Libros. Alentar a los chicos a expresar sus emociones
Micaela Fazzone es docente y autora de cuentos que ayuda a los más pequeños a poner en palabras lo que sienten
El confinamiento que atravesó la mayoría de las sociedades en el mundo por causa del Covid-19 tuvo un fuerte impacto psicológico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió las consecuencias que el coronavirus tiene en el presente y que va a tener en el futuro, razón por la que destacó la importancia del acompañamiento emocional, sobre todo en las infancias. Desde hace tiempo los diversos organismos de salud y educación hacen foco en lo fundamental de la educación emocional para el desarrollo presente y futuro de las infancias y adolescencias. La necesidad de enseñar el manejo de las emociones es primordial en el actual contexto y, en este sentido, la aparición de Juana y sus emociones, el libro de Micaela Fazzone se convirtió en un aliado para que los más chicos pudieran poner en palabra y contar lo que les ocurre.
“El libro nació antes de la pandemia, lo presenté días antes de que se declarara la cuarentena –cuenta Fazzone, docente de Nivel Inicial. Poco a poco lo empecé a difundir junto con la editorial. Fue impactante porque me empezó a escribir gente contándome lo que le pasaba con el libro. Hablé con maestras, me pidieron que lo leyera para chicos más grandes, de primero y segundo grado. Se generó un ida y vuelta muy interesante. Desde el primer momento pensé el libro para que los más pequeños pudiera
n reconocer las emociones básicas, pero fue un poquito más allá”.
Cada vez son más las escuelas que incorporan la educación emocional en su curricula y aprovechan, de esta manera, situaciones tanto cotidianas como ficticias (cuentos, películas, juegos) para reconocer y comprender por qué surgen las emociones y cómo nos afectan, con el fin de que en un futuro se pueda acoger un comportamiento adaptativo y positivo que permita a los individuos abordar con eficacia las exigencias y desafíos de la vida cotidiana. “En el jardín armamos un taller literario, lúdico, para poder hablar con los chicos de las cosas que les pasaba. Comencé a comprar libros, a armar una bibliografía de ‘emociones’ pero la mayoría de los títulos eran importados. Se trataba de un momento mágico. Todavía lo es”.
¿Qué fue lo que más te llamó la atención en esas clases?
Cómo escuchaban los relatos, lo que uno narraba a partir también de las ilustraciones. Identificaban las emociones del cuento y las suyas, y las de sus compañeritos. Todo a partir de la historia, de los juegos que surgían alrededor del libro. Descubríamos el día a día.
Poner palabras a las emociones no es fácil. ¿Cómo fue ese trabajo con los más chicos?
Cuando uno pregunta ¿cómo estás?, la mayoría va a decir bien, nos pasa a los adultos. En el jardín es lo mismo. Solo que los chicos no solo se expresan con palabras, muchos lo hacen con el cuerpo. Si están enojados golpean el piso, tiran algo, se cruzan de brazos. Pero poco a poco, a medida que fuimos escuchando diferentes cuentos, viendo las imágenes, jugando y vivenciando las distintas emociones, comenzaron a identificarse, a decir estoy bien, estoy mal, estoy triste. El vocabulario emocional se fue ampliando, se abrió como si fuera un abanico. Querían saber qué les pasaba a los personajes y querían contar cómo estaban ellos. Para mí eso fue increíble, poder ver cómo los que al comienzo no podían poner en palabras lo que les ocurría, lo hicieron. Necesitan sentirse escuchados, pero por sobre todo cuidados para poder expresarse. Y de eso se trata la educación emocional.
¿Cómo y por qué aparece Juana?
Las historias surgieron de las charlas con los nenes y las nenas de las clases, de esos momentos compartidos. Por hobby comencé a escribir lo que ellos me contaban. Es que a Juana le pasa lo mismo que a ellos. El libro es parte de ese progreso, de ser testigo de cómo poco a poco se animaron a decir estoy contento, estoy enojado, tengo miedo… Son las experiencias que vivieron mis alumnos y alumnas (que tienen entre 3 y 5 años) narradas con rimas (risas) y ubicadas en un tiempo que ellos reconozcan, como los días de la semana. Hice un borrador que fue tomando forma, lo mostré a dos capacitadores en educación emocional y me dieron el ok. Y me animé. La editorial Olivia me alentó y así se dio.
“El lunes Juana se despertó ENOJADA. No quería ir a la escuela estaba muy cansada. Pero su mamá le dio un abrazo bien fuerte, y le preparó una sorpresa ¡un rico desayuno en la cama! Y no arriba de la mesa… A Juana la idea ¡le encantó! Y con una gran sonrisa, de a poquito, se levantó.”
En el libro aparecen siete emociones para acompañar cada día de la semana. ¿Por qué elegiste a cada una de ellas?
Son las emociones básicas. Hablamos de alegría, tristeza, enojo, miedo, asco, asombro y vergüenza. A ésta última la agregué porque es muy frecuente en los más pequeños, sobre todo en situaciones como la de Juana, que se hace pis. Es importante mostrar lo que les sucede en los hechos cotidianos, en las cosas simples.
La contención de los adultos es clave y, en el libro, cada emoción encuentra en un hermano, un papá, una mamá, un abuelo, el apoyo, la escucha, la intervención. Desde Unicef Argentina se enfatizó que en estos tiempos, donde se hace complejo entender los aspectos biológicos, sociales y económicos de las pandemias que afectan nuestras emociones, la importancia de escucharlos: “Alentarlos a que expresen sus miedos, dedicar tiempo a resolver sus dudas e inquietudes –explicó en un comunicado de la organización Luisa Brumana, médica epidemióloga y representante de Unicef Argentina–. Es de vital importancia proteger la salud emocional de los chicos y las chicas”.
Si bien es cierto que la mayoría de las infancias tienen una alta capacidad de resiliencia para superar acontecimientos estresantes y traumáticos es necesario un apoyo apropiado. Para Micaela se trata de reforzar el vínculo. “Tenemos que encontrar el momento para hablar, para compartir, aunque sea un ratito. Es cierto que muchos adultos se encuentran estresados, atravesando momentos difíciles, pero es necesario ofrecer un momento de calidad con los niños, observar cómo se encuentran, preguntarles ¿cómo están? ¿cómo se sienten en ese momento? ¿qué soñaron? Hablar de los miedos, de las alegrías, de los juegos, inventar historias. Los más pequeños necesitan de esta contención, sentirse en un marco seguro, que les dé confianza. Estar acompañados porque así pueden hacer frente a lo que les está sucediendo. Hoy, en muchos casos, la tecnología suele usarse para tapar lo que ocurre. El enojo, el capricho, la tristeza se canaliza con el celular, un juego electrónico. Si no los incentivamos a compartir puede ser que terminen encerrándose en sí mismos. Y esto también nos ocurre a los adultos, porque si no contamos, no exteriorizamos cosas, no vamos a poder estar bien con nosotros mismos”.
¿Cuál fue la emoción más difícil de trabajar?
La vergüenza. No sabía muy bien cómo encararla. Lo más frecuente en los nenes y nenas de jardín es mojar la cama, eso les genera vergüenza, los incomoda. Así decidí que en el cuento aparezca la sábana mojada y sus mejillas coloradas que dan pie para hablar de cómo uno se siente en estas situaciones.
“El miércoles Juana se despertó AVERGONZADA. Y es que su cama estaba un poco mojada. Sus mejillas estaban rojas. ¡Estaba tan preocupada! Rápidamente las sábanas debajo de la cama escondió. Pero su abuela se percató y un fuerte beso le dio. Después le preparó un baño mientras le cantaba una canción. Y de a poquito la sonrisa de Juana apareció entre burbujitas de jabón”.
Las ilustraciones, al igual que el texto, consiguen una conexión inmediata
Lo que logró Héctor Borlasca fue excelente. La editorial me sugirió trabajar con él y conectamos muy bien. Consiguió darle a cada emoción lo que buscaba, supo cómo transmitirlas, ya sea a través de los colores, de los detalles, hizo aportes maravillosos, como el oso que acompaña y siente lo mismo que Juana en cada página.
Desde su cuenta de Instagram @sonandoando, Micaela ofrece lecturas, juegos, canciones, actividades. “Busco fomentar la imaginación, guiar con propuestas, como la de compartir un libro que es la manera ideal de fortalecer los vínculos. De una lectura aparece un abanico de oportunidades”.
Por décadas la educación estuvo enfocada exclusivamente en los resultados académicos, hoy se busca sumar la inteligencia emocional, lo que permitirá reconocer nuestras emociones y las de los demás. “Alguna vez ven a alguien y se preguntan, ´¿Qué estará ocurriendo en su cabeza?´ Bien, pues yo si lo sé. Conozco la cabeza de Riley, dice Alegría, el personaje de Intensamente (2015), la película de Disney/Pixar que mostró al mundo lo importante que son las emociones en nuestras vidas, incluso aquellas a las que consideramos negativas y que solemos reprimir, como el miedo, el enojo y la tristeza.
“El domingo Juana se despertó ANGUSTIADA. Pobre ¡qué triste estaba! Es que no podía encontrar a su muñeca favorita, y por su mejilla bajaba una lagrimita. Enseguida sus hermanos la ayudaron a buscar. Y cuando la encontraron, con un gran abrazo decidieron festejar. Ya no había caras tristes pero sí una gran sonrisa. ¡Qué bueno que la tristeza se fue a toda prisa!”