El almacén de la ropa y las imágenes maravillosas
El actual director de Costumi Tirelli, la sastrería teatral más prestigiosa del mundo, recuerda al fundador, Umberto Tirelli, y abre las puertas del depósito ?de Formello, donde se conservan 160.000 trajes que usaron las grandes estrellas desde Sofia Loren y Alain Delon hasta Nicole Kidman y Leonardo Di Caprio
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Es una típica villa de muros amarillos, levantada a fines del siglo XIX o principios del XX, en la Roma umbertina, con sus construcciones Liberty que se extienden apenas se cruza el puente que lleva de Piazza del Poppolo a la otra orilla del Tíber. En la entrada, se lee "Tirelli. Sartoria teatrale" (Tirelli. Sastrería teatral). Es simplemente la mejor sastrería teatral del mundo. La que hacía la ropa diseñada por Piero Tosi, la que hoy hace los vestuarios de Gabriella Pescucci (Oscar por La edad de la inocencia ), de Milena Canonero (Oscar por Barry Lindon , Carrozas de fuego y María Antonieta ) y de Mauricio Millenotti, entre otros. Allí, en la actualidad, se realizan los nuevos vestuarios de las grandes producciones teatrales y cinematográficas de Europa y de Hollywood. Por la puerta de ingreso, pasaron Maria Callas, Ingrid Bergman, Silvana Mangano, Burt Lancaster, Helmut Berger, Mauro Bolognini, Bernardo Bertolucci, Sofia Coppola, y la lista podría extenderse por páginas. El tesoro de Tirelli, sin embargo, no se encuentra en esa casa rodeada por un pequeño jardín, sino a 25 kilómetros de Roma, en la localidad de Formello, donde se alza el depósito de los trajes y accesorios producidos por la sastrería desde 1964. En Formello, cuelgan 160.000 trajes y accesorios, usados en las películas de Visconti, Fellini, y en films más recientes como El paciente inglés , Té con Mussolini , Pandillas de Nueva York y María Antonieta .
El fundador de la firma fue Umberto Tirelli (1928-1990), un hombre apasionado por el arte, la literatura y la realización de la ropa de época. Después de su muerte, la casa, bajo la dirección de Dino Trappetti, cobró una dimensión internacional más pronunciada. Sentado en lo que fue el escritorio de Tirelli, que se conserva como en vida de Umberto, Trappetti, vestido con un traje blanco, camisa blanca, zapatos white bucks , de gamuza y suela de goma color ladrillo, como los que usaban los plantadores del sur de los Estados Unidos, cuenta con gentileza y un entusiasmo contagioso la historia de la empresa. "Umberto, de muy joven, había sido cadete de talleres vinculados con el teatro y se fue haciendo de amigos. Era muy cálido y se ganaba el cariño de la gente que lo conocía. Le pidió al diseñador Danilo Donati que le permitiera colaborar con él en la puesta de Traviata de Visconti con Callas, en 1955. Luchino notó el fervor que Tirelli ponía en todo lo que hacía y lo ayudó a ingresar en la sastrería Safas, la más importante de la época, manejada por unas señoras bastante mayores. A partir de ese momento, Umberto pasó a formar parte de un grupo integrado por los que se convertirían en los directores y vestuaristas más destacados de la segunda mitad del siglo XX. Durante un período, compartió un departamento con Mauro Bolognini y Franco Zeffirelli."
El encuentro de Tirelli y Trappetti fue decisivo para ambos. Dino era diez años menor que Umberto. Se convirtieron en compañeros y estuvieron juntos treinta años, hasta la muerte de Tirelli. Los dos circulaban en el mismo mundo y sus trabajos a menudo coincidían. Dino Trappetti era, por ejemplo, encargado de prensa y de las relaciones públicas del Festival de Spoleto.
En 1964, Tirelli resolvió dejar la Safas y fundar su propia sastrería. Se despidió de Safas con una obra maestra, el vestuario diseñado por Piero Tosi para El Gatopardo . La realización de esos trajes es un alarde de exactitud histórica que rinde homenaje a la capacidad de creación de Tosi. Algunos de esos conjuntos, como el vestido de baile de Claudia Cardinale, se han convertido en íconos. Tirelli logró rescatarlo de Safas y se encuentra, como el resto de ese vestuario maravilloso, en el depósito de Formello, en cámaras de seguridad. El primer taller de Costumi Tirelli estaba en el centro de Roma, era un departamento de dos ambientes, con dos máquinas de coser. Cuando Visconti se pasó de Safas a Tirelli, los otros productores teatrales y cinematográficos lo imitaron. Varios amigos se habían asociado a Umberto para ayudarlo económicamente, entre ellos Trappetti.
Nada habría permitido suponer, por sus orígenes, que Tirelli se consagraría al mundo del espectáculo. Era hijo de un matrimonio de campesinos que tenían viñedos, pero que, sobre todo, se ocupaban de embotellar vino en un pueblo de la Bassa Padana. Tirelli tenía hermanos, de quienes lo separaban sus gustos refinados. Trappetti retrata a su amigo con precisión: "Conservaba muchas costumbres y maneras del campo, era extrovertido, generoso, hablaba en voz alta y, a menudo, gritaba. Donde él estaba, siempre había ruido y alegría. También podía ser agresivo. Llenaba toda esta villa con su presencia. Su formación había sido muy cuidada en el secundario porque se había educado en un colegio elegante de Parma al que concurrían la aristocracia y los hijos de intelectuales de la ciudad. Su profesor de literatura fue el poeta Attilio Bertolucci, el padre de Bernardo Bertolucci, que sería luego director de cine. Ese profesor le hizo conocer a Montale y lo introdujo en la lectura de Proust. A la recherche du temps perdu cambió la vida de Umberto. Su esnobismo incipiente floreció y no se extinguió jamás. Poco a poco entabló relaciones con la aristocracia italiana e internacional, frecuentaba a las princesas romanas y a los Rothschild en París. Resultaba rara esa combinación de sencillez y simplicidad para ciertas cosas y de una sofisticación extrema para otras. El rigor histórico con el que realizaba la ropa y se ocupaba de los detalles era el resultado del contacto, en plena juventud, con creadores tan exigentes como Visconti. No siguió ningún curso para convertirse en lo que fue. No podía decirse que fuera un sastre ni que cosiera, aunque sabía cortar, coser y diseñar, pero jamás quiso diseñar profesionalmente. Nunca buscó crear, sólo le interesaba realizar lo que otros creaban. Se trataba de un autodidacta, de alguien con una enorme curiosidad y, al mismo tiempo, una necesidad absorbente de lograr la perfección en lo que hacía. Era muy buen lector. No se imagina a cuántas discusiones sobre Proust asistí en las que Visconti, Tosi y Umberto se enzarzaban durante horas. A veces, un hermano de Tirelli, también presenciaba esas charlas. Ese hermano había permanecido fiel al mundo campesino de la infancia y no podía dejar de asombrarse por esas disquisiciones sobre un libro. Un día dijo: ?Yo no entiendo por qué se arma tanta bambolla, por qué se le da tanta importancia a una taza de té con una magdalena´. Por mi parte, cuando leí Proust por primera vez, después de haber escuchado durante años a Umberto y sus amigos hablar de En busca del tiempo perdido , tuve la impresión de que estaba haciendo una relectura. Hasta tal punto el mundo de Proust estaba en el aire que respiraba toda esa generación de intelectuales y artistas italianos de la época. Fíjese que Proust influyó hasta en el vestuario de arte".
El afán por la exactitud en los detalles y el amor por los originales hicieron de Tirelli un coleccionista de ropa y materiales de época. Trappetti aclara: "Una buena parte de la vestimenta de Muerte en Venecia era auténtica. Umberto la arregló, según las indicaciones de Tosi y de Visconti. Hoy en el depósito de Formello tenemos quince mil trajes auténticos. Viajábamos mucho y Tirelli visitaba los mercados de pulgas de todo el mundo para ver qué encontraba. Una vez, en Estambul, en una tienda del Gran Bazar, vio una bolsa tirada a un costado de la ropa en exhibición. Pidió que se la abrieran para averiguar qué había dentro de ella. Encontró un vestido maravilloso del siglo XVIII, de una mujer de la corte otomana. Quizá una de las esposas del sultán. Tirelli se encargó de restaurarla y hoy es una de las piezas más preciadas de la colección de originales."
En el mundo del espectáculo italiano, Tirelli servía, gracias a su generosidad y a su calidez, para vencer la resistencia y la reticencia de algunos creadores. Cuenta Trappetti: "Por ejemplo, Visconti o Fellini le pedían a Tirelli que convenciera a Tosi de diseñarle un vestuario. La timidez de Piero era algo que todos conocían, pero que a veces sólo Tirelli lograba vencer".
El primer caso de una coproducción importante cuya ropa se hizo en la sastrería fue Amadeus (1983), que obtuvo un Oscar por el vestuario. A partir de entonces, llovieron los encargos del resto de Europa y de los directores de Hollywood. Los títulos más conocidos son, entre otros, María Antonieta (Sofia Coppola), El Código Da Vinci , La pasión y Corazón valiente (Mel Gibson), El Padrino III y Cotton Club (Francis Ford Coppola), El talentoso Mr. Ripley y El paciente inglés (Anthony Minghella), La edad de la inocencia (Martin Scorsese), además de las películas de Visconti, Fellini y Bolognini.
Cuando Tirelli murió, Trappeti se hizo cargo de la sastrería: "Al principio, pensé en cerrarla, porque yo no tenía nada que ver con la realización de vestuarios. Puedo darme cuenta de las imperfecciones, de los errores de confección y hasta puedo llegar a hacer sugerencias. Después de tantos años de ver trabajar a Umberto, asimilé muchas cosas, pero no sé lo que él sabía. Mis amigos me convencieron de que debía continuar. Hicieron bien porque tengo otras habilidades para esta tarea. Conservé los valores que convirtieron esta sastrería en la más prestigiosa del mundo. ...sta es una empresa que se rige con un criterio artesanal y de excelencia. Cuento con la colaboración de Piero Tosi y de Gabriella Pesucci en todos los aspectos técnicos e históricos. Centré mi atención en el desarrollo internacional de la sastrería, en los contactos y en ciertos aspectos de organización. Nuestros trajes no se venden, se alquilan. Por lo tanto, siempre tuvimos depósitos para guardarlos. Pero llegó un momento en que contábamos con siete almacenes diseminados por la ciudad. Resolví entonces construir el de Formello y trasladar todo allí. Son cinco mil metros cuadrados levantados para conservar 160.000 trajes y accesorios que hice clasificar por época, clase social, y actividad. Hay percheros de la Roma antigua, del Renacimiento, del siglo XVIII; otros de ropa de pueblo, burguesía, nobleza. También están los uniformes militares, la vestimenta de Iglesia, y los vestidos del siglo XX donados por las amigas de Tirelli y las mías, de grandes casas de moda. Ingrid Bergman, por ejemplo, nos legó todo su guardarropa, con trajes de Balenciaga, Dior y Chanel. Y lo mismo hicieron otras estrellas de cine y señoras de la nobleza europeas".
Al día siguiente de mi entrevista con Trappetti, una camioneta de Costumi Tirelli me llevó a Formello. El sobrino de Trappeti, con mucha gentileza, me fue abriendo las distintas cámaras y me sirvió de guía. A pesar de su ayuda, me encontré perdido en una selva de trajes de mujer y de hombre, abrumado por la belleza y la riqueza de los colores, las texturas y los detalles. Pasaba de prendas de un lujo y un refinamiento que quitan el aliento a otras, las destinadas a vestir al pueblo, que eran casi harapos (eso sí, religiosamente preservados). Cuando di en esa jungla, por pura casualidad, al mover un pesado ropaje de época, con el traje de baño de Tadzio, pequeño y frágil como el efebo de Muerte en Venecia , de Visconti, volví a mi juventud, a la época de estreno de la película y me acordé del hermano de Tirelli y de sus comentarios sobre Proust. Los 160.000 conjuntos de Formello, los accesorios, los premios, los recuerdos, la gloria de la ficción convertida en realidad habían surgido, como por acto de magia, de una taza de té.
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