Falleció ayer, a los 87 años, el escritor Roa Bastos
ASUNCION (Reuters).– El escritor Augusto Roa Bastos, máximo exponente de la narrativa paraguaya y un referente de la literatura latinoamericana, falleció ayer, a los 87 años, a causa de un ataque cardíaco, en esta ciudad, en la que nació. El autor permanecía internado desde el viernes pasado, cuando sufrió una caída en su domicilio y recibió un fuerte golpe en la cabeza que le provocó un hematoma, por lo que debió ser intervenido de urgencia.
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La novela escrita en nuestro idioma pierde con la muerte de Augusto Roa Bastos a uno de sus mejores representantes, y, el Paraguay, su patria, al escritor más prominente de toda su historia literaria.
El autor de “Yo el Supremo”, novela que incorporó tardíamente su nombre al famoso boom de la narrativa latinoamericana, tuvo un relieve propio, ajeno al barroquismo o la desbordada fantasía de algunos cultores de ese movimiento. Contrariamente a ellos, Roa Bastos se caracterizó por un estilo realista, a la vez desgarrado y poético, con el que describió las desdichas del hombre de su tierra, rebelde o agobiado por la injusticia humana y por una geografía exuberante y hostil que, a menudo, termina por fagocitarlo.
Es preciso señalar como rasgo insoslayable de su escritura la preocupación del autor por conciliar el idioma español de América con el guaraní y el vocabulario culto con el popular. En Paraguay, país de escasa tradición novelística, donde sólo unos pocos nombres -Néstor Romero Valdovinos, José María Rivarola y Gabriel Casaccia- tuvieron una relativa proyección, Augusto Roa Bastos fue la figura más trascendente. El premio Cervantes, que en 1989 le entregara el rey de España en la Universidad de Alcalá de Henares, confirmó su prestigio ya alcanzado con sus admirables novelas. Roa Bastos, que nunca disfrutó de holgados recursos económicos, destinó el monto de dicho premio (casi 90.000 dólares) a crear una editorial para publicar libros de escritores paraguayos.
Ese hombre de baja estatura, sereno, de modales suaves, que pasó la mayor parte de la existencia fuera de su país (en la Argentina residió entre 1947 y 1976) fue un constante impugnador de los totalitarismos, un ser comprometido con la lucha por la libertad, al margen de intereses y consignas partidarias. Su amor por el Paraguay, su fe en el sistema democrático y en los valores de la cultura, considerada como una instancia ennoblecedora de la condición humana, guiaron siempre su labor literaria y definen una obra que, tras su muerte, constituye un testimonio y un legado de singular relevancia.
Augusto Roa Bastos nació el 13 de junio de 1917 y, aficionado desde niño a la lectura, devoró la biblioteca de su tío, monseñor Hermenegildo Roa. En 1932, cuando estalló la guerra entre Paraguay y Bolivia -tenía 15 años- escapó con otros compañeros del colegio de curas donde estaba pupilo, para vivir la aventura de la guerra. Terminada la conflagración, empezó a colaborar en el diario independiente El País, de la capital paraguaya, donde llegaría a ser secretario de redacción. Designado corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial, vivió en Inglaterra, donde entrevistó al general De Gaulle, y en Francia. Asistió como periodista al juicio de Nüremberg y, de regreso en Paraguay, prosiguió la tarea periodística, alternándola con la literaria.
Novelas, teatro y política
Publicó varios libros de poemas: "El ruiseñor de la aurora", "El naranjal ardiente" y "Nocturno paraguayo", así como la novela "Fulgencio Miranda", que mereció un premio del Ateneo Paraguayo. Estrenó además la pieza de teatro "Mientras llegue el día". Su preocupación política le hizo adherir al movimiento liberal colorado. En 1944, las fuerzas de seguridad del presidente Morinigo fueron a buscarlo a su casa, con motivo de un articulo publicado en El País, y el joven escritor se refugió en la Argentina, donde inició un exilio muy duro. Trabajó como mozo de un hotel alojamiento, limpiador de vidrios, empleado en una compañía de seguros y corrector de pruebas. Su situación mejoró cuando empezó a desempeñarse como guionista cinematográfico de películas clase "B". Con el tiempo, realizó guiones más exigentes: "Sabaleros", "Shunko", "Don Segundo Sombra" y "Alias Gardelito". Armando Bo utilizó uno de los cuentos de su libro "El trueno entre las hojas" para exhibir las ampulosidades de Isabel Sarli.
"El trueno entre las hojas", de 1953, reúne diecisiete cuentos que hablan de la miseria y la violencia que asolaban la vida en la selva y los yerbatales. Sus antecedentes reconocidos por él mismo, fueron los cuentos de Horacio Quiroga y la obra de Rafael Barret, el romántico anarquista español que escribió "El dolor paraguayo", así como, más lejanamente, el mundo novelístico de William Faulkner.
A aquel libro siguió en 1959 "Hijo de Hombre" que obtuvo el premio Losada de Narrativa Latinoamericana y fue filmada aquí por Lucas Demare. En él contó la vida del Paraguay a lo largo de un cuarto de siglo. Tomas Eloy Martínez dijo entonces: "Roa Bastos ha conseguido definir una América auténtica, ha llegado a iluminar la peripecia personal con sus sólidos contextos sociales, políticos e históricos que, si corresponde fundamentalmente al hombre de su país, toca también a todo hijo de hombre americano".
De 1966 a 1969 el narrador paraguayo publicó cuatro volúmenes de cuentos: "El baldío", "Madera quemada" (Y´byrá caigüé), "Los pies sobre el agua" y "Moriencia". A estos libros siguió, en 1974, la que se considera unánimemente su obra capital: "Yo el Supremo" novela protagonizada por el dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, personaje contradictorio que gobernó el Paraguay con mano de hierro entre 1814 y 1840. En la línea de "El señor presidente", de Miguel Angel Asturias, y otras "novelas de dictadores", la de Roa Bastos es una reflexión sobre el poder autoritario, así como las conflictivas vicisitudes y el destino de los pueblos de América Latina. Desde un punto de vista estrictamente literario, la novela se caracteriza por una estructura distinta, coral, que le da apariencia de historia colectiva, contada por varias voces. Durante un reportaje, Roa Bastos confesó: "No escribí esta novela como un autor sino como un lector, como uno que lee el libro que siempre escriben los pueblos"
En 1976, tras la asunción del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, Roa Bastos abandonó la Argentina y prolongó su ostracismo en Francia, donde se desempeñó como profesor en la Universidad de Toulouse. Desde allí visitó varias veces nuestro país, por el que profesaba gran afecto. En 1996, con posterioridad al derrocamiento del presidente Alfredo Stroessner, que había prohibido su ingreso en el Paraguay, regresó definitivamente a su país, en el que vivió los últimos años rodeado por la admiración y el cariño de sus compatriotas de todas los niveles sociales. Una anécdota: en 1999 debió ser operado del corazón y el arquero de fútbol paraguayo Chilavert pagó los gastos de la internación.
En la última etapa de su vida en novelista publicó "El fiscal" novela de la que luego se mostró arrepentido, y "Vigilia del almirante", relato sobre la vida de Cristóbal Colón. También "Contravida", "Madama Sui" y algunos libros menos conocidos como el ensayo "Las culturas condenadas" y dos tomos de cuentos para niños.
Augusto Roa Bastos fue un escritor ejemplar, fiel a su terruño y solidario con sus gentes, cuyos dramáticos avatares supo plasmar en una obra que se destaca entre las más valiosas y perdurables de las letras de América.
En la Feria del Libro se lamentó su deceso
La muerte de Augusto Roa Bastos sorprendió a varios escritores y representantes del mundo editorial en la Feria Internacional del Libro.
Antes de comenzar su exposición en un acto, Mempo Giardinelli lo recordó muy apenado: "Marcó una estructura narrativa. Junto con García Márquez, Fuentes y Vargas Llosa es uno de los últimos de una gran generación de escritores. Las últimas veces que lo vi, estaba muy deteriorado. El me visitó en el Chaco y yo lo visité varias veces en Asunción. Con él me unía un gran afecto".
Giardinelli consideró que "«Yo, el Supremo» es, junto con «Cien años de soledad», una de las novelas magistrales que no ha terminado de ser valorada en el mundo. Posiblemente ahora comience la recuperación de su obra, que es de enorme grandeza".
El secretario de Cultura, José Nun, expresó su tristeza. "Fue una figura fundamental no sólo de la literatura, sino del pensamiento social latinoamericano, tal como lo demostró su comportamiento con la libertad y la democracia. Tenía un sentido crítico, que se expresaba en novelística", declaró.
El editor español Francisco Pérez González, creador del sello Taurus, lamentó la muerte de Roa Bastos y recordó la reciente desaparición de Guillermo Cabrera Infante. Ferviente seguidor de la literatura latinoamericana, dijo que atesora en su casa de Cantabria varias ediciones artesanales de Roa Bastos.