Las mil vidas de un periodista
La biografía de Jorge Lanata que escribió Luis Majul muestra el itinerario desaforado, por momentos fascinante y polémico, del periodista y también sus claroscuros
Hay muy pocos personajes que se llevan por delante la lista de adjetivos. Cuando eso sucede, cuando uno tiene la impresión de que el idioma le va quedando holgado, entonces se está en presencia de un fenómeno. A lo largo de esta biografía íntima y cautivante sobre el periodista más revulsivo de los últimos treinta años, son varios los testigos que cierran su opinión con un "Lanata es Lanata, ¿no?". Es una confesión de impotencia que vale la pena profundizar porque tal vez allí radique la clave de esa fórmula que llevó a Jorge Lanata a encarar en una sola vida tantas aventuras como se le antojaron. Todas trascendentes, ninguna que pasara desapercibida. Desde fundar un diario a los 25 años hasta planificar un elegante suicidio como si hubiera pretendido editar su propio final, pasando por consumir una ingesta diaria de cocaína que los médicos siguen preguntándose cómo hizo para soportar.
Lanata hizo radio y rompió las reglas del oficio; incursionó en la televisión y pulverizó las recomendaciones de los expertos; creó una revista y llevó a su tropa hasta las puertas mismas de la inmolación. Probó con otro diario y se estrelló con toda la tripulación a bordo. Además hizo cine. Y, como si fuera poco, también debutó en el Maipo. Siempre ocurrente, siempre corriendo los límites. Al borde del desquicio. Como aquella vez que se le ocurrió hacer un agujero en la tapa de Veintiuno para ilustrar los estragos de la corrupción. O cuando envió a una patrulla perdida a juntar tierra en Anillaco para ofrecerles a los lectores una muestra elocuente de las arbitrariedades menemistas.
Sólo alguien que tiene el sistema inhibitorio extremadamente flexible puede animarse a tanto. Por esa razón, hace bien el autor en comparar al creador de Página/12 con un rock star . Porque esa categoría evita la tentación de querer encuadrarlo en las clasificaciones herméticas. Nadie puede asegurar que Lanata sea un genio. ¿Quién lo es finalmente? Pero algo sí se puede afirmar con contundencia: no se trata de un tipo corriente. "A mí, desde que nací, todo el mundo trata de moldearme. Trata de que sea distinto de lo que soy. Que sea parte, de lo que son ellos. La gente, por ejemplo, quiere que deje de fumar. Pero lo que les molesta no es, en realidad, que fume, sino que no les obedezca." Y, sí, Lanata es Lanata.
A lo largo de la lectura del libro de Luis Majul se experimentan variadas sensaciones. Por momentos, ese mastodonte de cuello a prueba de camiseros se asemeja a un oso almibarado. Es generoso, desprendido, bon vivant y muy culto. Por eso, no es de extrañar que muchas mujeres hayan sucumbido ante sus garras o que decenas de colegas lo hayan seguido hasta los límites mismos del precipicio. O que celebridades de la talla de Fito Paéz o de Charly García lo contaran entre sus amistades y vivieran junto a él escenas dignas de un filme de Almodóvar (en el libro se cuenta, entre otras, una con Fito en un cuarto de hotel neoyorquino que pinta de cuerpo entero ese mundo vedado para la mayoría de los mortales).
Pero la biografía también incluye suficientes elementos como para sentir piedad por algunos de sus detractores. Sobre todo, por aquellos que padecieron con sus exabruptos. Amigos del alma que se fueron a otras costas, buenos periodistas que se sintieron defraudados o que, simplemente, no pudieron seguirlo en su marcha alocada -muchas veces autodestructiva- hacia esa droga denominada éxito. Majul fue a buscarlos y reunió decenas de testimonios, a veces contradictorios, con los que prestó, en veinte horas de reportajes, el propio biografiado. Integran ese abanico políticos, ex parejas, enemigos íntimos como Horacio Verbitsky, empresarios a los que tentó con su magia, su médico personal, el representante que sigue haciendo negocios e intentando que la quiebra -siempre cerca como la muerte- no los derribe. Y hasta la tía Carmen, la única sobreviviente de la generación anterior de la familia, que relata detalles escalofriantes sobre los orígenes de "un chico prodigio" que creció junto a una madre postrada por una enfermedad devastadora.
Relata también, apelando a muchas fuentes, las zonas oscuras que pueden encontrarse en los orígenes mismos de cada uno de los emprendimientos que el periodista estrella fue asumiendo y que, en algunos casos, salen por primera vez a la luz. Cómo y de dónde surgieron los fondos que dieron origen y sustento posterior a Página/12 integra ese enigmático paquete. Lanata confirma (y brinda desopilantes detalles) una reunión clandestina con Enrique Gorriarán Merlo, ex fundador del ERP y mentor del ataque en plena democracia al cuartel de La Tablada, uno de los hechos menos comprensibles de la historia violenta de Argentina, en el que se acuerda un aporte inicial de un millón de dólares para el lanzamiento de su primer diario. El libro aporta muchos otros datos que, aunque no le quitan mérito a las audaces maniobras de supervivencia, sí le restan una cuota de romanticismo a la épica que siempre adornó algunas historias sobre el llamado periodismo independiente. En esa lista figura la nunca oficializada incursión del Grupo Clarín -supuesto desencadenante de la partida de Lanata como director de Página-, así como posibles acuerdos económicos con el ex intendente peronista Carlos Grosso y con el Grupo Socma de la familia Macri. Pero como nadie calma su sed con agua bendita, también se abren interrogantes sobre relaciones nunca despejadas del creativo periodista de Sarandí con los ex ministros menemistas Julio César Aráoz y Alberto Kohan. Y, por supuesto, su reciente desembarco en el multimedios Clarín, la meta que jamás figuró en ningún plan y que el kirchnerismo puede incluir entre sus milagros.
El lector podrá sacar sus propias conclusiones. O llegar, quizá, a la única verdad posible: nadie está hecho de una sola madera. Mucho menos aquellos que, como Lanata, han roto todos los moldes.
Lanata
Luis Majul
Margen Izquierdo
456 páginas
$ 129