Nuevas familias globales
Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim, ellos mismos un matrimonio, examinan ?los cambios de la organización familiar y de pareja en la era de la globalización
¿Autoayuda para amantes alejados? ¿Sociología de las parejas de Internet? Aunque la cándida ilustración de tapa de Amor a distancia. Nuevas formas de vida en la era globalorienta -o desorienta- en esas direcciones, el último trabajo del matrimonio Beck-Gernsheim es bastante más intenso: trata sobre las nuevas familias globales. Madres que dejan a sus hijos para asegurar su bienestar cuidando a los hijos de otros; familias que destinan sus recursos en formar al hijo elegido para emigrar; casamientos a través de agencias internacionales; búsqueda de óvulos en otras naciones; madres subrogantes; adopciones en países exóticos. Y hasta algo de compra de órganos.
La trayectoria de los autores promete una investigación sustantiva: Ulrich Beck, profesor de la London School of Economics y en la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich, es hoy uno de los grandes nombres de la intelectualidad alemana; Elisabeth Beck-Gernsheim, profesora de la Universidad Erlangen-Nuremberg, es menos conocida pero no menos respetada. Hay también un antecedente de colaboración en el tema: enEl normal caos del amor(2001), los Beck analizaron la transformación de las formas de pareja en las últimas décadas del siglo XX.
Dos son los tipos básicos de familias globales: los matrimonios entre personas de distinto origen que comparten la vida en un mismo país y los que se separan geográficamente para aprovechar oportunidades de trabajo. El número, sin embargo, es engañoso: las variantes son infinitas. Desde los ejecutivos de empresas transnacionales que vuelan enbusiness y pueden enviar a sus hijos a colegios de elite hasta los trabajadores golondrina mexicanos que llegan caminando a California para cosechar hortalizas. También, las mujeres que, como el entrañable personaje de Adriana Barraza enBabel, dejan a su familia para ayudar en la constitución de otra allende el muro.
No pasa sólo en América Latina. Una de cada once mujeres de Sri Lanka trabaja fuera de su país: de ellas, el 75 por ciento son casadas, y el 90 por ciento tienen hijos. Como consecuencia, entre 6 y 9 millones de chicos crecen sin madre, sin padre o sin ninguno de los dos. Europa del Este es otra región paradigmática. En Rumania, los chicos que sufren la distancia de al menos uno de sus padres son 350.000; en la República de Moldavia, uno de cada tres chicos crece en condiciones de separación.

Cada traslado supone reacomodaciones: hermanas, tías o abuelas que asumen el papel de madres; también mujeres de países todavía menos favorecidos que emigran para cubrir esas faltas. Las polacas se hacen cargo de los hijos de las alemanas, las ucranianas crían a los chicos polacos. Son las "cadenas asistenciales transnacionales". Si la autonomía femenina conquistada en los países más ricos es uno de los motivos, en la forma de una "revolución social inacabada" en las relaciones de género, también lo es el retiro del Estado de Bienestar: los países con menos inmigrantes de este tipo son los escandinavos, que cuentan con una amplia red de contención. Una problemática similar se abre con el cuidado de los ancianos.
Los matrimonios binacionales son el segundo foco del libro. Los Beck escriben en un país donde se sospecha bastante de las -nuevamente- europeas del Este que se casan con alemanes. En Rusia hay unas mil agencias que ofrecen estos servicios, y se estima entre diez y quince mil el número de rusas que abandonan su país en busca de una boda exprés. Los prósperos agricultores de Corea del Sur, por su parte, consiguen esposa en Vietnam, China o India: los casamientos con extranjeros en ese país saltaron de 1,2 a 11 por ciento en las últimas dos décadas.
Otros casos interesantes son los matrimonios de emigrantes exitosos con connacionales: mujeres u hombres británicos de origen pakistaní que se casan con pakistaníes, por ejemplo. A veces es por imposición familiar: una manera de devolver un favor a las redes de apoyo. Otra es por elección: afinidad cultural o preocupación por la educación de los hijos. Hasta la búsqueda de autonomía femenina puede jugar un papel: siendo "local" frente a un marido extranjero, una mujer puede sentirse más segura y hacerse valer. La educación para la emigración supone un mayor grado de especialización -y de persistencia de la necesidad. Eso pasa con los jóvenes de Camerún, ex colonia alemana, que son educados con gran esfuerzo para que ganen becas que los llevarán a la metrópoli. Desde donde, más tarde, enviarán dinero o funcionarán como cabeza de playa para los siguientes emigrantes.
Si a estas alturas el lector se angustia o se indigna, tiene motivos. Vale advertir que no siempre se sentirá acompañado. Los Beck descorren el velo de realidades a las que califican de "radicalmente desigualitarias" pero se mantienen ligeramente distantes. Resulta muy duro en el capítulo sobre "turismo de trasplantes", que trata de "cómo los órganos de los pobres acaban en el cuerpo de los ricos".
Aunque no es ésa la mayor debilidad deAmor a distancia. El libro parece, por momentos, unpatchwork donde las consideraciones teóricas desarrolladas por Ulrich para pensar los problemas ambientales -conceptos como "sociedad del riesgo" o "comunidad de destino"- se aplican sin elegancia sobre las preocupaciones del universo afectivo más cercanas a Elisabeth. Otra sorpresa es que trabajen íntegramente con fuentes secundarias, alejados de los sujetos a los que tratan de comprender. Tampoco llegan a conclusiones acabadas. Claro que la exigencia es proporcional a la estatura de los autores.C
Amor a distancia
Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim
Paidós
Trad.: Alicia Valero
Marín267 páginas
$ 112
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