El lugar de los otros
Como se sabe, la enseñanza de Jacques Lacan ha tenido un impacto notable en nuestro país psicoanalítico. Acaso como en ningún otro lugar del mundo, aquí despertó un interés y una pasión extraordinarios, aunque también suscitó ciertas lecturas no del todo felices. Una de esas desgraciadas interpretaciones de la teoría lacaniana alimentó la idea de que el objetivo último de un análisis consistía en una "separación" del otro. Así, se ha llegado a promover una suerte de elogio del solipsismo, fundado, por una parte, en el daño del cual sería capaz el otro, y por otra, en el fracaso "estructural" de todo encuentro.
Isidoro Vegh, consagrado en esta ocasión a examinar el problema del "prójimo", no desconoce la existencia de éste y de otros prejuicios en el seno mismo de la "parroquia lacaniana", como él la califica. Por eso señala, a propósito del ideal del sujeto que aspira a prescindir del otro: "No acordamos con la hipocresía de un acuerdo armonioso y garantizado a priori , ni aceptamos la coartada del inexorable triunfo del mal que todo encuentro representaría".
Uno de los ejes de la reflexión es, pues, el tema del amor y sus vicisitudes. A la luz de referencias bíblicas, filosóficas y literarias, el autor lleva a cabo un desmenuzamiento de la máxima cristiana "Amarás al prójimo como a ti mismo" y, apoyado en desarrollos de la última enseñanza de Lacan, propone algunas vías para abordar clínicamente el problema de los enlaces y desenlaces del amor, el deseo y el goce.
Pero no siempre el amor conduce a lo mejor. Hacia el final del libro, una interesante lectura de Medea , la tragedia de Eurípides, permite apreciar claramente cómo el amor -en este caso, el de una madre por sus hijos- puede, en determinadas circunstancias y bajo ciertas condiciones, amigarse íntimamente con el horror ("Los mataré con mi mano porque les he dado el ser"). Se trata, según Vegh, de una cuestión de enlace: "Según con qué se conjugue ese amor será un amor sublime o un amor que lleve a la muerte", señala.
El tono del relato, coloquial y no exento de sentido del humor, colabora con el prójimo.