No ha pasado una semana del año desde el fallecimiento de Gabriel García Márquez sin que se le hagan homenajes, se le comente en redes sociales, sea tema de noticias y columnas periodísticas o se le dediquen libros, en muchas lenguas y países. No ha sido un año de ausencia, sino de presencia intensa.
Con tan renovado interés, Gabito merece no sólo ser leído y releído, sino ser mejor conocido en las múltiples dimensiones de su extraordinaria personalidad. Más allá de sus obras literarias, de sus producciones cinematográficas, de sus textos y emprendimientos en más de cincuenta años de dedicación al periodismo, nos dejó el legado fascinante de su ejemplo vital, reflejado en historias y anécdotas entrañables de su buen humor y saber vivir, así como en pruebas palpables de que también fue un hombre de acción.
Recordemos, por ejemplo, su compromiso personal con organizaciones de derechos humanos, sus gestiones discretas e incesantes para la liberación de presos políticos, su mediación informal entre partes en conflicto, buscando oportunidades de paz, su capacidad de hacer que ideas visionarias se convirtieran en proyectos educativos sostenibles, como la escuela de cine latinoamericano en San Antonio de los Baños, Cuba, y la FNPI, fundación internacional de periodismo que estableció en Cartagena de Indias, Colombia. Su pragmatismo creativo movido por altos ideales y valores éticos, es otro manantial de historias de Gabriel García Márquez, que habrá que investigar y reconstruir en los años venideros.
El autor es director general de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI)
