Lee el primer capítulo de Kentukis, de Samanta Schweblin, donde la voz de lo siniestro se mete con la tecnología
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No es solamente una de las voces de la nueva literatura argentina que más lejos se oyó en la última década. Samanta Schweblin es una autora que no puede estar fuera del radar de un lector curioso, exigente y actualizado. Residente en Berlín, la escritora argentina ganó múltiples premios en todo el mundo por su nouvelle Distancia de rescate (2014), nominada el año pasado al prestigioso Man Booker Prize International; también sus libros de cuentos Pájaros en la boca y Siete casas vacíasle dieron gran reconocimiento... Tanto que podría volverle como un búmeran: "Siempre me incomodó la exposición y la mirada del otro. La literatura fue un arma de doble filo. En la adolescencia me ayudó a esconderme, pero, a la larga, me dejó en un lugar de muchísima más exposición, y eso sigue incomodándome", dijo a LA NACION en una entrevista de marzo de 2017.
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Lo siniestro, los entornos y relaciones familiares, son algunos de sus temas frecuentes. Y hay algo algo más, fundamental en su escritura: el hilván preciso que trazan con la realidad, la coyuntura, lo que nos toca de cerca hasta atravesarnos. En este sentido, si en su novela anterior se metía con los agrotóxicos, en Kentukis (Literatura Random House), su nuevo libro, vuelve a manejar el tándem de lo tenebroso con lo actual y va de frente con la tecnología. En tiempos de Black Mirror , de otras formas de voyeurismo que, en consecuencia, ponen en juego nociones de intimidad y de cuidado diferentes, esta nueva novela breve sacude desde el primer capítulo, que adelantamos aquí, respecto de la relación que en este siglo los seres humanos de un mundo globalizado tenemos con la tecnología. Los Kentukis no son –aunque en principio puedan parecer– los Tamagochis con los que se jugaba en los 90; son atractivos muñecos virtuales de peluche sin manual de instrucciones o aplicaciones para móviles. Son personas. Detrás de todos, en algún lugar del mundo, alguien está mirando a través de sus ojos.
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