Dybala, Messi, Tevez y Centurión: los jugadores especiales también necesitan de ese DT que les cambia la vida
El final de la gira de la selección, además del partido parejo y el empate ante Colombia, dejó como asunto destacado la escasa participación de Paulo Dybala. El hecho resulta llamativo: hasta ahora siempre se dijo que el cordobés de la Juve no jugaba porque se superponía con Messi, pero esta vez Messi no estaba.
En todo caso, y más allá del hecho puntual, se trata de una buena excusa para hablar de este tipo de jugadores "especiales", que por circunstancias muy distintas –no es lo mismo Dybala que Messi, Messi que Tevez ni Tevez que Centurión– les generan dolores de cabeza a los técnicos que se van cruzando en su camino. Aunque es indispensable decir de entrada que, a mi entender, este tipo de futbolistas nunca son un problema. Los jugadores buenos encajan en todos los funcionamientos y el juego se construye a partir de los jugadores.
Desde chico, el futbolista desequilibrante tiene a su alrededor un grupo de aduladores que le hacen saber de su gran potencial, pero justamente por esto necesita de alguien que le ayude a explotar sus condiciones, porque es muy difícil que pueda corregir las carencias por su cuenta. Las futbolísticas y en los demás órdenes de la vida. No se concibe que un entrenador tire a la cancha a un jugador de esta naturaleza sin aportarle nada. Del mismo modo que resulta imposible corregir los problemas de conducta de un chico sin investigar sus orígenes, su crianza, la educación que recibió, su entorno, y comprenderlo a partir de entonces.
El futbolista talentoso, además, suele ser particularmente sensible, y si adentro de la cancha precisa de un marco de funcionamiento adecuado para desarrollar su potencial, afuera debe sentirse guiado, contenido, incluso protegido. Es ahí donde debe aparecer la figura del entrenador, del líder con vocación pedagógica que lo seduzca con sus conocimientos. No conozco jugadores que no admiren a entrenadores que sepan de verdad y quieran ayudarlos.
El entrenador es la cabeza, el motor principal de un plantel. Está para tomar decisiones y ningún jugador puede estar nunca por encima suyo, se llame como se llame. Se trata de un concepto básico de jerarquía que debe quedar claro desde un principio y ser demostrado en la gestión diaria, sobre todo cuando un técnico se enfrenta al reto de dirigir a jugadores de élite.
En estas situaciones, a veces se elige el camino de la adulación, como ocurrió con Sampaoli respecto a Messi. O se sobreactúa el lado cordial y amiguista pensando en los de afuera, tal como hizo esta semana Scaloni, un entrenador principiante que tiene todo el derecho a equivocarse. No parecen las vías ideales. La naturalidad para establecer un vínculo afectuoso con el jugador y un mando basado en la sapiencia –en ningún caso en el autoritarismo- son rutas más seguras para ganarse el respeto. Como un alumno cuando va al colegio, el futbolista siempre espera que su entrenador sea el sabio que le brinde las pautas para jugar mejor.
Dybala está todavía en proceso de consolidación. Ha sido un jugador con altibajos en todos los clubes por donde pasó y no arrancó bien la temporada. Tal vez necesite que sus pruebas en la selección no sean de 15 minutos un partido, 75 al siguiente y nada en el tercero. Messi, a su vez, de un técnico que le ayude a descubrir los movimientos de desmarque que hacen falta para no quedar atrapado en la maraña de jugadores contrarios dentro de un equipo que nunca tendrá las dinámicas de juego que conoce del Barcelona. Y el Tevez actual, de soluciones que le permitan aprovechar las muchas virtudes que todavía mantiene.
Los casos como los de Centurión, o tantos otros semejantes que conocí en diferentes vestuarios, precisan a su vez de la implicación del club para ayudar al entrenador a reconducir a la persona; y al mismo tiempo de una dedicación especial del técnico para enseñarle a ver el partido, a utilizar sus condiciones a favor del juego y la eficacia.
Muy pocas veces en su carrera un jugador siente que está en un lugar moldeado para él. Tuve la suerte que me ocurriera en Boca, en Tenerife y en Racing, pero no siempre pasa. No es tan sencillo encontrar que todo -técnico, compañeros, club- se alineen para disfrutar de una identificación total con el equipo.
Pero eso sí, cuando sucede, puedo asegurar que ese entrenador y ese equipo te cambian la vida.
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