Pinamar: los secretos que se esconden en el interior de la residencia de verano de Clorindo Testa
Construida entre 1983 y 1985, Capotesta fue el “refugio” del arquitecto italiano nacionalizado argentino, su hija Joaquina y su esposa Teresa durante al menos 10 temporadas de verano
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Pinamar no fue el primer destino vacacional de Clorindo Testa. Tras el nacimiento de su hija Joaquina en 1969, el arquitecto italiano había optado por Las Toninas como lugar de reposo. Sin embargo, con el correr de los años, eran cada vez menos los parientes y conocidos que acudían a la ciudad balnearia -ubicada a pocos kilómetros de San Clemente-. La coyuntura llevó a Clorindo y su esposa Teresa Bortagaray a tener que buscar otro lugar en el que pudieran pasar las mañanas, tardes y noches entre diciembre y marzo.
Así es que, en la década del ‘80, nació Capotesta. La construcción de dos niveles de tonalidad celeste y ventanas de gruesos marcos blancos fue edificada entre 1983 y 1985 en un terreno que ya era propiedad del arquitecto (que murió en abril de 2013), quien años antes había estado involucrado en el diseño del plan urbanístico de Pinamar -recogió el trabajo previo del arquitecto Jorge Bunge-.
“Una vez que se levantó la casa, que para nosotros era un nuevo refugio, pasamos todo el verano junto a mi madre allí. Mi padre, en cambio, venía los viernes a Pinamar. Llegaba a las cinco de la tarde y lo íbamos a buscar a la terminal de ómnibus. El domingo hacía las valijas después del almuerzo y se iba a para Buenos Aires. Así, todo el verano”, rememora Joaquina en diálogo con LA NACION.
El domicilio, que destaca por su geometría única, se encuentra ubicado sobre la calle Troya, a una corta distancia del mítico balneario CR, que no sólo frecuentaba la familia Testa sino que hace años es una de las principales elecciones de los políticos argentinos. Capotesta está recubierta de significados y particularidades invisibles que pueden encontrarse, por ejemplo, hasta en su propio nombre.
“Mi padre decidió acuñar aquella denominación en referencia a un istmo, una pequeña isla al norte de Cerdeña, Italia. Allí pasaba gran parte de sus acciones tras haberse recibido de arquitecto entre 1949 y 1950. Fue una manera de hacerle un homenaje a aquel diminuto archipiélago que lleva el mismo nombre. Y es además un juego de palabras con su apellido Testa”, explica su hija. Luego, la profesora de inglés egresada del Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas apela al recuerdo para describir minuciosamente la obra de su padre.
Capotesta, por dentro
“Para empezar, los dormitorios están ubicados en plata baja y el living, comedor y cocina fueron dispuestos por su parte en el primer piso. Esto nos permitía contar con una maravillosa vista al mar mientras almorzábamos y cenábamos. Es una de las características más maravillosas que tenía la casa y de la que disfrutamos por una gran cantidad de años”, señala Joaquina a este medio.
Acto seguido, puntualiza en los pormenores del piso inferior: “En la planta baja, hay tres dormitorios con sus respectivos baños y una pequeña sala de estar en donde solíamos ver películas en la videocasetera”. “Mientras tanto, la planta alta estaba compuesta por un living de espacio amplio, atravesado por una columna central de color rojo y un cocina no incorporada”, suma.
Joaquina (55) se detiene sobre la descripción. Busca entre sus memorias y devela un simpático detalle. “Papá había construido una plataforma a la altura de la entrada de la casa -aproximadamente a dos metros del suelo-, a la que se accedía por medio de una escalera que se ponía y sacaba. Allí le gustaba dormir la siesta. Tenía además una pequeña ventanita a través de la cual también podía ver el mar”.
Hecha la distinción, habla ahora de la terraza. “Se llegaba a ese punto de la casa también con una escalera. La idea original era tener una pérgola donde uno pudiera pasar el tiempo allí, almorzar. Pero el típico viento pinamarense de la costa atlántica hizo que eso fuera imposible. Nunca se usó de esa manera. La utilizábamos sobre todo en diciembre para ver los fuegos artificiales en Año Nuevo”.
Concluye con una leve mención a los pisos del inmueble, que eran de cemento y color verde agua, y la no predilección de Clorindo por el asado: “Papá no era asador. A él le gustaba cocinar pero únicamente pastas. Nunca tuvimos parrilla y tampoco nos hizo falta”.
Cambio de dueño y reminiscencias de Pinamar
La hija de Clorindo Testa y Teresa Bortagaray relata a este medio que fueron diez los veranos que pasaron en la ciudad de la costa atlántica. Hasta que un día de 1996, sus padres decidieron vender Capotesta. “Tal y como ocurrió con Las Toninas, cada vez veraneábamos menos en Pinamar. La vivienda fue adquirida por una amiga de la familia, que hasta el día de hoy la sigue cuidando”.
Antes de abandonar su “refugio”, el arquitecto italiano le dejó un pequeño instructivo a la propietaria. “Hizo entrega de un muestrario con todos los colores que había usado en las distintas partes de las casa: desde la paleta exacta de los exteriores hasta el de las barandas y pilares del techo. Y la nueva dueña respetó aquella elección, por lo que Capotesta se preserva como desde el primer día”, celebra.
Cuando Clorindo era el dueño de la vivienda, acostumbraba recibir visitas de estudiantes de arquitectura que, fascinados por su obra, le tocaban el timbre. Actualmente, la situación es otra. “La nueva propietaria prefiere conservar su privacidad y no acepta visitas. Nosotros respetamos esa decisión. Ahora Capotesta es una casa particular”, resalta Joaquina a LA NACION.
Y cierra con un pequeño balance de sus días en Pinamar: “Recordamos a la ciudad con cariño. Vivimos todos estos años con mucha alegría. Pasábamos veranos muy tranquilos. Teníamos un centro comercial muy cerca de nuestra ubicación. Íbamos a pasear y hacer las compras. Mirábamos películas en el cine como Good Fellas de Martin Scorsese. Tengo realmente muy lindas memorias”.
El legado de Clorindo Testa
El “arqui-artista” -como lo llamaba Jorge Glusberg, ex director del Museo Nacional de Bellas Artes- supo ser una de las figuras más emblemáticas y representativas de nuestro país. Fue el autor de icónicas obras de la arquitectura brutalista como el Banco de Londres -hoy Banco Hipotecario-, y la Biblioteca Nacional; y de planes integrales de remodelación como las del Centro Cultural Recoleta y de la Ciudad Cultural Konex entre otras. Es también recordado por una producción plástica que comprende dibujos, pinturas y esculturas.
Gran parte de la obra de Clorindo es difundida y preservada desde la fundación que lleva su nombre y es presidida por su esposa y su hija. “La Fundación Clorindo Testa surge con el fin de preservar y difundir el legado del arquitecto artista, produciendo y promoviendo proyectos de investigación, exhibiciones y actividades educativas que pongan en valor tanto su obra plástica y arquitectónica”, señala Joaquina.

Más recientemente, en conmemoración del centenario de su nacimiento -10 de diciembre de 1923-, PINAMAR S.A. realizó proyecciones de mapping en Capotesta - la casa donde compartió tantos veranos con familia y amigos- junto con recorridos guiados por los sitios más representativos y sus construcciones más emblemáticas, un “picnic bajo las estrellas” en el Parque Escultórico Pinamar y ciclos de charlas.

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