena de libros pero son de otra naturaleza. No encontramos que ella llevara una carpeta con sus recetas ni tampoco que tuviera libros de cocina escritos por otras personas”, advierte.
El trabajo de hormiga de la autora y sus tres colaboradoras Itzel Alejandra Jiménez Loranca, América Fabiola Sánchez León y Maricarmen Rosas Juárez incluyó una larga investigación y también creatividad al momento de convertir aquellos platos imaginarios en recetas reales que pudieran prepararse en cualquier cocina.
“Cuando empezamos a escribir tomamos como referencia a El libro de cocina de Alice B. Toklas que relata anécdotas que sucedieron alrededor de la mesa de su casa. En dichos encuentros ella y su pareja, la novelista Gertrude Stein, recibieron a artistas como Pablo Picasso, Henri Matisse, Ernest Hemingway y Francis Scott-Fitzgerald como invitados. Nosotras quisimos que este libro se insertara en una tradición que propone hacer una aproximación a la cocina pero desde un lugar narrativo y tocando aspectos culturales y sociales que están muy enriquecidos por las historias familiares, los amigos y todo aquello que se comparte cuando te sentás a la mesa”, concluye la autora.
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