Contra viento y marea, la poesía
Desde antiguo, la noche fue divinizada. La noche es la metáfora para evocar el espacio poético contrario al día y, en consecuencia, al cotidiano y ruidoso lenguaje diurno. En la noche progresa la elocuencia de lo indecible, el verbo inaudito, los vocablos secretos del silencio. En La noche y las palabras , Mercedes Roffé (Buenos Aires, 1954) ejerce, por un lado, una crítica del lenguaje, un ajuste de cuentas con el valor desgastado de las palabras de la tribu y, por otro, pone en entredicho, a medias entre la ironía y la gravedad, la vasta tradición de la metáfora nocturna.
En la primera parte, los "Tres preludios", el yo se autodefine con el ritmo brusco e interrumpido de una conversación sobre sí que da rodeos. Es su momento irónico. La segunda sección, "Motivos para escribir", se compone de una serie de poemas en prosa, donde el yo se desmarca de los límites que el lenguaje le impone, como si las palabras fueran un óxido inauténtico que oculta el color original de la comunicación. En la medida en que cuestiona su instrumento, el yo lírico no sólo se cuestiona a sí mismo, sino que también escribe "contra la luz", es decir, contra la percepción y el sentido. Comprende que la luz se ha vuelto una ilusión, y las palabras que la duplican como un cielo brillante conforman una fabulación y una mentira. Así se lee en el último poema del libro, "La noche y las palabras", de la sección homónima.
Si las palabras pierden realidad y parecen lodo o niebla, vocablos de un idioma que no podemos descifrar, ¿cómo sostener el poema y no volverlo falso? Sólo una ironía negativa, afirma la poética de Roffé, una ironía diferenciadora podría revertir la fabulación de la luz, es decir, la falsía del común sentido: situar la palabra en la noche.