El Nobel de Literatura para Corea del Sur impulsa al gigante cultural al mundo, más allá del cine y el K-pop
Aunque el galardón que recibió Han Kang fue celebrado como un logro culminante de las letras surcoreanas, su obra también representa una forma de rebelión contra esa misma cultura; ahora los escritores de ese país esperan que sus libros se conozcan en Occidente
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Tokio y Seúl.- El Premio Nobel de Literatura que recibió el jueves la escritora Han Kang es una validación más del enorme “poder blando” que ejerce ese gigante cultural que es Corea del Sur.
En los 123 años de existencia del Premio Nobel, Han es el primer ciudadano surcoreano y la primera mujer asiática que recibe el de Literatura, el galardón más prestigioso de la literatura mundial. El premio para Han llega después del Oscar 2020 a la mejor película para Parásitos, de Bong Joon Ho, así como del éxito y la popularidad de series de televisión como El juego del calamar o los shows de K-pop de BTS y Blackpink.
El reconocimiento a Han, más conocida en el mundo por su novela La vegetariana, coincide con un florecimiento de novelistas y poetas mujeres de Corea del Sur, que han sido muy traducidas y así llegaron a las manos de millones de lectores internacionales.
Pero si bien su victoria fue ampliamente celebrada como un logro culminante de la cultura surcoreana, lo que Han y estas otras mujeres representan es precisamente una forma de rebelión contra la cultura de su país, que sigue siendo profundamente patriarcal y por lo general misógina.
Desde su creación en 2008, solo uno de las 10 ministros que ocuparon la cartera de Cultura, Deportes y Turismo del Corea del Sur fue mujer. Hasta el triunfo de Han, los círculos de críticos literarios de Corea del Sur, dominados por hombres, defendían al poeta Ko Un como candidato más probable y merecedor del primer Nobel del país. Antes de que surgieran acusaciones de abuso sexual en su contra y cada vez que el anuncio del Nobel era inminente, la puerta de su casa se colmaba de periodistas de los medios surcoreanos. Han, por el contrario, nunca atrajo multitudes.
Para ella y otras autoras de Corea del Sur, “escribir es una forma de disenso y una forma de resistencia”, señala Bora Chung, una escritora cuya colección de cuentos, Cursed Bunny, fue traducida y publicada en inglés en 2022. Los cuentos de Chung fueron uno de los libros de escritoras que recomendó la propia Han en una entrevista de The New York Times el año pasado.
Corea del Sur está obsesionada con el reconocimiento internacional que viene atado a premios como las medallas de oro olímpicas y los premios Nobel. Hasta el jueves, Corea del Sur sólo tenía un premio Nobel: el expresidente Kim Dae-jung, Premio Nobel de la Paz 2000 por su lucha por la democracia bajo el régimen militar y sus esfuerzos por lograr la reconciliación y la paz con Corea del Norte.
Ese Nobel y ahora el de Han están profundamente relacionados con la tumultuosa historia moderna de Corea del Sur, una historia marcada por la división de la península de Corea, una guerra, una dictadura militar y una larga y sangrienta lucha por la democracia y los derechos laborales.
En Corea del Sur, Han es más conocida por Actos humanos, una novela sobre la masacre de activistas por la democracia en Gwangju en 1980.
Cuando el libro fue publicado, en 2014, el entonces gobierno de Park Geun-hye —presidenta conservadora de Corea del Sur desde 2013 hasta su destitución en 2017— incluyó a Han en una “lista negra” de escritores, artistas y directores que consideraba hostiles y a los que les prohibió participar en los programas de apoyo del gobierno, según la legisladora opositora Kang Yu-jung.
Esa lista nunca se hizo pública, pero Han fue incluida porque la brutal represión narrada en Actos humanos fue llevada a cabo por una dictadura conservadora anterior, señala la legisladora Kang. We Do Not Part, la novela de Han de 2021, aborda otra masacre de civiles que muchos surcoreanos conservadores tampoco querían ver en el centro de la atención pública.
La vegetariana, su libro más leído a nivel internacional, es una crónica de la violencia a una escala más íntima: la de una mujer oprimida en su propio hogar.
Han ha dicho que su escritura se inspira en los interrogantes que dejó “la violencia humana” a lo largo de la historia de Corea del Sur, y también dijo que el “sentimiento de culpa” por el consumo de carne, un elemento clave de La vegetariana, está relacionado con la masacre en Gwangju, su ciudad natal.
En referencia a su proceso de escritura de Actos humanos, la autora manifestó: “Mientras escribía el libro, el sentimiento predominante fue el dolor, un dolor abrumador. Lloré casi todos los días mientras escribía esa novela.”
Si bien la obra de Han aborda esta pesada carga histórica, también puede verse como una obra feminista. En La vegetariana, la decisión de la protagonista de abstenerse de la carne puede leerse como un acto de resistencia contra el sistema patriarcal.
En Corea del Sur, las mujeres siguen siendo discriminadas en la política, el mundo de los negocios y los medios de comunicación, pero encuentran la forma de expresar su poder en la literatura.
“Es uno de los pocos espacios en los que es posible liberarse del género”, apunta Krys Lee, novelista de Seúl. “Porque se puede escribir sobre todas las edades y todos los géneros”.
A otras escritoras no las sorprende que hoy sea una mujer la que representara la potencia literaria de Corea del Sur en el escenario mundial.
“En la literatura, incluso cuando estaba dominada por los hombres, las voces más fuertes siempre provenían de los más oprimidos”, señala Euny Hong, autora de El nacimiento de la moda coreana: una nación conquista el mundo a través de la cultura pop.
“Las personas marginales o situaciones problemáticas están obligadas a tener una voz muy clara y fuerte, o no serán escuchadas, y eso siempre quedó reflejado en la literatura”, señala Hong.
La creciente clase de mujeres profesionales de los últimos años también ha multiplicado el poder y la influencia de las lectoras en el mercado literario surcoreano, agrega la novelista Lee. El aumento del activismo contra el acoso y la agresión sexual a nivel internacional y en Corea del Sur también ha generado apetito por escuchar la voz de las mujeres.
Han proviene “de una generación de mujeres que crecieron bajo un sistema patriarcal y en un país con una historia moderna de violencia, y creo que su trabajo habla de eso”, agrega Lee.
Aun así, los lectores parecen querer algo más que material abiertamente feminista. “Nos encanta ver que aparecen todo tipo de historias y relatos, y eso también se refleja en los distintos géneros que se están escribiendo y traduciendo”, dice Chi-Young Kim, traductor de numerosas novelas surcoreanas al inglés.
La comunidad literaria de Corea del Sur y los miembros de su diáspora internacional tienen la esperanza de que el Nobel de Han hago que los libros surcoreanos conciten el mismo interés que las películas y los programas de televisión han hecho que las historias surcoreanas sean tan populares en esos medios.
“Gracias en primer lugar a las películas, la gente está reconociendo que los surcoreanos son excelentes narradores”, dice Hong.
El premio obtenido por Han “generará más aprecio por la alta cultura de Corea del Sur, un país que durante un tiempo fue conocido por su cultura pop”, agrega Hong. “Pero no es solo un país de cultura pop, también es un país de ideas. Creo que la gran revelación es esa: “¡Ah! Corea del Sur no solo hace películas y K-pop. También tiene una asombrosa riqueza literaria”.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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