Ariel Senosiain, nuevo columnista de LA NACION: “Los que soñamos ser periodistas, soñamos escribir”
Reconocido por su prestigio, ganado a través de los años en medios audiovisuales, el periodista suma su firma con columnas semanales


Un día, Ariel Senosiain se presentó a buscar trabajo de periodista en una agencia de noticias. La regla era ineludible: había que escribir en italiano, y muy bien. Él, joven, decidido, con la fuerza imparable de la vocación, intentó hacer un curso acelerado para dominar la lengua del Dante, una proeza imposible en tan pocos días. Se presentó, hizo la prueba, falló, como todos le habían pronosticado. Pero no le importó, siguió adelante. Lo esperaba la recompensa que en esta vida solo disfrutan los menos: poder, algún día, vivir de hacer lo que le gusta.
Cuando aquello ocurrió ya habían pasado algunos años desde que había advertido que lo suyo, definitivamente, iba a ser el periodismo. Ahora, sentado en un sillón de la redacción de LA NACION, recuerda el instante en que tomó la decisión. “Una vez, Jorge Bernardo Griffa nos dijo a otros chicos y a mí: ‘Ustedes tienen condiciones, pero no para Boca’. Y ese fue el momento en el cual dije ‘vamos por la vocación’. Hoy invierto la frase que habitualmente se dice y no tengo dudas de que si hubiese sido futbolista, habría sido un periodista frustrado”, redondea la historia de aquel aspirante a futbolista devenido periodista. Y de los buenos: el comentarista que desde hace una década explica los partidos de la selección argentina en la tele es también un observador crítico de la paleta de colores que ofrece cada día el fútbol argentino. Un apasionado por intentar ir siempre un poco más allá de lo que se ve en la superficie. Todos esos perfiles que lo retratan como profesional nutrirán, desde ahora, una nueva faceta: esta semana se estrena como columnista de LA NACION, un desafío que lo estimula. “Es un orgullo que me hayan convocado para empezar a escribir en un suplemento que leo todos los días”, se entusiasma, “porque escribir es lo que más me gusta”.
–Volvés al principio de tu camino en el periodismo…
–Yo creo que todos los que soñamos ser periodistas, soñamos escribir. Yo creo que es el lugar donde más periodismo hay. La radio también lo tiene, pero no es lo mismo que la gráfica. En un texto estás obligado a que en cada línea haya, no digo un concepto, pero por lo menos un rumbo hacia el concepto al que se quiere llegar. Y eso es lo que más me gusta, el contenido. Creo que si leemos una columna necesitamos también encontrar una novedad.
–Tu primer comentario de un partido en televisión fue en un Mundial. ¿Verdadero o falso?
–Sí, en el Mundial 2014. Había comentado un tiempo largo en radio ya y entendía que tenía que hacer lo mismo, pero con distinto tipo de intervención. En la tele tenés que encontrarle la vuelta para no ser tan obvio. Me encantó la idea, me volvió loco, lejos de ponerme nervioso. Era lo que, sin saberlo, estaba deseando hacía mucho tiempo.
–Desde ese momento han pasado más de diez años. En toda esta década has sido el comentarista de los partidos de la selección argentina, con lo que eso significa para un país futbolero como el nuestro. ¿Cómo separás al argentino que sos del profesional?
–Hay momentos. No es lo mismo un amistoso que la final del Mundial. No brota lo mismo. Lo segundo es que no estamos ahí puestos para ser uno más de los que están comiendo picada y tomando cerveza del otro lado, sino para tratar de contar lo que pasa. Y lo tercero es el gusto por lo que hacemos. Yo tengo una deformación profesional: me cuesta mucho ver un partido solamente por el hecho de verlo. Tengo que sacar algún tiempo del partido, para que una jugada me sirva para mostrar algo, para contar algo.

–En general, en el periodismo hay un prejuicio sobre el periodista deportivo, como si fuera una subcategoría dentro de la profesión. ¿Lo sufriste? ¿Te preocupa desarmar ese prejuicio?
–Yo creo que el deporte nos forma sobradamente para muchas otras cuestiones. Hay muchos ejemplos de periodistas que han arrancado desde el prisma deportivo y fueron hacia el interés general o incluso la política. No por sobrevolar todos los temas somos especialistas en todos ellos, pero por lo menos nos da un punto de partida. Entiendo que si un club tiene riesgo de quiebra ya sabes de qué se trata una quiebra, una convocatoria de acreedores, los pasos previos. Ahora que está la inversión privada metida en el fútbol, también empezamos a necesitar otros tipos de conceptos, que no es solamente donde juega el ocho y si es mejor decirle extremo al wing.
–Publicaste tres libros. ¿Cómo fue tu proceso creativo cuando te planteaste esos objetivos tan grandes?
–Escribí tres y son tres muy distintos, porque el primero fue sobre Marcelo Bielsa, que era el técnico que había fracasado en el Mundial 2002, pero para mí una persona muy rica para indagar. Y bueno, me encontré justamente con eso, con que cada característica de la personalidad o cada momento de su trabajo me daba algo. Los últimos dos fueron sobre Messi. El primero fue su historia ligada a la selección argentina, algo muy amplio. Entonces tomé 12 momentos elegidos de manera arbitraria, aunque llevados también con un hilo cronológico. Y fueron algo así como 12 anatomías de instantes. Explicando cada uno de esos momentos, se explicaba mucho más de Messi. Apuntaba a que la variedad de testimonios, que fueron más de 70, ayudaran a retratarlo. Y el último fue un relato biográfico, contrario a lo que me pasaba con Bielsa. Tenía que contar todo lo que se sabía, porque no podés dejar afuera cuestiones que a nosotros nos parecen obvias, pero quizás un lector desconoce. Pero también tenía que agregar algo y encima con el con el tiempo que me jugaba en contra. Así que ahí agarré una gimnasia que es la de apurarte porque no llegás. Pero bueno, el periodista está un poco acostumbrado a vivir un poco menos. Hay que vivir para ser mejor periodista, de eso no tengo ninguna duda, porque vas incorporando, pero también hay momentos de desborde que debemos reconocer que no nos disgustan.
–Cuando murió Maradona y Messi mostró la camiseta de Newell’s de Diego, dijiste al aire “Maradona o Messi nunca más, es Maradona y Messi”...
–Lo sentí toda la vida. Amo a los dos. Me encantan algunas características bien maradonianas, me divierten, me entretienen. Esa manera de ser tan nuestra. y también me gusta como una persona que está parada en lo más alto, mira a los costados y nunca se marea. Es increíble. Son los dos personajes más antagónicos que podamos imaginar. Y aún así siempre pensé, ¿por qué hay que elegir? Porque además en la famosa antinomia siempre se agarra lo malo de uno para contrastar con el otro. ¿Y por qué hay que ir a lo malo de los dos? ¿Por qué no podemos verdaderamente valorar lo bueno de los dos? Después está lo generacional. Me hubiese encantado disfrutar a Diego como yo lo disfruté a Messi. Para mí Messi, entre tantas cosas, es un vínculo con mi hijo. Él me ha despertado alguna vez un sábado a las 8 para ver jugar a Messi en Barcelona. Eso ya me genera un agradecimiento al que me llevó al sillón junto a mi hijo a ver un partido de fútbol.
–Cuando Argentina le ganó la final a Francia en Qatar empezaste a hablar, en medio de ese éxtasis, de un “macabro guionista” que había escrito semejante obra para Messi. Esas palabras se hicieron virales…
–Durante el Mundial yo había hablado un par de veces de un guion sin entender quién lo estaba escribiendo, si tal vez era la persona más perversa que alguien se podía imaginar, un cínico absoluto. Y lo maquiavélico que agregué no sé cómo apareció, porque también es verdad que en ese momento tenés que dejar fluir las emociones. Ahí sí hay un poco de diferencia entre la gráfica ylos otros medios, que es la impronta del vivo. Unos diez años antes quizás me hubiese frenado un poco porque entendía que un comunicador tenía que mantener más la capacidad analítica y estar más frío. Y ya en los últimos tiempos había pasado a pensar otra cosa: si vos le hablas a un público emocionado y estás emocionado, sin sobreactuar dale rienda suelta a esa emoción, que te brote lo que lo que te surge de adentro.
–Sos un periodista que le escapa a las redes sociales, una rara avis de la época.
–¿Un perro verde? No me brota. Quizá pudo haber arrancado con que no entiendo al que se va de vacaciones y lo publica en su Instagram. ¿Qué está buscando? ¿Quería irse de vacaciones o mostrarlo? Sé que estoy generalizando, pero bueno, es un mambo mío. Y en lo laboral, considero que trabajo para los medios en los que trabajo, no quiero volver a hacerlo en las redes. Arranqué así y después me costó subirme al tren en marcha. Cada tanto escribo en Twitter. Cuando tengo incontinencia en mi casa y estoy viendo algo que no me gusta el fútbol argentino, escribo algo ahí y listo.
–¿Sentís que hay un antagonismo entre la selección y el fútbol argentino? Pareciera que Tapia se blinda con la selección…
–Para mí están relacionados. Creo que la selección argentina es lo que mejor funciona en nuestra sociedad. Y que la juvenil está en ese tren. Vos ves una manera de laburar muy sólida. El tercer punto positivo de la AFA son los acuerdos comerciales. Han conseguido una montaña de dólares por la cara de Messi, seguramente, y la Copa del Mundo, pero también por haber negociado bien. Eso no es compatible y complementario con desprolijidades diarias. Nos acostumbramos a que a que faltando diez fechas para que termine un campeonato se anulen los descensos. Es increíble que hayan logrado que empecemos a reírnos, en lugar de hacer una manifestación. ¿Y los arbitrajes? Yo considero que son un medio para llegar a un fin, y el fin es el poder.
–Es lógico señalar la responsabilidad del presidente de la AFA. ¿Y el rol del resto de la dirigencia?
–No veo que haya dirigentes de clubes que se preocupen verdaderamente por el fútbol argentino. Quizás sea lógico. Cada uno tiene su función, su faceta privada. Dirigir un club es un un abanico de problemas, por lo cual yo pensaba que en algún momento iba a ser bueno que existiera una figura que velara por por el bien general, como fue la Superliga. Porque nadie va al predio de Ezeiza a proponer algo que verdaderamente mejore a todo el fútbol. Y los hinchas también cambiaron. Antes se valoraba la rebeldía de un dirigente como Raúl Gámez, que era el presidente de Vélez y se oponía a Grondona. Ese disenso era un orgullo para el hincha o para el socio: “Me está representando alguien que va contra la corriente”. De eso pasamos al pedido de tener peso en la AFA, y tener peso en la AFA significa ser obsecuente.