Cartas políticas
La acción transcurre en México en el año 2020, pero no es una novela de ciencia ficción, más bien podríamos denominarla de política ficción, ya que su tema central es la política, las sinuosas estrategias o manipulaciones para alcanzar el poder y su irremediable sensación de impunidad. Concebida en el antiguo género epistolar, aunque con una visión muy moderna, las diversas voces narrativas parecen ilustrar con abundantes sentencias en clave mexicana -y, por extensión, latinoamericana- los consejos de Maquiavelo al Príncipe acerca del poder, de cómo lograrlo y retenerlo.
En el año 2020 la Casa Blanca ha tomado represalia contra México porque este país cuestionó en las Naciones Unidas su invasión a Colombia y porque, además, pretende que sus ventas de petróleo a los Estados Unidos sean cobradas al precio establecido por la OPEP. Como castigo, y alegando una falla en el satélite, el vecino del norte boicotea sus sistemas informáticos, motivo por el cual los mexicanos ya no cuentan con fax, e-mail ni teléfono. Ello explica que los personajes, todos ellos políticos que deberían cuidarse de dejar escritas muchas de las cosas que piensan, no tengan más remedio que comunicarse por carta.
En ese año 2020 el PRI se halla desmembrado y ocupa la Silla del Aguila -el sillón presidencial- Lorenzo Terán, un presidente débil, abúlico, que cree que los problemas de gobierno se resuelven por sí solos. El enfrentamiento con los Estados Unidos ha sido obra de su consejero, Xavier "Séneca" Zaragoa, rival del jefe de gabinete, el servil y adulón Tácito de la Canal. En Washington gobierna a la sazón Condolezza Rice; el presidente de Cuba Fidel Castro, de 93 años, inaugura un parque temático en Sierra Maestra, Mick Jagger llega a México a festejar sus 80 años; se venden souvenirs del comandante Marcos y, en el extremo sur, la Argentina es un país balcanizado donde cada provincia tiene su Facundo local y su propia moneda sin valor (una predicción que nos hace estremecer).
Los protagonistas del relato son María del Rosario Galván, de 49 años, operadora política, ex amante de varios funcionarios incluido el presidente, y Nicolás Valdivia, joven que quiere debutar en la vida pública y a quien ella instruye y forma entre promesas eróticas, como un Pigmalión con faldas, para terminar llevándolo a la presidencia. María del Rosario, mujer inteligente, culta, aguerrida, soberbia y cínica, siente arder en su interior el demonio de la política. Todo es política para ella, hasta el sexo. Llega a decir que el triunfo político es como un largo orgasmo.
México se prepara para la sucesión presidencial y el ascenso de Nicolás Valdivia al escenario público se produce entre las intrigas, conspiraciones y tejemanejes de secretarios de estado, parlamentarios, capitanes de empresa, militares golpistas y narcotraficantes. El dinero es, por supuesto, el combustible que pone en marcha el mecanismo, porque como alguien afirma: "un político pobre es un pobre político". Hay chanchullos financieros y préstamos internacionales que terminan en cuentas suizas, mientras la droga entra en el país como Adelita, "si por mar en un barco de guerra, si por tierra en un tren militar".
Pero no se crea que La Silla del Aguila es únicamente una ficción de intención crítica o paródica. En el entramado novelesco se van urdiendo historias humanas, oscuros vínculos entre personajes en los que se descubren, hacia el final, inesperados parentescos. Carlos Fuentes es un gran novelista y describe magistralmente a sus criaturas, ya sea el viejo ex presidente César León, que desgrana sus sabias e irónicas reflexiones; Pepa Almazán, esposa del secretario de Hacienda Andino Almazán y amante de Tácito de la Canal; Jesús Ricardo Magón, el joven protegido de Valdivia por quien éste experimenta una atracción no demasiado equívoca; Dulce de Garza, que escribe a su novio Tomás Moctezuma Moro, idealista revolucionario, nuevo Conde de Montecristo u Hombre de la Máscara de Nopal, prisionero en la fortaleza de San Juan de Ulúa. Hay páginas, como estas últimas, las de María del Rosario Galván cuando se pasea por el Valle de México, por la historia de su país y por sus propios recuerdos, o las del conmovedor soliloquio final de un chico de 14 años con síndrome de Down, que analizadas aisladamente nos impresionan como piezas literarias admirables.
Algunos podrán reprochar al autor el tono desesperanzado y el hecho de que todos los que firman esas cartas cruzadas -funcionarios, militares, mujeres adúlteras disfrazadas de señoras burguesas- exhiben en su escritura la agudeza mental y destreza literaria de las que el novelista no puede desprenderse. El lector, claro está, sale ganando.
Carlos Fuentes, uno de los representantes más prestigiosos e influyentes del denominado boom de la narrativa latinoamericana, añade a sus veintitantos libros, entre ellos algunos memorables como La región más transparente , La muerte de Artemio Cruz o Aura , una magnífica novela, una obra que perdurará, probablemente, como uno de los títulos emblemáticos de las letras de nuestro continente en este comienzo del siglo XXI.