
Testimonios de la cultura del siglo XX
Un enfoque multidisplinario sella la megaexposición organizada por el Centro Cultural Recoleta.
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SIGLO XX Argentino. Arte y Cultura es una ambiciosa megaexposición presentada en el Centro Cultural Recoleta con motivo de la celebración del fin del milenio. En un espacio de 7000 m2 se exhiben 1000 objetos, testimonios de la cultura popular y erudita del siglo XX, que pueden clasificarse, sin pretender mencionar la totalidad de las categorías, en pintura, escultura, fotografía, publicidad, arquitectura, mobiliario, cinematografía, danza, teatro, música, historieta, artefactos del hogar, juguetes y libros. En el sector dedicado a las artes plásticas, del que se ocupa esta nota, se exponen obras de 330 artistas, seleccionadas por los curadores del área: Ana Canakis, Raúl Santana, Liliana Piñeiro y Nora Hochbaum.
Las pinturas, las esculturas y grabados están presentados con un criterio cronológico, en secciones correspondientes a siete etapas históricas. Ese ordenamiento, lamentablemente, no se adecua a las características del fenómeno estético y propicia la creencia de que el arte muestra la realidad y expresa los ideales políticos, religiosos y morales de la colectividad sin mediaciones. El arte argentino del siglo XX, al que está dedicada la exposición, no se desenvuelve por un camino único. Debe contemplarse, también, la posibilidad de un trayecto contrario u oblicuo.
La exposición comienza con el período 1900-1916, caracterizado como "Argentina, tierra de promisión". En este sector se han incluido obras de Eduardo Sívori, Ernesto de la Cárcova, Angel Della Valle, Lucio Correa Morales y otros representantes de la generación del Ochenta del siglo XIX. La única razón, no justificable, de la presencia de estos artistas en la muestra es la fecha de realización de las obras, pero sus estéticas, definitivamente, son típicas del siglo XIX.
El arte argentino del siglo XX, en realidad, se inicia con las obras de Faustino Brughetti y de Martín Malharro, cuyas concepciones artísticas son antinaturalistas y están ligadas a una "visión interior" y a una típica expresión simbólica. Características similares poseen las obras de Valentín Thibon de Libian y de Ramón Silva.
En el mismo sector se exhiben las pinturas de los artistas del grupo Nexus, entre ellos, Cesáreo Bernaldo de Quirós y Fernando Fader, que representan, en oposición a Malharro y Brughetti, la visión conservadora y nacionalista de comienzos del siglo.
Las dificultades de la presentación cronológica escogida por los curadores son evidentes en casi todos los sectores de la muestra. En el dedicado al arte de los años 1945-1955, titulado "La experiencia peronista", se encuentran expuestas las obras correspondientes al arte abstracto constructivista, representado por los grupos Arte Concreto-Invención, Madí y Perceptismo (Maldonado, Hlito, Iommi, Lozza, Kosice, etcétera). Nada más opuesto a la ideología dominante que esa estética racional y vanguardista. Estos artistas habían adherido al Partido comunista; por lo menos, hasta que el partido prohibió el arte moderno.
En 1949, el arte moderno fue repudiado exaltadamente por Oscar Ivanisevich, ministro de Educación del gobierno del general Perón. En la inauguración del Salón Nacional de Artes Plásticas, Ivanisevich calificó al nuevo arte como perverso, morboso, infame, degradado, aberrante visual y moralmente, enfermo, anormal, repugnante, cadavérico, putrefacto, etcétera. Para él, los artistas modernos, desde Pettoruti hasta los jóvenes abstractos, eran "Fracasados, sin estudio, sin esfuerzo, sin moral, anormales, estimulados por la cocaína, la marihuana, el alcohol y el snobismo, extremistas, sin Dios y sin patria, desorbitados anormales". El discurso, sin duda, recordaba los dichos de Goebbels, el ministro de Educación de la Alemania nazi, que creó la expresión "Arte degenerado".
Un recorrido posible
Al margen de las objeciones que se puedan plantear al criterio curatorial, aunque por momentos se pierda la vitalidad del arte, fagocitado por el conjunto historicista, la muestra permite contemplar, no sin escollos, el desarrollo del arte argentino del siglo XX.
Una de las obras destacables, en el período 1900-1916, "Argentina, tierra de promisión", es la obra de Brughetti, Luz y sombra , de 1908. Este óleo de pequeñas dimensiones, sintéticamente pintado, que remite al amor sublime de la maternidad frente a la agresiva actitud de la cortesana, presenta al artista platense en el mejor momento de su simbolismo modernista.
El Nocturno , de Malharro (1909), es una pintura que alude a la noche, la nocturnidad, propia del espíritu simbolista. También con obras de calidad, Ramón Silva con su Parva , y Valentín Thibon de Libian, con su Escena de circo , muestran la continuidad de la prédica antiacadémica de Malharro.
"1916-1930, La legitimidad de las urnas", es el título de la sección que agrupa a los artistas del grupo Nexus, a los de la vanguardia de los años veinte y a los Artistas del Pueblo. Los primeros, emergentes hacia 1907, desarrollaron una estética derivada del impresionismo periférico europeo (Fader bebió en fuentes alemanas y Bernaldo de Quirós en españolas). Los segundos, Emilio Pettoruti y Xul Solar, introdujeron en la Argentina una visión profundamente modernista y original. En este sector se destacan la obra de Pettoruti, Señora con abanico y Crepúsculo , de Antonio Sibellino, la primera escultura abstracta realizada en el país, en 1926.
Los Artistas del Pueblo, o Grupo de los cinco, un conjunto de pintores y grabadores que hacia 1914 integraron, entre otros, Guillermo Facio Hebequer, Adolfo Belloq y José Arato, se encuentran bien representados.
El sector dedicado a los años 1930-1945, "La reacción conservadora", tiene algunas obras notables. Sobresale La mano de Dios (1940-1945), una escultura en mármol de Sesotris Vitullo, un creador que realizó toda su obra en París, entre 1925 y 1953.
La Abstracción , pintada en 1932 por Juan Del Prete, integró la exposición que el artista presentó en Buenos Aires en 1933. Esta muestra fue la primera de ese género realizada en el país.
De Antonio Berni se exhibe en la misma sala Los Chacareros (1935), una de las importantes telas del ciclo del Nuevo Realismo. El cuadro, de grandes dimensiones, agrupa a un conjunto de personajes del Litoral en una reunión en la que se presenta un petitorio de los trabajadores. Es notable el carácter clásico de la composición y la cantidad de citas del arte renacentista que integran la pintura. Entre estas últimas, el jinete recuerda la iconografía tradicional de los monumentos ecuestres, como el Gattamelata, de Donatello, emplazado en Padua a mediados del siglo XV.
En la sección dedicada a los años 1945-1955, "La experiencia peronista", se exponen notables esculturas de Enio Iommi y Gyula Kosice, y pinturas de Hlito, Maldonado, Rothfuss, Arden Quin, Diyi Laañ y Lidy Prati. Esta sala es la mejor presentada de toda la muestra, con obras que provienen de una de las más importantes colecciones privadas del país. Un tanto fuera de contexto, se presentan en el mismo sector las pinturas de Raúl Soldi, Enrique Policastro y Juan Battle Planas.
Segundo recorrido
"Argentina, la memoria recuperada" es el título del sector dedicado a los años 1955-1973. En él se reúnen los informalistas (Luis Wells, Alberto Greco, Kenneth Kemble); Berni, con una obra dedicada a Juanito Laguna, los neofigurativos (Luis F. Noé, Jorge de la Vega); los cinéticos (Julio Le Parc, Luis Tomasello), los neoconcretos ópticos (Eduardo Mac Entyre, Miguel Angel Vidal, Ary Brizzi); los geométricos independientes María Juana Heras Velasco y Rogelio Polesello. Es interesante volver a contemplar obras casi olvidadas de Alejandro Puente y César Paternosto, pertenecientes al período fecundo de la Nueva Geometría, de la primera mitad de los sesenta. Completamente diluido, el arte de concepto se pierde en esta sala, y sólo se destacan las piezas de Edgardo Antonio Vigo, de Horacio Zabala y de Juan Carlos Romero, todas de contenido político. Están ausentes la mayor parte de las manifestaciones de esta tendencia de notable importancia en la segunda mitad del siglo.
La sección 1973-1983, "La cruz blanca de nuestro alfabeto", reúne a los artistas que, en los setenta, practicaron diversas formas del realismo (Seguí, Giuffré, Dowek, Carletti, Laurencena). Junto a ellos, se exhiben las obras de los neoexpresionistas de los ochenta (Pierri, Eckell, Prior, Kuitca, Cambre, Monzo) y de otros pintores de visiones muy diversas, como Juan Lecuona y Carlos Gorriarena. En la misma sala sobresalen las esculturas de Juan Carlos Distefano y de Norberto Gómez.
"El largo camino de la democracia", sector dedicado a los años 1983-2000", agrupa a un conjunto homogéneo, integrado, entre otros por Marcelo Pombo, Diego Gravinese, Fabio Kasero, Marcos López, Fabiana Barreda, Tulio de Sagastizábal, Carolina Antoniadis y otros representantes de la estética de los noventa, con su tentación por la insignificancia y el decorativismo. Junto a ellos, sobresalen dos artistas provenientes de las experiencias iconoclastas del Di Tella, en los años sesenta, que siempre renacen brillantemente renovados: Pablo Suárez y Oscar Bony.
Son escasos los artistas de las provincias; apenas están representados Alfredo Gramajo Gutiérrez (Tucumán), Juan de Dios Mena (Santa Fe), Leónidas Gambartes (Rosario), Ricardo Suspisiche (Santa Fe) y algunos pocos más. Están ausentes todas las generaciones de las últimas décadas, con la excepción del tucumano Víctor Quiroga, un excelente pintor.
La muestra, más allá de las observaciones señaladas, puede convertirse en una excursión, memoriosa y nostálgica, a través de un laberinto, notablemente abundante, de objetos e imágenes casi imposible de clasificar. Son objetos que cambiaron, poco a poco, en su estilo y funcionalidad, junto con las hábitos familiares y sociales, junto con las ansias de consumo y de confort del siglo XX.
( Hasta el 12 de marzo, en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930 )
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