El inglés Geoffrey Hurst convirtió en 3 a 2 sobre Alemania en la final de 1966, en una acción en la que la pelota jamás ingresó por completo al arco, algo corroborado medio siglo más tarde por la TV
La pelota besa el césped. O lo que queda de él en esa parte del terreno del estadio de Wembley. El balón acaba de pegar en el travesaño del arco defendido por el alemán Hans Tilkowski y en este preciso instante está picando... en parte de la línea. La jugada había sido rápida: desbordó Alan Ball, que logró tirar el centro atrás ante la marca de Horst Hoettges, y luego sobrevino el dominio, la posterior media vuelta y el remate cerca del punto penal de Geoff Hurst, que supera la estirada del arquero germano.
Todo ocurre con tanta velocidad que el árbitro suizo Gottfried Dienst no sabe qué hacer ni qué cobrar. Hasta que consulta a su asistente, el soviético Tofik Bakhramov, quien no tiene dudas: la pelota picó adentro. Es gol. O al menos eso cobran. Es 30 de julio de 1966 y con ese tanto Inglaterra se pone 3 a 2 frente Alemania Federal, en el tiempo suplementario del Mundial.
Poco después, Hurst anotará el definitivo 4 a 2, se convertirá en el único hombre en marcar tres tantos en un partido decisivo en toda la historia. Inglaterra alzará su primera, y hasta ahora única, Copa del Mundo. Fue la coronación de un gran equipo, liderado dentro del campo de juego por el arquero Gordon Banks, el capitán Bobby Moore, el delantero Bobby Charlton y el goleador Hurst.
A la vez, fue una cuenta saldada para los británicos, que desde siempre se autoproclamaron como los creadores del fútbol, y que no solo no lograban consagrarse, sino que habían pasado vergüenza en ediciones anteriores. Incluso, su soberbia los llevó a negarse a participar de los primeros Mundiales de fútbol por considerar inaceptable que no se la considere como sede para los primeros torneos.
Ante el crecimiento indiscutible del torneo, los ingleses debieron bajar la cabeza e ingresar al torneo. El debut se dio en el Mundial de Brasil de 1950, donde llegó como una de las selecciones favoritas a coronarse. Muy por el contrario, Estados Unidos arribó a esa cita como un equipo cuasi amateur. En su plantel había personajes pintorescos, como su arquero, Frank Borghi, que trabajaba como chofer en una empresa de servicios fúnebres. “Con que no nos hagan más de cinco o seis goles soy feliz”, declaró en la previa del choque con Inglaterra el simpático guardavallas norteamericano.
Grande fue la sorpresa cuando el 29 de junio, en el Estadio Independencia de Belo Horizonte, Inglaterra perdió ante Estados Unidos. ¿El resultado? 1 a 0, con gol de Joe Gaetjens, un delantero de origen haitiano que ni siquiera se había nacionalizado. Incluso, pese a sufrir en los primeros minutos, los norteamericanos dominaron las acciones del juego en la segunda etapa, justificando la hazaña.
Pocos creían que el resultado era cierto. Al punto que el diario The New York Times recién cerró su edición cuando tuvo bien chequeada esa información. Y la agencia Reuters fue más allá e, imaginando un error de tipeo, lanzó su envío con el título Inglaterra 10 - Estados Unidos 1.
Para los medios británicos, aquella fue la peor humillación deportiva de la selección inglesa, y el árbitro italiano Generoso Dattilo declaró: “Si no fuera porque lo dirigí yo, no lo creería”.
El pobre Gaetjens, héroe de aquella tarde inolvidable, fue capturado y encarcelado a comienzos de julio de 1964 por la dictadura haitiana y, presuntamente, fue ejecutado unos pocos días después. Desde 1976, una placa en el Hall de la Fama de la selección estadounidense lo recuerda y homenajea.
Pero 1966 fue el año en el que Inglaterra finalmente se dio el gusto de levantar el trofeo. Que en la previa corrió serio riesgo de desaparecer. Más claro: el 20 de marzo de 1966, la Copa Jules Rimet fue robada durante una exhibición pública en el Salón Central de la tienda Westminster. La desesperación fue total, porque solo quedaban cuatro meses para el comienzo del torneo organizado por Inglaterra.
Por suerte, un perro llamado Pickles la encontró envuelta en un diario, en un pozo de un jardín suburbano de una zona de Londres llamada Beulah Hill y los británicos respiraron aliviados, además de convertir en héroe nacional al pichicho. Curiosamente, en Inglaterra 66 también apareció la primera mascota de los mundiales. Se llamó Willie y era un leoncito.
Unos 30 años después del polémico gol de Hurst, un estudio de la Universidad de Oxford concluiría que la pelota quedó a seis centímetros de sobrepasar completamente la línea de cal, por lo que el tanto jamás debería haberse convalidado.
Recién 48 años después de esa veraniega tarde en Londres, en 2014, la FIFA instrumentó un sistema tecnológico para determinar con exactitud cuándo un balón ingresa o no en el arco por completo. Herramienta que simplificó todo y que determinó que la pelota rematada por Hurst jamás ingresó completa al arco.
En 2008, esa situación también fue mencionada por Diego Maradona antes de su debut como DT de la selección argentina, en un partido frente a Escocia. Y sirvió para refutarle a una periodista británica un supuesto malestar de Terry Butcher por su primer gol a Inglaterra en México 86, marcado por la mano.
“Si hubieras perdido un partido de cuartos de final por un gol hecho por la mano, ¿cómo te sentirías? ¿Entendés la sensación que tiene Butcher?”, fue la pregunta.
Diego, rápido, respondió: “Yo le voy a recordar a la señorita que Inglaterra le ganó una final a Alemania con un gol que no fue. Que lo vimos todos en el mundo. Y nadie dijo nada, la historia no se cambió. Así que Butcher no me puede juzgar a mí de ninguna manera. ¿Es verdad o no que no entró? Un pedazo así. ¡Así!”. Las carcajadas serán generales. Y los gestos de Diego mientras lo traducían coparon los flashes.
Lo concreto es que en el Mundial de 1966, Hurst vio cómo el árbitro señaló el medio del camp, con lo que alzó los brazos y celebró su gol. Un gol que nunca fue. Un gol fantasma, que el VAR hubiera anulado y que valió una Copa del mundo.
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