De Marsella a Barcelona: el día que Maradona le enseñó a Messi a patear tiros libres
Esta historia tiene fecha de comienzo. Fue el 10 de febrero de 2009. Noche fría y muy ventosa en Marsella. Termina el entrenamiento de la selección argentina en el estadio Vélodrome. Al día siguiente jugaría un amistoso contra la Francia de Thierry Henry, Anelka, Ribéry y Eric Abidal. Lionel Messi tiene 21 años. Coloca la pelota en el ángulo izquierdo de la medialuna del área, patea a cualquier lado y ahoga un rezongo mientras enfila a la salida. "¿Te vas a ir a dormir con esta porquería? Mirá que vas a tener pesadillas...", lo espolea el profesor Fernando Signorini. Diego Maradona había observado en silencio, pero ya no reprime su genio. Toma del hombro a Messi y le susurra una lección que abrirá una dimensión desconocida: "Escuchame papi, no le saqués el pie tan rápido, sino ella no sabe lo que vos querés". Ella es la pelota. Le propone que la acompañe. Entonces, el técnico la apoya en el mismo lugar, toma dos pasos de distancia y saca un zurdazo que se clava en el ángulo del arquero Juan Pablo Carrizo. Messi sonríe tímido y busca alguna complicidad con Signorini. La lección exprés estaba absorbida. Maradona le acababa de iluminar un atajo. Le confió un secreto que marcaría la carrera de Messi.
Hasta esa fría noche en Marsella, la trayectoria de Messi apenas registraba un gol de tiro libre. Solo uno: el 4 de octubre de 2008, el equipo de Pep Guardiola arrolló 6-1 al Atlético de Madrid, en el Camp Nou, y Messi marcó el tercero de falta directa. Solo uno. Hoy, ya encadena 48, entre los 42 que festejó en Barcelona y otros seis con la selección.
La clave maradoniana estaba en escoltar a la pelota con el pie todo el tiempo posible. "Siempre hay que dejar el pie un segundo más…",completó Maradona la clase magistral. "La cazó al vuelo", sintetizó tiempo después el ‘Diez’. Es que Messi vive de los desafíos. Lo que no se permite el crack es descansar. Sentirse cómodo con lo que sabe y le da éxito, hasta lo puede aburrir. Entonces evoluciona, no tanto por ambición, sino porque directamente no puede evitarlo.
Siempre tuvo el toque para patear los tiros libres. Pero no reclamaba la ejecución porque respetaba una jerarquía que su talento bien podía desafiar. Aceptaba que los Ronaldinho, Xavi, Juan Sebastián Verón o Riquelme gozaban de la prioridad. Hasta la revelación maradoniana.
La progresión en el Barça lo demuestra: en la temporada 2008/9 marcó uno; dos en la 2009/10; uno en la 2010/11; tres en la 2011/12; cuatro en la 2012/13; tres en la 2013/14; dos en la 2014/15; siete en la 2015/16; cuatro en la 2016/17 y otros siete en la 2017/18, la que desembarcó en el Mundial de Rusia. Los goles de tiro libre se convirtieron en una deliciosa especialidad y, por esta vía, hace rato que es el máximo anotador en la historia del club catalán. Su más cercano perseguidor quedó muy lejos, el holandés Ronald Koeman, con 26.
En la selección, cómo no, se adueñó de los tiros libres, sobre todo a partir del ciclo de Alejandro Sabella, en 2011. Por el momento, suma seis festejos en albiceleste. El bautismo llegó el 7 de septiembre de 2012, en Córdoba, en la victoria 3-1 sobre Paraguay en las eliminatorias rumbo al Mundial de Brasil. Bastó que se lo propusiera… Nada más estimulante que un genio disconforme. Repitió la función ante Uruguay (3-0), en Mendoza, con un sorprendente remate por debajo de la barrera. El tercero lo dibujó en el Mundial, en Porto Alegre, frente a Nigeria (3-2). Ya en el ciclo de Martino renovó el encantamiento en la Copa América del Centenario, en las metrallas contra Panamá (5-0) y los Estados Unidos (4-0). Tiempo después, en el tortuoso camino a Rusia 2018, sumó el sexto ante Colombia (3-0), en San Juan. Siempre que marcó de tiro libre, ganó la selección.